POR QUÉ SER MARXISTA HOY

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IV

      La cuestión se plantea, sobre todo, con respecto a la práctica que, en nombre del marxismo, se ejerció después de haberse abolido las relaciones capitalistas de producción y el poder burgués, para construir una alternativa al capitalismo: el socialismo. Ciertamente, nos referimos a la experiencia histórica, que se inaugura con la Revolución rusa de 1917, que desembocó en la construcción de la sociedad que posteriormente se llamó el “socialismo real”. Un “socialismo” que se veía a sí mismo, en la ex Unión Soviética, como la base, ya construida, del comunismo diseñado por Marx en su Crítica del programa de Gotha.[5]

     Sin entrar ahora en las causas que determinaron el fracaso histórico de un proyecto originario de emancipación, al pretender realizarse, puede afirmarse, primero, que, no obstante, los logros económicos, sociales y culturales alcanzados, condujo a un régimen económico, social y político atípico —ni capitalista ni socialista—, que representó una nueva forma de dominio y explotación. Segundo, que ese “socialismo” significó, no obstante, un dique a la expansión mundial del capitalismo, aunque es evidente también que con su derrumbe la bipolaridad en la hegemonía mundial dejó paso a la unipolaridad del capitalismo más depredador, concentrada en el imperio de los Estados Unidos. Y tercero, que la opción por, y las esperanzas en la alternativa social del socialismo quedaron sumamente reducidas o cegadas, así como las del marxismo que las inspiró y fundamentó. A ello contribuyó decisivamente la identificación falsa e interesada del “socialismo real” con todo socialismo posible y la del marxismo con la ideología soviética que lo justificó.

V

      Puesto que no es tan fácil negar el carácter liberador, emancipatorio, del pensamiento de Marx y del marxismo clásico, los ideólogos más reaccionarios, pero también más perspicaces del capitalismo, tratan de sostener la imposibilidad de realización del socialismo. Y para ello recurren a diversas concepciones idealistas del hombre, de la historia y la sociedad. Unas veces, apelan a una supuesta naturaleza humana inmutable —egoísta, competitiva—, propia en verdad del homo economicus capitalista, incompatible con la fraternidad, solidaridad y cooperación indispensables en una sociedad socialista. Otras veces, se valen de la concepción teleológica de la historia que decreta —muy hegelianamente— la inviabilidad del socialismo, al llegar aquella a su fin con el triunfo del capitalismo liberal, o más exactamente neoliberal.

     También se recurre a la idea fatalista de que todo proyecto emancipatorio, al realizarse, se degrada o desnaturaliza, inevitablemente. Y, por ultimo, se echa mano del “pensamiento débil” o posmoderno, para el cual la falta de fundamento o razón de lo existente invalida toda causa o proyecto humano de emancipación.

     Como es fácil advertir, en todos estos casos se persigue o alimenta el mismo fin: confundir las conciencias, desmovilizarlas y cerrar así el paso a la organización y la acción necesarias para construir una alternativa social al capitalismo y, por tanto, a todo pensamiento que —como el marxista— contribuya a ella.

VI

      Ahora bien, aun reconociendo la falsedad de los supuestos ideológicos en que se apoyan estos intentos descalificadores, así como los intereses de clase que los promueven, es innegable que, a raíz del hundimiento del “socialismo real”, se da un descrédito de la idea de socialismo y un declive de la recepción y adhesión al marxismo. Y ello cuando la alternativa al capitalismo, en su fase globalizadora, se ha vuelto más imperiosa no solo porque sus males estructurales se han agravado, sino también porque al poner el desarrollo científico y tecnológico bajo el signo del lucro y la ganancia, amenaza a la Humanidad con sumirla en la nueva barbarie de un holocausto nuclear, de un cataclismo ecológico o de la supeditación de los logros genéticos al mercado.

     De tal manera que, en nuestros días, el agresivo capitalismo globalizador, hegemonizado por los Estados Unidos, al avasallar, con sus guerras preventivas, la soberanía y la independencia de los pueblos, al hacer añicos la legalidad internacional, al volver las conquistas de la ciencia y la técnica contra el hombre y al globalizar los sufrimientos, humillaciones y la enajenación de los seres humanos, atenta no solo contra las clases más explotadas y oprimidas y contra los más amplios sectores sociales, sino también contra la Humanidad misma, lo que explica el signo anticapitalista de las recientes movilizaciones contra la guerra y de los crecientes movimientos sociales altermundistas en los que participan los más diversos actores sociales.

     La emancipación social y humana que el marxismo se ha propuesto siempre pasa hoy, necesariamente, por la construcción del dique que detenga esta agresiva y antihumana política imperial estadounidense. Pues bien, en la construcción de ese dique al imperialismo, que tantos sufrimientos ha infligido al pueblo cubano, está hoy sin desmayo, como siempre, y fiel a sus orígenes martianos, la Revolución cubana.

VII

      Llegamos al final de nuestro discurso con el que pretendíamos responder a la cuestión de si se puede ser marxista hoy. Y nuestra firme respuesta al concluir, es esta: puesto que una alternativa social al capitalismo —como el socialismo— es ahora más necesaria y deseable que nunca, también lo es, por consiguiente, el marxismo que contribuye —teórica y prácticamente— a su realización. Lo cual quiere decir, a su vez, que ser marxista hoy significa no solo poner en juego la inteligencia para fundamentar la necesidad y posibilidad de esa alternativa, sino también tensar la voluntad para responder al imperativo político-moral de contribuir a realizarla.

     Por último, reitero mi más profundo agradecimiento a la Universidad de La Habana, porque con la alta distinción que me otorga me da un vigoroso impulso para continuar, en su tramo final, la obra que ha tenido y tiene como eje teórico y vital al marxismo.

Adolfo Sánchez Vázquez

Tomado de la revista Caminos, no. 34, La Habana, 2004.[6]

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Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[5] Carlos Marx: Crítica del programa de Gotha (1875), Obras escogidas en tres tomos, ob. cit., t. 3, pp. 5-27.

[6] Las notas corresponden al E. del sitio web.