¡Qué atmósfera tan suave y perfumada! Palpitan en el aire las brisas, los suspiros y los besos; nadie piensa en el odio ni en la cólera: todos sienten la gloria y el amor: ¡bien haya el arte ilustre que arranca las ortigas del espíritu, que desata las férreas ligaduras, que convierte las penas—espinosos zarzales—en flores de olor: bien haya el arte ilustre, generador de sueños y energías, ahuyentador de malos pensamientos, en este férvido instante movedor de tantos bravos y de tantos enamorados corazones!—
¡Oh! quién es dueño de estas potentes águilas dormidas?—Como en sombría noche, a modo de quien busca cárcel más fresca y sombra amiga, repliéganse y se esconden en el alma, envueltos en las olas majestuosas, teñidas del color de las tinieblas; pero cuando, como nuncios redentores, como heraldos perpetuos de la eterna y deleitosa vida prometida, vienen al espíritu desdeñoso las glorias de la patria, la fúlgida elocuencia, la remembranza de los buenos, el alma en rimas, que se llama verso;—el alma en espacios, que se llama música;—los lamentos y la bravura, la pasión y la mansedumbre, la majestad y la ternura; ese combate de ondas y de perlas que se libra potentísimamente en las cuerdas de ese mágico violín,—como si de súbito se abrieran en rosales cuajados de rosa todos los jardines;—todos como si a un gesto airado se secasen las aguas azules, y dejaran ver allá en el fondo de los mares perlados matices, nelumbios de nácar, azucenas gigantescas, blondas de piedra, encajes de colores;—como si amasen a una vez—¡oh vívido certamen! todas las mujeres de mi patria, como si de súbito a un tiempo mismo surgiese la pasión en todos los cubanos—pasmosa maravilla—por nadie concebida, ni soñada, porque para los mismos Dioses fuese merecida expresión a sus merecimientos;—como si de súbito iluminase los negros abismos un perpetuo y magnífico relámpago, así al calor de esa gloria, así al poder de ese arco, así al resplandor de esa corona, sobradamente merecida;—sacúdese el espíritu rebelde, despiértanse las aves cautivas, irradia fulgor vivísimo la sombra, y en la espléndida atmósfera encendida—con las alas abiertas y potentes, cortan el aire luminoso—como viajeros rápidos de oro, las redimidas águilas soberbias.
Gracias ¡oh genio modesto!—Gracias, oh joven coronado!—gracias con todo el corazón, en nombre de todos los que sufren, de todos los que aman, de todos los que esperan!
Yo lo sabía: sabía que iba a honrar a un verdadero mérito; pagaba a una familia ilustre deudas que nunca habré pagado bastante;—sabía que mi pobre Patria iba a tener un día de fiesta:—¡cómo yo, hijo amantísimo, había de negárselo a mi pobre Patria! Por eso lo acepté con júbilo—nunca con confianza—porque no ha de llegar el rumor de mis palabras adonde alcanza ese raudal de notas—por eso acepté con júbilo el glorioso encargo de decir a una legítima gloria—cómo no hay aquí un corazón que no palpite entusiasmado, cómo no hay una mano que no se sienta conmovida a estrechar su mano; —cómo no hay un cubano que—en esta confusión mística—y unificación calurosa que hace un pueblo, no tome como suya esa honrosísima gloria y no ostente con orgullo una hoja de ese laurel, por el genio merecido, por el Liceo ofrecido: para Cuba ganado.—Los hijos trabajan para la madre. Para su patria deben trabajar todos los hombres.—
Yo había oído—así como se recoge una perla escondida entre su doble ala de brillante concha—yo había oído en su risueña casa, perfumada, más que con jazmines del Cerro, con el amor vehemente de su madre,—yo había oído a ese tímido joven, de ancha frente, porque las frentes destinadas a llevar coronas son siempre anchas,—yo le había oído en noche íntima que evoco con placer, haciendo resbalar, como el eco de un beso, [2]
Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2002, t. 6, pp. 62-64.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Pronunciado en la velada en homenaje a este destacado violinista cubano, el 27 de abril de 1879, en el Liceo de Guanabacoa, en presencia del gobernador español, general Ramón Blanco, quien, según se afirma, comentó al escuchar estas palabras que Martí era “un loco peligroso”.
[2] Aquí se interrumpe el manuscrito.