MARTÍ EN SU OBRA

INTRODUCCIÓN A SUS OBRAS COMPLETAS

Propósito y límite

Con la publicación de este primer volumen se inicia la de las Obras Completas[1] de José Martí. Por el esfuerzo unido del Consejo Nacional de Cultura, la Editorial Nacional y el Consejo Nacional de Universidades, estará pronto en muchas manos lo más de lo que escribió nuestro grande hombre. Y no sobra que digamos algunas razones sobre este empeño considerable, su naturaleza, limitaciones y propósitos.

     En la edición de las Obras de Martí existen criterios disímiles, alguna vez externados en la plática y en el artículo. Tales criterios tienen mucho que ver con las características de la escritura martiana y con el hecho de no haber sido nuestro héroe —por gran suerte—, un escritor profesional, de los que viven prendidos a la adecuada publicación, en vida y en muerte, de cuanto salió de su mano.

     Como en nuestro poderoso creador la letra es la vida misma, la noble aventura que fue su existencia va dejando cálida huella a lo largo de horas y lugares, y durante buen tiempo gozaremos la sorpresa, de descubrir un reportaje o una carta, un recado o una advertencia, una proclama o un poema, aparecidos en algún paraje americano. Ello determina que todavía las Obras Completas no lo sean en realidad y que el retablo de maravillas que es su estrofa y su período quede en suspenso, esperando el acorde final como una prodigiosa sinfonía inconclusa.

     Si las verdaderas y cabales Obras Completas no pueden todavía intentarse, menos hay que pensar en una edición crítica de Martí. Pasarán algunos años para que tengamos a la vista, en su conjunto impresionante y en su numerosa intimidad, lo que dejó escrito nuestro hombre. Una edición crítica es, como se sabe, un cruzamiento reiterado, tenaz y puntual del ancho campo cubierto por un escritor considerable. El hierro profundo —terco y sensible—, ha de remover la tierra céntrica y la vecina, comunicando la escritura con la época y su gente y ofreciendo, al final, esa máquina casi milagrosa, ese conjunto incansable y ascendente que es el entendimiento de un momento histórico a través de una pupila primordial. Una edición crítica es el hombre y su tiempo —todo el tiempo y todo el hombre—, o es un intento fallido.

     No hace muchas semanas advertíamos con limpia cordialidad a Don Ezequiel Martínez Estrada cómo su ansiedad por la edición crítica de Martí constituía un noble empeño por el momento inválido.[2] Y nos atrevíamos a mostrarle el ejemplo de Teresa de Ávila, que solo después de los tres siglos cuenta con el registro pleno y las vecindades enriquecedoras de su obra. No tendremos que esperar tanto en Martí; pero si nos falta una porción, aunque no cuantiosa, de su tarea escrita, hemos de aplazar algún trecho el magno empeño.

     En Martí la alusión es tan frecuente como varia e inesperada. Vivió nuestro héroe en una selva intrincada y batalladora de hombres y de libros, de resonancias, recuerdos y premoniciones. Un balance onomástico pleno y un registro de fechas y lugares aparecidos en sus páginas, darían un volumen de buen tamaño. No se olvide que nuestro escritor vive comunicado con el pasado y con el presente y que su curiosidad y sintonía son de tal modo ansiosas y penetradoras que, si en la estimación de autores va desde los más altos a los de menor estatura, anota siempre con maestría soberana los relieves y las medidas de los grandes capitanes de su día, sin olvido del perfil huidizo y el latido soterrado del más humilde de sus colaboradores. Existe un mundo martiano, ancho para toda una vida de averiguación, noticia y pensamiento. Por ahora hemos de contentarnos con los signos primordiales de ese mundo.

     Pero, si no podemos ofrecer hoy lo que exige trabajo lúcido y prolongado, y serán nuestros nietos los que tendrán en su mano a todo Martí, no es dable dar la espalda a un deber cumplidero: el de entregar, en término de tres años, el Martí posible que es, por cierto, el Martí mejor. Y lo decimos porque cualesquiera sean la sorpresa y el hallazgo futuros, el poeta y el prosista de inesperada magnitud están en lo que aquí se ofrece. Es posible, casi diríamos seguro, que en el Martí oculto que nos mostrará el mejor día su faz cercana y distinta, anden virtudes soberanas de entendimiento y expresión; pero es muy difícil que añada cosa sustancial a lo conocido.

     Decimos, con muy fuertes razones, que el mejor Martí es el ofrece en esta colección. ¿Es verosímil que pueda superarse la plasticidad sangrante de El presidio político? ¿Podrá descubrirse más ejemplar, más clásica novedad, que la de los Versos sencillos? ¿Andará enterrado en algún periódico del Continente crónica pareja a la que inspira el puente de Brooklyn, estampa de mejor latido que la del general Grant,[3] comunicación tan íntima y consustanciada como la que nos entrega a Walt Whitman,[4] entendimiento tan cabal como el que nos dibuja la honra herida de Henry Ward Beecher,[5] discursos como los inspirados por Simón Bolívar[6] y José María de Heredia,[7] y cartas como las que dirige en el 92 a Máximo Gómez[8] y a Enrique Collazo,[9] y a la madre,[10] frente al sacrificio inminente? ¿Existirán en alguna parte misivas y artículos defendiendo a su América como los provocados por el Congreso Internacional de Washington en 1889. ¿Y podrá ocurrir, lo que sería hallazgo primordial, que se nos ofrezca de nuevo el friso palpitante, claro y magno —caso inusitado de madurez radiosa—, de La Edad de Oro?

     No es la primera vez que ven la luz unas Obras Completas de Martí, y estas de ahora han de ser, desde luego, las más amplias y vigiladas, las más completas de cuantas han aparecido. En las primeras décadas de la República mediatizada comenzaron a publicarse los volúmenes en que Gonzalo de Quesada y Aróstegui, tan cerca del trabajo y la devoción de Martí, ofreció lo que conservaba de la extensa papelería[11] que vio crecer a su vista en los días duros y promisores de la gestación del 95. La gratitud cubana debe reiterarse al esfuerzo inicial, realizado en los más diversos parajes y en las más duras condiciones, por el leal discípulo. Sin aquel impulso primero, no se hubiera llegado al trecho que hoy transitamos.

     No se quebranta secreto al proclamar que lo que aquí se entrega reitera, en gran parte, lo que se dio en la Editorial Trópico hace algunos años.[12] Solo que aquí se añade cuanto ha aparecido como de Martí desde aquel valioso aporte hasta nuestros días. Por suerte y ventura, ordena esta edición y la vigila Gonzalo de Quesada y Miranda, martiano capaz y fervoroso y digno seguidor del empeño paterno.[13] Aquí se ofrece todo el Martí conocido, y desde aquí se pide de nuevo que quien tenga prosa o verso de nuestro libertador los haga llegar a los encargados de esta edición, a lo largo de los tres años en que realizará su propósito. De ese modo, y en la medida posible, comunicamos a nuestro singular creador con el que quiera conocerlo y nos consolamos de la modestia de nuestro esfuerzo imaginando lo que podrá construirse mañana con las piedras de fundación que aquí se ordenan.

El genio fiel

     Diríamos algo consabido, pero no descaminado, si aconsejásemos a los lectores de estas Obras Completas que fueran a ellas con gesto ansioso y limpia atención. Ningún comentario vale lo que la letra viva de un escritor, y en el caso de Martí adquiere esta verdad fuerte relieve. Lo mejor será ir penetrando, a cada aparición de los volúmenes de estas Obras, en un orbe captador por su singularidad mantenida y cercano por sus jugos isleños y su rica humanidad.

     Acercándose en esta actitud a la letra martiana —sin dejar de conocer, desde luego, lo certero y valioso que de ella se ha dicho—, poseerá nuestro compatriota un tesoro invalorable; porque Martí es, por rara coincidencia, un artista de medidas soberanas, de los que pueden resistir a pie firme el fuego de la traducción a todas las lenguas, y, al propio tiempo, la expresión más colmada —ejemplo de ejemplos—, de lo cubano. Por ello, quien lo lea con atención amorosa encontrará el camino de perfección de que tanto hablaban los clásicos; es decir, aquella vía por la que descubrimos todas las posibilidades de radiosa culminación que pugnan en “el pedazo de mundo que nos ha tocado contemplar más de cerca”.[14]

     Emprendido el camino de la lectura martiana, se ira integrando, en un gozoso aprendizaje, la imagen de un escritor de potencias inigualables por la conjunción peregrina entre la sabiduría y el sentimiento. La obra de Martí queda como la primera entre los creadores de su ámbito continental en razón de la lealtad a su tiempo y a sus gentes. Caso anteico si los hay, toma poder del ímpetu telúrico que le entra por todos los poros del cuerpo y del espíritu, y tiene potencias, como los grandes árboles de su América, para multiplicar al infinito la flor y el fruto de gusto y sorpresa.

     Mientras más se visita la selva martiana mejor se aprende que esa comunicación sustancial entre el hombre y su tiempo es la que determina la mayor grandeza del escritor. Desde luego que la capacidad receptiva —la sensibilidad, digámoslo con término consabido—, es la clave recóndita de la expresión iluminadora; pero el grado de entendimiento de lo circundante determina el poder del mensaje, alimentándolo de luces inesperadas. La vida con sus insospechadas presencias hace al artista extraordinario, ofreciéndole la inmedible sustancia que transformará en su invención.

     Quien siga el largo sendero que se inicia con este libro tendrá ocasión de presenciar un raro espectáculo, el de un artista que, siendo siempre el mismo —genio y figura, gesto y entraña— tiene poderes para trasmutar en expresión nueva lo que le dicen su intimidad y su dintorno. La palabra se mantiene fiel a su oficio y a su misión, y la belleza es la obligada vestimenta del pensamiento magnánimo.

     Desde luego que todo gran escritor es un gran estilo y el de Martí es de los más intensos y distintos;[15] pero lo inusitado y singular está en que, reiterando un modo de decir personalísimo, se hace su reino de las parcelas más ilustres de su pasado y su presente, sin quedar enclavado en ninguna de ellas. Proclama con su ejemplo, más que en la predicación incansable, que el rumbo ha de hacerse en la dirección que marca y define la pelea con todos los vientos. Martí se deja herir, sobre todo en sus años de mocedad, por muchas flechas ilustres; pero ello será mientras adquiere fuerzas para arrancarlas del pecho incansable. Después, lograda la máxima virtud, lanzará al viento, enriquecidos en su tránsito y mudados en la esencia, los hierros que intentaron aprisionarle.

     Cuando se conoce el largo trayecto que va desde su carta de Hanábana hasta la carta a Mercado —el amor y la amistad, hitos tutelares—, se tiene noticia de un mundo de expresiones diversas y a veces contradictorias (¿no ha podido mostrarse la escritura martiense como modelo de sencillez y, al mismo tiempo, como encarnizamiento conceptista?) y, en alguna ocasión, parece como si se batieran en duelo a muerte el ímpetu errabundo y la economía definidora. En verdad, se trata de dos caras de una moneda reluciente que se abrazan por la entraña.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] JM: Obras completas, prólogo de Juan Marinello, La Habana, Editorial Nacional de Cuba, 1963-1973, 28 tomos. (El tomo 28 fue publicado por la Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro).

[2] Véase la carta de Marinello a Ezequiel Martínez Estrada, publicada en Bohemia, La Habana, el 13 de noviembre de 1962. Puede consultarse también en el Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2013, no. 36, pp. 295-298.

[3] Véase “El general Grant”, La Nación, Buenos Aires, 27 de septiembre de 1885, OCEC, t. 22, pp. 156-190.

[4]  Véase “El poeta Walt Whitman”, El Partido Liberal, México, 17 de mayo de 1887, OCEC, t. 25, pp. 274-289.

[5]  Véase “La muerte del gran predicador, Henry Ward Beecher”, El Partido Liberal, México, 2 de abril de 1887, OCEC, t. 25, pp. 194-206.

[6]  Véase el discurso en honor de Simón Bolívar, pronunciado en Nueva York, en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana, el 28 de octubre de 1893, De la historia a las letras: Bolívar por Martí. Antología crítica, introducción, selección y notas de Lourdes Ocampo Andina, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Ediciones Boloña, 2012, pp. 101-113.

[7] José María Heredia y Heredia (1803-1839). Véase el discurso en honor de José María Heredia, pronunciado en Nueva York, en la velada celebrada en Hardman Hall, el 30 de noviembre de 1889, OC, t. 5, pp. 165-176.

[8]  Véase la carta dirigida al general Gómez desde Santiago de los Caballeros, Santo Domingo, el 13 de septiembre de 1892, EJM, t. III, pp. 207-210.

[9]  Véase la carta dirigida al comandante Collazo, fechada en Nueva York, el 13 de enero de 1892, EJM, t. III, pp. 8-13.

[10] Doña Leonor Pérez Cabrera (1828-1907). Véase la carta dirigida a la madre, fechada en [Montecristi], el 25 de marzo de 1895, TEC, p. 15.

[11] Véase Obras de Martí, edición de Gonzalo de Quesada y Aróstegui, La Habana, 1900-1919, 15 t. (El t. XV fue publicado por Angelina Miranda; los no. I, V y X, se imprimieron en Washington, Roma y Leipzig, respectivamente). Hay una segunda edición a cargo de Gonzalo de Quesada y Miranda y patrocinada por la Logia Unión Latina, La Habana, Imprenta y Papelería de Rambla, Bouza y Cía., 1923. En 1933 se publicó un nuevo volumen, el XVI, titulado Flores del destierro, con versos inéditos de Martí.

[12] JM: Obras completas, edición a cargo de Gonzalo de Quesada y Miranda, prólogo de Emeterio S. Santovenia, La Habana, Editorial Trópico, 1936-1958. En los 74 volúmenes de esa edición se incluyeron dos de Índice y una Guía para las Obras completas de José Martí.

[13] Véase el artículo de Nydia Sarabia dedicado a Gonzalo de Quesada y Miranda titulado “En el centenario de un gran martiano”, publicado en el Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2000, no. 23, pp. 271-273.

[14] “Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer”. (JM: La revista literaria dominicense, “En casa”, Patria, Nueva York, 26 de enero de 1895, no. 146, p. 3; OC, t. 5, p. 468.

[15] “El estilo de Martí, sin antecedentes americanos, […] viene tamizado desde las más lejanas fuentes del idioma. Con su elocuencia recia y fulgurante, sus certeros arcaísmos que le confieren tanta gracia, con su simplicidad de poeta prístino que le ha dado el rigor del despojamiento y hace de su estrofa brillante una gema límpida, solo podemos encontrarle raíces en lo más profundo de Santa Teresa, su hermana monja. Martí, escritor, orador, poeta, es tan inmenso como Martí patriota”. [Juana de Ibarbourou: “La poesía de Martí”, Memoria del Congreso de Escritores Martianos (febrero 20 al 27 de 1953), La Habana, Publicaciones de la Comisión Nacional Organizadora de los Actos y Ediciones del Centenario y del Monumento de Martí, Imprenta Úcar, García, s. a., La Habana, 1953, pp. 632-637].

     Otros textos relacionados:

  • Américo Lugo: “El escritor”, epíg. de “José Martí”, José Martí: Flor y lava(antología), París, Sociedad de Ediciones Literarias y Artísticas, Librería Paul Ollendorf, [1910], pp. XV-XVIII. [Boletín de la Academia Cubana de la Lengua. (Homenaje a José Martí en el centenario de su natalicio), octubre-diciembre de 1952, pp. 490-492].
  • Miguel de Unamuno: “Sobre el estilo de Martí” (Salamanca, julio de 1919), José Martí. Valoración múltiple, La Habana, Fondo Editorial Casa de las Américas, 2007, t. 2 (edición al cuidado de Ana Cairo Ballester), pp. 57-61.
  • Lino Novás Calvo: “El estilo que falta”(1946), Boletín de la Academia Cubana de la Lengua (Homenaje a José Martí en el centenario de su nacimiento), La Habana, octubre-diciembre de 1952, no. 4, pp. 620-623.
  • Fina García Marruz: “El estilo”, epíg. de “José Martí”,Revista Lyceum, vol. VIII, La Habana, mayo de 1952, no. 30, pp. 18-21.
  • Raimundo Lazo: “La personalidad de Martí en el estudio de su estilo”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua(Homenaje a José Martí en el centenario de su nacimiento), La Habana, octubre-diciembre de 1952, no. 4, pp. 657-661.
  • Medardo Vitier: “Sobre el estilo de Martí”, Boletín de la Academia Cubana de la Lengua(Homenaje a José Martí en el centenario de su nacimiento), La Habana, octubre-diciembre de 1952, no. 4, pp. 713-714.
  • Alfredo A. Roggiano: “Poética y estilo de José Martí”, Humanitas, Tucumán, Argentina, 1953 [José Martí. Valoración múltiple, La Habana, Fondo Editorial Casa de las Américas, 2007, t. 2 (edición al cuidado de Ana Cairo Ballester), pp. 57-61; y Antología crítica de José Martí, compilación, prologo y notas de Manuel Pedro González, México, Editorial Cultura, 1960].
  • Manuel Pedro González: “Conciencia y voluntad de estilo en Martí (1875-1880), Indagaciones martianas, Universidad Central de Las Villas, 1961, pp. 83-139.