Por Melissa Martín
Como parte de los talleres de Dibujo y apreciación del arte que organiza la Casa, recientemente visitamos la galería Villa Manuela de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) y tuvimos una experiencia única gracias al artista plástico cubano José Toirac (José Ángel Toirac Batista, Guantánamo, Cuba, 1966), quien explicó pieza por pieza el proceso de investigación y construcción de su muestra «Acto de fe».
La exposición plasma los desvelos de su creador para comprender y expresar, mediante piezas de arte, emociones, vivencias e ideas de José Martí a lo largo de sus 42 años de existencia.
A través de diversos materiales como madera, ramas y frutos de diversos árboles, tierra, hierro, tinta, cera, mármol de Carrara, entre otros, el artista nos conduce por las cartas del Apóstol, gracias a sus enjudiosas descripciones y muestras de fina sensibilidad a la belleza natural, que aspiraba a cargar en su pecho en toda su inmensidad.
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Toirac nos revela una breve historia escrita mediante recreaciones de objetos que acompañaron a Martí ―el grillete que le colocaron en la cárcel y le marcó de por vida; la pistola que le regala Panchito Gómez Toro y nunca llegó a disparar― o que este anotó en sus diarios de campaña; donde dejaba fluir, incluso en los tiempos más difíciles en que tuvo que escribir «mal y rápido», el caudal del Contramaestre turbio e inquieto ―como estaba su corazón―, o vio crecer ante sí las ceibas y los dagames del campo cubano.
La muestra es un testimonio de largos años de lecturas, indagación, complicidad misteriosa y ferviente, y recorridos por los sitios donde pisó el Maestro antes de caer en combate. Las paredes de la galería no revelarán este detalle a los visitantes; la profundidad simbólica de las piezas hablarán en nombre de la devoción de Toirac.
Por momentos, una habitación es más que el soporte donde se ha dispuesto la exploración artística para ser apreciada, y se transforma en un espacio de culto sagrado. Así lo confiesan las ramas de los árboles, del dagame y el fustete que hacen guardia de honor a la tierra traída desde Playitas de Cajobabo ―bañada en vino tinto―, símbolo del cuerpo ensangrentado que fue colocado en un ataúd de cedro, y la primera cruz de caguairán dispuesta donde cayó José Martí.
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Los niños de los talleres quedaron impresionados ante la cantidad de datos que Toirac les reveló, o los secretos y las licencias artísticas que pueden permitirse quienes recrean el mundo en obras de arte.
Agradecemos al artista por obsequiarles una mañana útil para su formación artística, y a la galería por recibirnos. Asimismo, acogemos como nuestros sus consejos entre líneas, al recordar a los pequeños cómo Martí es cabal expresión de que nuestra más importante posesión en la vida es el tiempo, y debemos usarlo con sabiduría.
Muchas gracias a todas las personas que colaboraron para que este encuentro sucediera y a los padres que confían un poquito del tiempo de sus hijos a la responsabilidad de nuestro centro. Por parte del equipo queda cumplir la promesa que hiciera nuestro especialista Fidel Hechavarría, de sembrar estos cuatro árboles en nuestro centro, y rendir honor a la fe infinita con que cayó el Apóstol en Dos Ríos, y Toirac asumió como impulso.