A MARÍA MANTILLA

[A bordo del vapor Athos] Febrero 2.—1895.

Mi niña querida:

Tu carita de angustia está todavía delante de mí, y el dolor de tu último beso. Los dos seremos buenos, yo para merecer que me vuelvas a abrazar, y tú para que yo te vea siempre tan linda como te vi entonces. No tengas nunca miedo a sufrir. Sufrir bien, por algo que lo merezca, da juventud y hermosura.[1] Mira a una mujer generosa: hasta vieja es bonita, y niña siempre,—que es lo que dicen los chinos, que solo es grande el hombre que nunca pierde su corazón de niño: y mira a una mujer egoísta, que aun de joven, es vieja y seca. Ni a las arrugas de la vejez ha de tenerse miedo. “Esas arrugas que tú tienes, madre mía”—dice algo que leí hace mucho tiempo—“no son las arrugas feas de la cólera, sino las nobles de la tristeza”.—Quiere y sirve, mi María.—Así te querrán, y te querré.—¿Y cómo no te querré yo, que te llevo siempre a mi lado, que te busco cuando me siento a la mesa, que cuanto leo y veo te lo quiero decir, que no me levanto sin apoyarme en tu mano, ni me acuesto sin buscar y acariciar tu cabeza? ¿Y tú me olvidarás, o te distraerás de mí, y querrás más a quien te quiera menos que yo?

     ¿Qué has hecho desde que te dejé? Entre niños y enfermos y las primeras visitas habrás tenido poco tiempo en los primeros días, pero ya estarás tranquila, cuidando mucho a tu madre tan buena, y tratando de valer tanto como quien más valga, que es cosa que en la mayor pobreza se puede obtener, con la receta que yo tengo para todo, que es saber más que los demás, vivir humildemente, y tener la compasión y la paciencia que los demás no tienen.[2]—A mi vuelta sabré si me has querido, por la música útil y fina que hayas aprendido para entonces: música que exprese y sienta, no hueca y aparatosa: música en que se vea un pueblo, o todo un hombre, y hombre nuevo y superior. Para la gente común, su poco de música común, porque es un pecado en este mundo tener la cabeza un poco más alta que la de los demás, y hay que hablar la lengua de todos, aunque sea ruin, para que no hagan pagar demasiado cara la superioridad.—Pero para uno, en su interior, en la libertad de su casa, lo puro y lo alto.—

     Los libros, se habrán quedado en Central Valley, y yo lo he de sentir, sobre todo si se quedó allá el Larousse, que ahora te serviría en un trabajo de cariño que quiero que hagas, para ver si te acuerdas de mí,—y es que vayas haciendo como una historia de mi viaje, a modo de diccionario, con la explicación de los nombres curiosos de este viaje mío.—Atlas, por ejemplo, es el nombre de la compañía de estos vapores: busca Atlas, y escribe lo que encuentres.—Athos, es el nombre del vapor: busca Athos.—Cap Haitien es el lugar a donde vamos ahora,—búscalo, en el Larousse y en las geografías. Y así harás un libro curioso, e irás pensando en mí.—El Larousse está en casa de Gonzalo, y Blanche tiene un buen libro de Mitología, donde puedes leer de Atlas y Athos: “Goldfinch”[3] es el autor del libro, o cosa así, con láminas.—De Cap Haitien habla mucho una geografía de las Antillas que tenemos, pero está en Central Valley.—Tú hallarás.—No se sabe bien sino lo que se descubre.

     Y ahora un abrazo muy largo, para que te duermas con él.—Visita en nombre mío a Aurora,[4] y al bebito,[5] y diles que es leal mi corazón. Estarás hecha una madre, con los hijos de Luis.[6]—Es lo que me gusta más de ti: que te quieren los niños.—Pero nadie te quiere más, ni desea más verte y oírte[7]

que tu

J. Martí

Tomado de José Martí: Epistolario, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Plá; prólogo de Juan Marinello, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editorial de Ciencias Sociales, 1993, t. V, pp. 55-56.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “No hay pena que a un hombre bueno le llegue al tobillo. La pena inmerecida es dulce. Aprieta un poco la garganta, pero da luz por dentro”. [JM: “Carta a Fermín Valdés-Domínguez”, Nueva York, 18 de abril de 1894, EJM, t. IV, p. 115. (N. del E. del sitio web)].

[2] En marzo de 1891 desde Nueva York, Martí escribe a Rafael Serra: “A los hombres, buen Serra, los iremos poco a poco enderezando, y ya Vd. conoce la medicina que yo he llegado a descubrir; y es tratar de valer por el cultivo de las facultades naturales tanto como el más empinado y desdeñoso—y más que él, por el desinterés y la indulgencia”. [“Carta a Rafael Serra”, EJM, t. II, p. 266. (N. del E. del sitio web)].

[3] Debe haber querido referirse a Thomas Bulfinch, erudito estadounidense, popularizador de la mitología clásica.

[4] La hija más pequeña hija de Angelina Miranda y Gonzalo de Quesada.

[5] Benjamín, el hijo más pequeño de Ubaldina Barranco y Benjamín J. Guerra. (N. del E. del sitio web).

[6] Pudieran tratarse de Blanca, Adela y Luis Alejandro, hijos de Luis Alejandro Baralt y Blanche Zacharie de Baralt. (N. del E. del sitio web).

[7] Véase la respuesta a esta carta con fecha 18 de febrero de 1895, Destinatario José Martí, 2da edic., compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual; preámbulo de Eusebio Leal Spengler, La Habana, Ediciones Abril, 2005, pp. 440-441. (N. del E. del sitio web).