
Libro confeccionado artesanalmente
en los talleres de la Ballena Codorniz.
Tamaño aproximado: 22x30cm
Título original:
The light princess
Tradución, edición, diseño y maquetación:
José Adrián Vitier
Ilustración de cubierta, linoleografías y
grabado de la tela:
Nara Miranda
Cerrando la puerta a sus espaldas, descendió unos pocos escalones hacia el sótano; luego de cruzarlo, abrió otra puerta hacia un pasadizo oscuro y estrecho. La cerró también a sus espaldas, y descendió unos cuantos peldaños más. Si alguien hubiese seguido a la princesa bruja, la habría escuchado abrir exactamente cien puertas, y descender unos cuantos escalones después de abrir cada una. Cuando hubo abierto la última, se adentró en una vasta caverna, cuya bóveda era sostenida por enormes columnas de roca. Esta bóveda era nada más y nada menos que la parte inferior del lecho del lago.
Entonces desenroscó de su cuerpo a la serpiente, la sujetó por la cola y la elevó por encima de su cabeza. La espantosa criatura se estiró cuan larga era hacia el techo de la caverna. Comenzó a mover su cabeza hacia atrás y hacia delante, con un lento movimiento oscilante, como si buscase algo. Al mismo tiempo la bruja comenzó a caminar en círculos por la caverna, acercándose cada vez más al centro en cada vuelta; mientras que la cabeza de la serpiente seguía el mismo recorrido por la bóveda, oscilando lentamente sin cesar. Dieron vueltas y vueltas a la caverna, achicando cada vez más su trayectoria, hasta que de pronto la serpiente se lanzó como una flecha y se adhirió con la boca a la bóveda.
—¡Así, mi preciosa! —gritó la princesa— Seca hasta la última gota.
La soltó, dejándola allí colgada, y se sentó en una gran piedra con su gato negro, quien la había seguido por toda la caverna. Entonces comenzó a tejer y murmurar atroces palabras. La serpiente colgaba como una inmensa sanguijuela, succionando en la piedra. El gato se quedó con el lomo arqueado y la cola como un trozo de cable, contemplando a la serpiente. Siete días y siete noches permanecieron de este modo; cuando de repente la serpiente se desprendió, como exhausta, de donde había estado anclada, y se redujo hasta volverse otra vez como un pedazo reseco de alga marina.


MacDonald se relacionó además con la mayoría de las grandes figuras literarias en el mundo angloparlante, que en su época eran muchas. Entre sus obras más conocidas están las novelas Phantastes, La princesa y el trasgo, Tras el viento del norte, y Lilith; y los cuentos “La princesa leve”, “La llave de oro”, y “La mujer sabia”. Autores muy notables como C. S. Lewis y J. R. R. Tolkien lo contaron entre sus principales maestros.
“Escribo, no para niños, sino para quienes son como niños, así tengan cinco, cincuenta, o setenta y cinco años.” Así dijo el autor de estas páginas, redactadas en el siglo xix, pero confeccionadas con la sustancia mucho más vieja de los cuentos de hadas, materia resistente como pocas al paso del tiempo. Traducida aquí por primera vez a nuestro idioma, La princesa leve es lahistoria de una grave maldición, desatada por cierto rey desmemoriado al escribir las invitaciones para el bautizo de su hija. En el espíritu de la levedad, recordamos al lector que “por lo general no importa si uno se olvida de alguien, sólo debemos tener cuidado de a quién”.
