[FRAGMENTOS DEL DISCURSO
PRONUNCIADO EN EL CLUB
DEL COMERCIO
Primera versión
Así, temblando mis mejillas al recuerdo de los días de patriarcal grandeza en que los abrazos de bienvenida sacaron al padre feliz[2] de su caballo de batalla, como tiembla la superficie de la tierra al ser movida por el fuego interior de los volcanes,—fuime a pagar, frente a su tumba blanca, como cumplía a un alma tan pura, mi tributo impaciente, y, si por menguado temor de parecer vulgar o lisonjero no doblé reverentemente ante las cenizas del hombre un segundo la rodilla—con efusión filial le envié un beso amorosísimo, de largo tiempo en mi alma comprimido, y con mis ojos nublados no sé si de lágrimas, o de dolor por los males de mi pueblo, o de vapor de gloria, busqué en torno mío la más alta montaña de los Andes, como si allí, sobre su más alta cresta, debiera reposar nt. gigante, como mensaje[3] más enérgico que pudiera enviar la tierra al cielo.—
Día de fiesta me parecieron, aunque eran días de trabajo—a bien que yo tengo el día de trabajo por verdadero día de fiesta,—[4] mis días primeros de Caracas.[5]—No sabía yo, a poco andar cuáles eran más claros, si los cielos, o las almas. Ni sabía, al irme en las perfumadas noches a no[6] verter mi alma,—el alma sola de un desconocido—en el alma universal que en todas partes flota, besa y corona;—ni sabía qué estrellas brillaban más, si las del cielo, o las de la tierra.—Si por los valles echaba a andar, pensaba involuntariamente en los mansos rebaños y en los sabrosos goces de la Arcadia;[7] si a los cerros miraba,[8] cambiaban al sol alegre, como al sol cambia el plumaje variado de los colibríes; las nubes; como que venían, cargadas de fantasías celestes, a acariciar las sienes de las vírgenes,—y se iban, al venir el sol, señor del alma, perezosamente de los rubios techos; y si extendía mi humilde mano, parecíame—en cualquiera dirección que la extendiere, que iba a acariciar con ella el dorso de los montes. No sé qué extraño orgullo,—ese hermoso orgullo que al hijo alienta por la beldad y glorias de su madre, inflamaba mi pecho en mis paseos. Si preguntaba por un barranco, hallábamelo puente.—Si me daba con arrogantísima fachada griega, que más que invita, obliga, por su imponente forma, a todas las grandezas de la ley, decíame que eso era ha poco pared recia y musgosa, donde andaban; como búhos dormidos, épocas muertas.—Y me abrió el hogar sus puertas—y hallé[9]—loada sea la ocasión que encuentre al fin para decirlo—uno de los pueblos más sanos y de los hogares más honrados que he visto en mis peregrinaciones por la tierra!—Y me dije: No vayas adelante—cansado peregrino:[10] Depón, tu bordón roto al umbral de este pueblo de hidalgos y de damas;—reposa en los valles; con agua de estos ríos restaña tus heridas; ayúdales en su trabajo; aflígete con sus dolores; echa a andar por estos cerros a tu pequeñuelo; estrecha la mano a estos hombres, caminante: besa la mano de estas damas, peregrino.—
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] El discurso fue pronunciado en Caracas, el 21 de marzo de 1881. Manuscrito en hojas de 15,1 por 23,5 cm.
[2] En los primeros días de agosto de 1813, Simón Bolívar entró victorioso en Caracas junto a sus soldados, después de realizar la Campaña Admirable. La ciudad saludó a los libertadores al son de las campanas y en la Plaza Central doce doncellas de las familias patriarcales de esa ciudad le pusieron una corona de laurel.
[3] A continuación de la “e”, rasgo ininteligible.
[4] Lección dudosa.
[5] José Martí llegó a Caracas el 21 de enero de 1881.
[6] Lección dudosa, tanto por los rasgos como por el sentido. Véase la segunda versión de este texto donde no aparece la negación.
[7] Zona montañosa de la antigua Grecia, idealizada como el símbolo de la felicidad pastoril.
[8] Caracas se encuentra en un valle rodeado de elevaciones, llamadas allí comúnmente cerros.
[9] Lección dudosa.
[10] Mayúscula a continuación en el manuscrito.
[11] Esta palabra escrita sobre rasgos ininteligibles. Lección dudosa.
[12] “Al fin Nieto hizo algo de lo que el árabe encomienda: ‘Planta un árbol; escribe un libro; crea un hijo’”. (JM: “Boletín. La Sociedad de Historia Natural”, Revista Universal, México, 31 de julio de 1875, OCEC, t. 2, p. 146).
“[…] ¡Ay! infeliz del viejo que no ha cumplido el precepto del árabe: este hombre no ha hecho un libro, no ha plantado un árbol, no ha curado [creado] un hijo […]”. (JM: “Isla de Mujeres”, [marzo de 1877], OCEC, t. 5, pp. 41-42).
“Y vi entonces, desde estos vastos valles, un espectáculo futuro, en que yo quiero o caer, o tomar parte. Vi hervir las fuerzas de la tierra,—y cubrirse como de humeantes delfines, de alegres barcos los bullentes ríos—[…]—y vi, puestos al servicio de los hombres el agua del río, la entraña de la tierra, el fuego del volcán.—Los rostros no estaban macilentos, sino jubilosos; cada hombre, como cada árabe, había plantado un árbol, escrito un libro, creado un hijo; la inmensa tierra nueva, ebria de gozo de que sus hijos la hubiesen al fin adivinado, sonreía; todas las ropas eran blancas; y un suave sol de enero iluminaba blandamente aquel paisaje // Oh! qué calvario hemos de andar aún para ver hervir así la tierra, y ver correr, puro en nuestras manos el fuego del volcán!”. (JM: “[Fragmentos del discurso pronunciado en el Club del Comercio. Segunda versión]”, Caracas, 21 de marzo de 1881, OCEC, t. 8, pp. 37-38).
“Debiera exigirse a cada hombre, como título a gozar de derechos públicos, que hubiera plantado cierto número de árboles.
Lo dicen los árabes, que hablan con el sol,—maravillosos sabios: ‘Escribe un libro: crea un hijo: planta un árbol’”. (JM: “Inmigración”, La América, Nueva York, septiembre de 1883, OCEC, t. 18, p. 153).
[13] Aquí se interrumpe el manuscrito.
[14] Referencia a la leyenda de los indios tamanacos acerca de la creación del hombre, según la cual, después de un gran diluvio, Amalivaca y su mujer, los únicos que sobrevivieron comenzaron a arrojar por sobre sus cabezas y hacia atrás, los frutos de la palma moriche, y de las semillas de estos salieron los hombres y mujeres que poblaron la tierra. Véase el ensayo de Cintio Vitier: “Una fuente venezolana de José Martí” (1973), Temas martianos. Segunda serie, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, pp. 81-108.
[15] Río Bravo o Grande del Norte. Río de México que marca la frontera con Estados Unidos.
[16] Comuna de Chile, ubicada en la provincia de Arauco en la región del Biobío. En lengua mapuche, “agua gredosa”.
[17] Lección dudosa.
[18] Lección dudosa.
[19] Así en el manuscrito.
[20] El texto termina a mitad de la hoja y continúa en otra hoja.
[21] Personaje bíblico. Tercer hijo de Noé, hermano de Sem y Cam. Es considerado el progenitor de la raza blanca.
[22] A continuación, mayúscula en el manuscrito.
[23] La idea expresada en este párrafo acerca del significado de Cuba como puente entre América Latina y Europa, es repetida por Martí más de una vez en textos posteriores, y le servirá para fundamentar la necesidad de la independencia de la Isla. Véase “El tercer año del Partido Revolucionario Cubano”, texto publicado en Patria, el 17 de abril de 1894.El discurso fue pronunciado en Caracas, el 21 de marzo de 1881. Manuscrito en hojas de 15,1 por 23,5 cm.

