Ciudadano estadounidense naturalizado. Devuelto a México, fue juzgado y fusilado, acusado de robo de caballos. Se añadió a las causas del diferendo protagonizado por el estadounidense Augustus K. Cutting, que puso en peligro la paz entre México y Estados Unidos en julio-agosto de 1886.
La prensa estadounidense divulgó la versión de que se le había aplicado la “ley de fuga”, muy frecuente en la época de Porfirio Díaz. Su suerte dejó de provocar al pueblo estadounidense cuando se supo que había sido entregado al gobierno de México por las propias autoridades del estado de Texas. En gesto de buena voluntad, y con todas las apariencias de una campaña para reducir tensiones en la frontera con Estados Unidos, el gobierno mexicano envió un juez a Piedras Negras, donde se encontraba sepultado, a fin de exhumar su cadáver y establecer la causa de su muerte y las responsabilidades de ese acto.