A JOSÉ DOLORES POYO
Tampa, enero 18 de 1894
Mi amigo muy querido:
El valor más grande, que es el de sacrificar los propios impulsos a la conveniencia de los demás, me manda arrancarme de Tampa y seguir al Norte, donde está ahora mi deber. Por mí no ha de provocarse a que salga del orden que lo honra el pueblo cubano. La Revolución cubana no puede sufrir, ni en mí ni en nadie, hoy menos que nunca, la menor injuria. Mi obligación no es precipitar a mis compatriotas a un conflicto, sino salvarlos de él, aunque me los lleve a todos en el corazón ensangrentado.[1] ¡Nada, nada me ha costado tanto nunca como privarme de ir al rincón de tierra donde mis paisanos sufren![2] Pero llevo el consuelo de que hoy entendemos más que nunca los cubanos la necesidad de conquistarnos una patria. ¡A conquistarla![3]
Es de Vd. y del Cayo todo,[4] su
[OC, t. 3, pp. 38-39].
Tomado de José Martí: Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Plá; prólogo de Juan Marinello, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1993, t. IV, p. 26.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Véase la nota “El conflicto en el Cayo”.
[2] Al general Serafín Sánchez, Martí también le escribe ese mismo día: “Huelga cuanto pudiera decirle. Serían palabras ociosas. Vd. mejor que nadie entiende mi indignación, y mi sacrificio al dejar de ir. Pero en mí no se debe ofender la revolución cubana, ni yo puedo exponerla al desprestigio que le resultaría del desdén o atrevimiento de esos malvados. Ni he de ser yo quien ocasione el conflicto que ellos desearían, y que nosotros, y yo más que nadie, debemos evitar. Me vuelvo al Norte, al gran quehacer. De todo esto hablaremos en Cuba libre”. (EJM, t. IV, pp. 21-22). Véase, además, la carta a José Dolores Poyo fechada en Tampa, Florida, el 18 de enero de 1894, EJM, t. IV, pp. 24-25. (N. del E. del sitio web).
[3] El 19 de agosto de 1893, Martí alertaba: “Del Norte hay que ir saliendo. Hoy más que nunca, cuando empieza a cerrarse este asilo inseguro, es indispensable conquistar la patria. Al sol, y no a la nube. Al remedio único constante y no a los remedios pasajeros. A la autoridad del suelo en que se nace, y no a la agonía del destierro, ni a la tristeza de la limosna escasa, y a veces imposible. A la patria de una vez. ¡A la patria libre! // […] ¡A la patria libre! ¡Al remedio único y definitivo! La pobreza actual es una obligación mayor, es una prueba más de la necesidad de andar de prisa, y de acabar de una vez. Se cae la casa del destierro. El Partido Revolucionario, aunque el clamor de los suyos le despedace el corazón, no se quedará cobarde donde no hay remedio para ellos, ni se pondrá a curar con dedadas de caldo la agonía, ni faltará por el aturdimiento de una hora al deber solemne y superior del porvenir:—él irá, como buen padre, a buscar para sus hijos, en los dientes de la misma muerte, una casa de donde no tenga que echarlos la miseria”. (“La crisis y el Partido Revolucionario Cubano”, Patria, Nueva York, 19 de agosto de 1893, no. 75, p. 1; OC, t. 2, pp. 368 y 370, respectivamente).
Seis meses después, ratificaba: “¿A qué, tiranía de España, te abandonamos, si hemos de encontrar en una república americana todos tus horrores? ¿Por qué tuvimos amor y confianza en esta tierra inhumana y desagradecida? No hay más patria, cubanos, que aquella que se conquista con el propio esfuerzo. Es de sangre la mar extranjera. Nadie ama ni perdona, sino nuestro país. El único suelo firme en el universo es el suelo en que se nació. O valientes, o errantes. O nos esforzamos de una vez, o vagaremos echados por el mundo, de un pueblo en otro. […] ¡Otra vez, cubanos, con la casa a la espalda, con los muertos abandonados, andando sobre la mar! Cubanos, ¡a Cuba!” (JM: “¡A Cuba!”, Patria, Nueva York, 27 de enero de 1894, no. 96, p. 2; OC, t. 3, p. 54).
[4] Véase la nota “Cayo Hueso en Martí”.

