A GONZALO DE QUESADA Y ARÓSTEGUI
¿Qué le pasó, Gonzalo, o qué cosa no me quiso decir, que se fue sin verme? Solo por unas líneas del Sr. Sáenz Peña supe que Gonzalo no estaba en New York.
¿Sabe que apenas puedo contener el deseo de volver a Washington? El peligro en Cuba arrecia. La organización tiene que comenzar. ¿Cómo, siendo tan pobre como soy, y habiendo, en lo de anexión sobre todo, tantos vacilantes? Es la hora de empezar a obrar, y en Washington, sin que se sienta, ni se vea, ni se ponga en riesgo el trabajo por el anuncio incauto o el entusiasmo indiscreto,—está ahora el campo de operaciones. —Mi deseo de recoger datos es suficiente causa ostensible, puesto que es causa real, para mi visita.—Sin hablar de Cuba, caso de que fuese posible no hablar de ella, lo que yo haya de escribir en pro de América resultará forzosamente en pro nuestro, y será una plegaria útil, que moverá al interés a ayudar lo que manda hacer el sentimiento.
¿Qué tenía que callarme, que no me quiso ver? ¿O andaba en tormenta de amores? Ya sabe que yo conozco los mares tristes, y sé cómo se ha de hacer para no zozobrar.
Mande a su amigo
[Nueva York] jueves 10 [de abril de 1890]
[OC, t. 6, p. 129. Cotejada con el manuscrito original].
Tomado de José Martí: Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Plá; prólogo de Juan Marinello, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1993, t. II, p. 194.

