EL MAESTRO MENDIVE
Más allá de la cinta pétrea de las murallas se abrió como anuncio de la nueva ciudad en desarrollo, en 1772, el Paseo Extramural. Gobernaba a Cuba Felipe de Fondesviela, marqués de la Torre. En los años que siguieron a su fecundo mandato, las calzadas paralelas circundadas de jardines arbolados y fuentes se prolongaron hasta alcanzar su mayor longitud, desde las inmediaciones del Castillo de la Punta hasta el Campo de Marte. Cafés galantes, casas y palacios y el gran teatro Tacón reunían habitualmente a lo más selecto de una sociedad sobre la cual, como dramática advertencia, se cernían los elevados muros de la cárcel, monumental pretorio con que cerraba el paseo capitalino ya próximo al campo de la Punta.
La novedad del Prado —llamado así popularmente por su analogía con el de Madrid— atrajo también el interés de diversas instituciones culturales, por lo que se abrieron escuelas para atender fundamentalmente a los cientos de niños de la barriada, creciente y populosa. En el número 88 del paseo, esquina a la calle de Ánimas —en la actualidad marcada con el 266—, se inauguró el 19 de marzo de 1865 la Escuela Superior de Varones, de la que resultó elegido director, por oposición, Rafael María de Mendive.
En el discurso que pronuncia, cuyo original se conserva en el archivo de la antigua biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País, hoy Instituto de Literatura y Lingüística, afirma el maestro: “Hecho, y muy elocuente, es sin duda la inauguración de esta Escuela; sus puertas acaban de abrirse para dar entrada a ese grupo de niños que por pertenecer a las clases menesterosas despiertan mayores simpatías”.
Mendive había nacido en La Habana el 24 de octubre de 1821. La temprana muerte de sus padres y la desheredad que compartió con sus menores hermanos le hicieron valorar la importancia de la educación que alcanzó con incontables sacrificios. Tuvo la feliz oportunidad de ingresar como becario en el Real Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio en 1834, precisamente en la época en que el instituto alcanzaba el punto sobresaliente de su prestigio, para luego pasar a la Universidad Real y Pontificia y obtener el grado de Bachiller con notas de sobresaliente ante el claustro pleno. Poeta de delicada inspiración, en la prensa de la época se localizan sus colaboraciones; llegó, luego de la publicación en 1847 de la colección impresa de versos, a ser uno de los jóvenes valores intelectuales del momento cubano.
Su primer viaje a otros países le permite conocer en Nueva York al ilustre Félix Varela. En Francia frecuenta a José Antonio Saco; en España es reconocida su obra literaria, y allá alterna con Domingo del Monte. Luego recorrerá Italia para ampliar su cultura visitando las ruinas, los museos y las obras admirables de la antigüedad; de regreso a Cuba, labora incansablemente hasta ese día para él particularmente dichoso en que ejercerá como forjador de hombres, quiere decir, maestro.
Mendive había sido discípulo dilecto de José de la Luz y Caballero, que en el propio Paseo del Prado, en el número 52, y desde 1842, había regido el colegio San Francisco. Aquellas ejemplares relaciones entre maestro y discípulo, que hicieron venerable la ejecutoria de Luz y Caballero, fueron la norma de Mendive, y cuando luego se vio obligado, por el incumplimiento del municipio en el abono de sus haberes, a unir a la Escuela Superior de Varones su Colegio San Pablo,[1] aquel lugar se transformó en una fragua de caracteres.
Allí matriculó a la edad de doce años José Martí. Él nos ha dejado en sus escritos el retrato vivo del maestro, de sus compañeros y de la escuela. Podemos, a partir de ellos, sentir nuevamente la expectación y el entusiasmo de los días de 1868, en que Mendive seguía sobre el mapa de Cuba, apoyado en el plano, la ruta de Carlos Manuel de Céspedes, que se había lanzado a luchar por la libertad de la patria. Compartimos con Martí la noche azarosa de los sucesos de Villanueva, la prisión de Mendive, y comprendemos entonces cabalmente el orgullo con que él y Fermín Valdés Domínguez redactaron la esquela que dirigieron al joven Carlos de Castro y de Castro, que, sordo a su formación patriótica, había ingresado en las filas del nefasto Cuerpo de Voluntarios, esquela en que, luego de recriminarlo por esa acción, expresaban: “Esperamos que un discípulo del Sr. Rafael Ma. de Mendive no ha de dejar sin contestar esta carta”.[2] Y aún más, la carta que muchos años después, desde Nueva York, el primero de julio de 1891, dirigiera Martí a Enrique Trujillo, donde se refiere al maestro Rafael Ma. de Mendive, en la que expresa: “Prefiero recordarlo, a solas, en los largos paseos del colgadizo, cuando, callada la casa, de la luz de la noche y el ruido de las hojas fabricaba su verso; o cuando, hablando de los que cayeron en el cadalso cubano, se alzaba airado del sillón, y le temblaba la barba”.[3]
Para los que transitan por el Prado, importante conjunto monumental de La Habana, de singular belleza, lleno de recuerdos y acontecimientos, nada hay en esta esquina contigua al Palacio de los Matrimonios que recuerda a la escuela de Mendive. ¡Qué hermoso sería si en este ámbito se situase el Museo de la Pedagogía Cubana, tras la huella de Martí![4]
Tomado de Opus Habana, Oficina del Historiador de La Habana, no. 53, abril-diciembre 2018, pp. 8-9.
Notas:
Véase Abreviatura y siglas
[1] Véase el artículo de Argel Calcines: “El Colegio San Pablo. Arte y magisterio en Rafael María de Mendive”, Opus Habana, La Habana, Oficina del Historiador de La Habana, no. 53, abril-diciembre 2018, pp. 10-12.
[2] José Martí y Fermín Valdés Domínguez: “Carta a Carlos de Castro y de Castro”, La Habana, 4 de octubre de 1869, OCEC, t. 1, p. 39.
[3] JM: “Rafael María de Mendive”, El Porvenir, Nueva York, 1º de julio de 1891, EJM, t. II, pp. 299-300.
[4] Publicado en el diario Granma, el 16 de marzo de 1980, este artículo del Historiador de La Habana fue recopilado en su libro Regresar en el tiempo (Editorial Letras Cubanas, 1986), en el capítulo “Tras las huellas de Martí”. Dirigido a un amplio público, se trata del primer llamado a recuperar el inmueble de Prado 88 (hoy, 266) para devolverle su significado patrimonial como la escuela donde ejerció su magisterio ejemplar el fundador del Colegio San Pablo.