RICHARD STRAUSS
De Richard Strauss, nos acogía su nombre con ese prestigio oscuro y conmovedor que soñábamos en las asombradas intuiciones de la infancia al contemplar los increíbles perfiles de los músicos portentosos. Así, su muerte[1] verifica la magia de su lejanía de siempre, de su existencia imposible, fabulosa. Y he aquí la más precisa imagen de su música: lo fabuloso, que nos recorre desde el prodigioso “Érase una vez”, hasta el “Colorín Colorado” de “Till”, donde nos obliga a juntar las manos y abrir inquietos los ojos, en el más remoto de los gestos olvidados.
Y el espejo de todos los valses que son sus valses, danzando con su propia música, naciendo y dándonos sus adioses, intrigas y rosas de plata, en el último perfil vienés. Llevaba una precisa enemistad hacia una Europa que transcurría sobre su música, pero cuando el estilo era necesario, cuando los monstruos se precipitan sobre el Santo —“Ubi eras bene Jhesu, quare non affuisti, ut sanares vulnera mea?”[2]— en las Tentaciones de Grünewald, aparece su orquesta invocada, su orquesta poderosa, memorable, gótica, que se encuentra entonces con el mejor germanismo de Hindermith.
A veces, su enemistad, su lejanía, su destino que quería ser nombrado, lo llevaba a las montañas y creaba la música de los Alpes y permanecía allí años incesantes dialogando con la nieve en transcurso —destierro tan firme en la imaginación europea de nuestros días— y en esa permanencia, en esas constantes destrucciones de su destino asistía al espectáculo, cada vez más extraño para él, de tanta música recorrida por sucesiones de un mundo, de aperturas distantes. Se acostumbró a su soledad y vivía en ella atento a sus formas más ocultas y nos las mostraba y siempre era el mismo sonido lejano de las fascinaciones primeras.
En su muerte nos sobrecogió un miedo confuso y tierno, asistíamos a la última transfiguración de su música en su propia esencia de siempre: lo fabuloso.
Tomado de Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, verano de 1949, año VI, no. 22, p. 42.
Otros textos de Julián Orbón publicados en la revista Orígenes (1944-1956):[3]
- “Las tonadillas”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, verano de 1946, año III, no. 10, pp. 23-28.
- “Y murió en Alta Gracia”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, invierno de 1946, año III, no. 12, pp. 14-18.
- “De los estilos transcendentales en el postwagnerismo”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, verano de 1947, año IV, no. 14, pp. 31-40.
- “José Clemente Orozco”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, verano de 1949, año VI, no. 22, pp. 43-44.
- “En la esencia de los estilos”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, 1950, año VII, no. 25, pp. 54-60.
- “Homenaje. Arístides Fernández (1904-1934)”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, 1950, año VII, no. 26, p. 63.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Richard Strauss murió el 8 de septiembre de 1949 a la edad de 85 años.
[2] Del latín: “¿Dónde estabas, Jesús? ¿Por qué no estabas ahí para sanar mis heridas?”
[3] Véase José Lezama Lima: “De Orígenes a Julián Orbón” (Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, Úcar García, s.a., 1955, año XII, no. 37, pp. 59-62), Tratados en La Habana (1958), La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2014, pp. 498-505.