A GONZALO DE QUESADA Y ARÓSTEGUI
New York, 13 de diciembre 1889
Suspendo el trabajo, y le escribo en el papel de pelear, para que no se me vaya el correo de las 11 sin ponerle estas líneas. Lo que veo de la noble alma de Vd. en estas dos últimas cartas me compensa en gran parte de las tristezas que me cuenta, y que Vd. sabe con cuánta amargura he previsto. Era casi imposible que las pudiéramos remediar, y lo que nos toca ahora es evitar sus resultados. Con las penas, Gonzalo, es necesario hacer así: buena es la desazón, y aun la angustia, que dan fuerza para obrar, mientras se puede impedirlas: después, hay que oponerles el corazón sereno. Tuviera yo menos pobreza de la que tengo, y seis corazones valerosos y leales como el de Vd., y en seis meses teníamos levantada una protesta que acallaría, por mucho tiempo al menos, si los acontecimientos acá nos ayudasen, y para siempre tal vez, si nos ayudásemos nosotros, los planes y pretensiones que con justicia indignan su alma, y tienen en perpetuas náuseas la mía. Pobre y todo, lo intento. La verdad no se ha de quedar sin decir. Vamos a ver los que piensan como nosotros; y lo que ordena y se atrae el periódico.[1] Si existe la determinación que supongo a resistir estas tendencias, vamos a darle voz, y forma. Sí, Gonzalo. Ayúdeme con cuanto pueda, y busque compañeros que le ayuden. Ya poco falta para tener el periódico en pie. Las fiestas nos permiten prepararnos, y creo que con los primeros días activos de enero empezaremos la campaña. Aquí como he sembrado mucho a tiempo, no están nuestras ideas solas. Ni en el Cayo, ni en Tampa. En Cuba ¿quién sabe si logramos levantar un partido anti-anexionista? En la Conferencia, medito sin cesar. La forma solo me detiene. Me es valiosísimo lo que V. me dice. En 1as manos de todos no podemos poner nuestro pensamiento, porque sería lo mismo que entregarlo al enemigo, que tiene tantos lomos a sus pies. ¿Y en qué manos generosas se podrá poner? En esto pienso y en la semana que viene […][2] ¿Cómo no he de sentir […] V. ocasión de darle […] al corazón algún […] estos días? Pero si [la] presencia en Washington de los caballeros argentinos sirve para que se tenga a nuestras tierras más respeto; y no se las traiga a ver el Casino y el ejercicio, cuando de todas partes las cercan y perturban, casi me alegro, y Vd. se ha de alegrar, aunque el corazón enamorado le diga que no, de que se prive Vd. de estos paseos.
¿Y cómo no me ha llegado su carta de El Rifle?[3] Mándemela, y sin demora escriba la que con mucha cordura tiene pensada: y es una pérdida seria, dado lo que sé del espíritu del Cayo, cada día que tarde en escribirla. No ha podido pensar cosa más a tiempo.
¿Qué le diré de las conversaciones, y de lo que ve Vd. allá confirmado de lo que teníamos previsto? Es amargo y poco envidiable este don de ver a los hombres por dentro. De las conversaciones, Vd. que conoce y compara, puede juzgar la de más peso. Lo de Guzmán[4] 1o vale algo, y nos es útil haberlo sabido. Muy de los Estados Unidos me parece, él: pero ¿por qué creer que se ha muerto el honor?: acaso no ven su peligro. Silva[5] está airado, porque creyó sacar de Blaine la Guayana libre, y se engañó y entretuvo él con su esperanza fanática, más aún de lo que lo engañaron y entretuvieron. Y a Romero, ministro de un país que teme la tentativa de anexión,—y hace días no más hablaba el Sun de ir sobre México, por más que esto no sea cosa fácil,—¿le va a confesar Blaine su política de anexión? A saber además quién es Romero, a derechas; y cómo y para qué lo usa su gobierno. Grande alegría me ha dado, y ayuda a mis pensamientos, lo que me dice de Quintana.[6]
¿Sabe si han leído una carta mía en La Nación de Buenos Aires describiendo su llegada?[7] Me alegraría, porque la cordialidad da fruto, de que la leyesen. Hoy escribo a Méx. y a la Arg.,—y hay un párrafo que no le desagradaría a Quintana, y creo justo.[8] Dígame, y no se lo pregunto por vanidad ni a humo de paja, si ha llegado a Washington, si se ha repartido a los delegados, el discurso de Heredia.[9] Deseo saber lo cierto, para formar juicio. Se imprime el folleto.
De Moreno,[10] todo me lo han contado, y como era feo, lo olvidé. Vida oscura: fondos no conocidos. Trato con la peor gente cubana. Acusado de engaño en una que otra tentativa de embarque de gente siempre dudosa. Sin crédito alguno en el Cayo. Vive de expedientes y de manejos políticos. Su elección, dicen que comprada. El objeto, Vd. lo ve: ¿a dónde se subirá sobre peldaño semejante?
Las 11. Tengo que acabar; pero no sin celebrarle otra vez y desearle que no pierda nunca, ese dolor de indignación que le causa a V. codearse, por los usos y prudencias del mundo, con la gente venal y traidora. No sofoque nunca esa generosidad, porque por esa puerta se sale de la honradez. A V. no le está reservada esa triste fortuna. Vd. será sagaz,—y lo que yo sé que ha de ser. La cautela, y el don de tratar a los hombres, no tienen por qué ir hasta perder las virtudes en donde reside la única dicha durable. Se me va la pluma al sermón por las fealdades que V. allá y yo acá vemos.
Útil, y bajo tres llaves, lo que me mandó. De nada privado se puede usar en público jamás. Pero vale para darnos valor para adelantar juicios, que se sabe están confirmados por los hechos de que no se usa. Dígame de esto cuanto yo mismo en Washington habría de saber naturalmente.
Y quiera a su
[OC, t. 6, pp. 125-127. Cotejada con el manuscrito original].
Tomado de José Martí: Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Plá; prólogo de Juan Marinello, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1993, t. II, pp.167-169.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Véase JM: “Carta a Manuel Mercado”, [Nueva York, 8 de enero de 1887], OCEC, t. 25, pp. 355-357; “Carta a Manuel Mercado”, [Nueva York] 19 de febrero [de 1889], OCEC, t. 31, pp. 229-230; y “Carta a Manuel Mercado”, [Nueva York] 29 de marzo [de 1889], OCEC, t. 31, pp. 244-247. (N. del E. del sitio web).
[2] Roto el manuscrito original.
[3] Periódico de Cayo Hueso al cual Quesada envió varias correspondencias sobre la Conferencia Internacional Americana, lo mismo que hizo para El Porvenir, de Nueva York.
[4] Horacio Guzmán, delegado de Nicaragua.
[5] Carlos Martínez Silva, delegado de Colombia.
[6] Manuel Quintana, delegado de la República Argentina a la Conferencia.
[7] Véase “El Congreso de Washington”, La Nación, Buenos Aires, 8 de noviembre de 1889, OC, t. 6, pp. 33-40.
[8] Véase “La Conferencia Americana”, La Nación, Buenos Aires, 24 de enero de 1890, OC, t. 6, pp. 63-70. (N. del E. del sitio web).
[9] Se refiere al discurso en homenaje a Heredia, el insigne poeta cubano, pronunciado por Martí en Hardman Hall, el 30 de noviembre de 1889. Véase en OC, t. 5, pp. 165-176.
[10] Manuel Moreno.