[FREDERICK DOUGLASS]
Entre los hombres extraordinarios modernos, uno hay en los Estados Unidos del Norte, que tiene derecho a que se loen sus merecimientos y perseverancias. Es Federico Douglass, un hombre de color, orador famoso y elocuentísimo, caballero perfecto, y ornamento del Senado norteamericano. Nos da ocasión a escribir estas líneas un libro acabado de salir de las prensas, que es obra de Douglass, su Autobiografía. Este senador de hoy fue esclavo ayer. Nació esclavo. No conoció a su padre, ni supo nunca quién su padre fuese. Solo en raras ocasiones le permitían ver a su madre. Conoció la desnudez, y vivió en ella. Vivió en el hambre, en el frío, entre los azotes. Le azotaban a menudo de tal modo que le dejaban por muerto. Su ingenio precoz excitaba la ira de sus dueños. Esa fue su niñez. Y su juventud fue tal que no hubo momento de ella en el que la muerte no hubiese sido bienvenida. Luego se fugó, se desarrolló, dio vuelo a su alma fuerte, soltó las alas a su palabra poderosa, fue electo miembro del Senado por los hombres blancos. Amigos y adversarios le escuchaban con delicia: hay oradores en aquel gran país más incisivos, como Blaine; más imponentes, como Conkling;[1] más correctos, como Curtis; más elegantes, como Winthrop; pero ninguno es más impetuoso, más apasionado, más abundante que Federico Douglass. En esta autobiografía cuenta de una manera franca, llana y noble todas sus desventuras. El alma ha de estudiarse como el cuerpo: solo que el cuerpo es fácil de estudiar, porque no hay más que tenderlo sobre una mesa de anatomía; y para ver el alma, hay que ahondar más, y mirar con ojos superiores: por lo que, como aquel zorro de la fábula,[2] los que no son capaces de este modo de mirar, niegan que haya que ver, y desconocen el espíritu que no saben analizar. El libro de Douglass es un texto de esa ciencia difícil, de esa anatomía espiritual.
“Sección constante”, La Opinión Nacional, Caracas, 25 de febrero de 1882, OCEC, t. 12, p. 220.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] En La Opinión Nacional: “Conckling”. Roscoe Conkling.
[2] Referencia a la fábula de Esopo, La zorra y las uvas.

