Cuando se pretendió alarmar la atención pública con noticias improbables de una guerra violenta y sin precedentes, nosotros pusimos especial empeño, en hacer ver cuántos obstáculos racionales se oponían a la veracidad de las noticias propaladas.[2]
Entonces era un deber no alarmar al país, como hoy es otro deber señalarle el peligro constante, que, explotado por intereses crueles, pudiera algún día sobrevenir con grave daño nuestro en una forma grave y alarmante.
Dos cuestiones se ofrecen con motivo de los acontecimientos de la frontera: ¿no se opone el gobierno americano a estos sucesos, para tener con ellos motivo de reclamaciones contra México? ¿Intenta acaso dejar correr el tiempo necesario para que los robos de los bandidos de la frontera exasperen al pueblo americano, y sea así popular una guerra que se intentase contra México?
El enemigo está enfrente: parece suspicaz e hipócrita: puede ser, sin embargo, amigo leal. Cualquiera que sea la suposición que hagamos, puesto que su conducta es dudosa, deber es examinarla, prepararse contra ella si intenta hacernos daño, prevenir ahora en calma los males que una situación extrema no nos daría luego espacio para evitar.
La prensa americana se ocupa incesantemente de los acontecimientos de la frontera: unos periódicos excitan a sus compatriotas contra México: otros, los más escasos, acusan al gobierno de proteger los sucesos de las tierras fronterizas para crear reclamaciones graves con motivo de ellos.
Los que halagan las pasiones pueden más que los que las contienen: el número de los periódicos que excita es mucho mayor que el de los que ven con calma la cuestión.
No se contentan los diarios americanos con comentar hostilmente los hechos, abultados como en la prensa del país vecino [es] costumbre y especulación: ya piden represalias, ya hay quien haya propuesto la invasión y anexión del territorio.
El gobierno de los Estados Unidos calla, y no pone de su parte el esfuerzo que debiera para ayudar a México en su obra de evitar aquellos acontecimientos desastrosos. ¿Qué piensa el gobierno de los Estados Unidos? ¿Es culpable de dañosa intención e hipocresía?
Hable por nosotros The Sun, de Nueva York. Dice así:
Y si el objeto de consentir que quedaran sin castigo esos ultrajes contra la vida y la propiedad, ha sido con la esperanza de excitar el sentimiento público hasta el punto de hacer popular una guerra contra una república débil y vecina, o con el fin de conseguir pretextos para fabricar enormes y exageradas reclamaciones pecuniarias, contra la misma débil república, en beneficio de influyentes camarillas, lo cual hay lugar a suponer, por ciertos hechos muy significativos, no hay frases bastante fuertes para condenar a los que se han dejado llevar de tan innobles motivos.
The Sun no es completamente partidario del gobierno actual de la Unión, y esto aminoraría el valor de sus palabras; pero antes de las líneas que hemos copiado, hace reflexiones cuya justicia no se puede negar:—relata distintos sucesos de la frontera, examina el asunto, y afirma que el gobierno americano “no ha cortado, como ha podido hacerlo en cualquier tiempo, esas insignificantes correrías, desautorizadas por el gobierno Mexicano”.
Esto es cierto: si no las protege, las tolera: ¿cuál es la causa de la tolerancia? [,] ¿no podría creerse que The Sun tiene razón en sus comentarios? Aunque parecieran dudosos, y no lo parecen mucho, ¿no es necesario prepararse prudentemente contra un peligro que pudiera ser real?
La suspicacia es un enemigo terrible, porque no se ve la mano con que ataca: en los Estados Unidos, el pueblo es el dueño, por eso se excita y se conmueve al pueblo: se halagan sus pasiones, para aprovecharse de la situación política que crean sus pasiones excitadas.
The Sun hace suyas algunas palabras del sensato Imparcial,[3] periódico de Monterrey, que nos es ya conocido por la pericia y cordura con que trata estas cuestiones: he aquí las reflexiones que hace suyas The Sun:
Si efectivamente existen mexicanos bastante infames para deshonrar a su país, con la perpetración de actos de vandalismo en territorio extranjero, castíguelos el gobierno ofendido, de conformidad con sus leyes: no haya piedad hacia los asesinos e incendiarios, que corren a alterar la tranquilidad de una nación amiga.
El manejo del gobierno americano pudiera excitar sospechas: no fuera honrado: fuera artero: no fuera leal. Nosotros no creemos esto: nosotros no tememos lo que teme The Sun: pero hay un hecho innegable en que no podemos dejar de pensar: hay periódicos que acusan al gobierno americano de pensamientos ulteriores sobre México, y no hay periódicos que lo defiendan de esta conducta que sería malvada e hipócrita: ha podido evitar los sucesos de la frontera, y no los evita. Son estos dos hechos prácticos: no queremos volverlos contra el gobierno americano: serán descuido, no mala fe: serán incuria, no deslealtad.
¿Se puede pensar sin dolor que un país que nos tiende la mano desde sus puertos, y nos dice que quiere estrechar sus relaciones con nosotros, con la otra mano azuce la guerra en nuestras fronteras, y diariamente inserte en sus periódicos noticias sordas y repetidas que han de alzar a su pueblo contra el pueblo amigo? ¿No es locura imaginar que un pueblo demócrata piense en conquistar y en invadir?
Leemos con frecuencia los periódicos americanos: háblase en muchos de ellos, sobre todo en los de los estados del sur, entusiasta y afectuosamente de México: los que nos conocen nos estiman: los periódicos de los estados del norte, parecen obedecer a influencias extrañas, y nos presentan desfigurados ante el pueblo de la Unión. Hemos leído más de un notable artículo en que se demuestra que al pueblo americano no conviene la anexión de territorio alguno. El escritor Mr. Lever publicó un severo trabajo en nuestras columnas, en que examinaba y refutaba todos los cargos que sobre deseos anexionistas se hacen a los Estados Unidos.[4]
Nosotros no creemos que el gobierno americano piense en la invasión: creemos solamente que para la salud de la patria, toda medida previa, todo acuerdo previsor, toda prudencia son pocas.
Debe evitarse lo que luego no se podría reprimir: obre la diplomacia contra la diplomacia: así no se encienden los rencores: así no se alimentan deseos extraños: así se salva de un peligro probable a la nación.
Revista Universal, México, 3 de julio de 1875.
[Mf. en CEM]
Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2009, t. 2, pp. 101-104.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1]Aunque se publicó sin firma, las razones de su atribución a Martí son evidentes: 1) A pesar de que en sus colaboraciones anónimas para la Revista Universal, cuya representación editorial asumía en tales casos, Martí se esforzaba —como haría después en la “Sección constante” de La Opinión Nacional, de Caracas— en mantener un tono impersonal; hay en el texto elementos de vocabulario y estilo que delatan al autor: la reiteración del adjetivo “grave”, característico de buena parte de su periodismo mexicano, y el uso frecuente de los dos puntos en frases breves, elocuentes y sentenciosas, resumidoras de su argumentación. Así se observa en el párrafo que comienza: “El manejo del gobierno americano…” 2) La combinación de firmeza, lucidez y cautela observable en el artículo, cuyo verdadero sentido se completa entre líneas, apunta hacia una captación —y denuncia— de los procedimientos típicos del gobierno de Estados Unidos para desencadenar una agresión militar. Este artículo constituye un antecedente de su posterior toma de conciencia antimperialista, visible ya en las crónicas que sobre la Primera Conferencia Internacional Americana escribió para La Nación, de Buenos Aires, en el invierno de 1889 a 1890.
[Esta nota introductoria debida a Fina García Marruz es una versión resumida de la aparecida en Bohemia (La Habana, 29 de enero de 1982), donde se publicó este artículo, que no figuraba en las Obras completas de José Martí. Más tarde, al encontrarse “México y los Estados Unidos” y publicarse ambos artículos en el Anuario del Centro de Estudios Martianos (La Habana, 1982, no. 5, pp. 6-13), volvieron a reproducirse los argumentos aducidos en Bohemia, para atribuir la autoría de estos textos a nuestro Apóstol. Véase “Dos artículos en la Revista Universal”. (N. del E. del sitio web)].
[2]Véase “México y Norteamérica. Estado de la cuestión” (Revista Universal, 14 de abril de 1875) y el editorial “La guerra” (Revista Universal, 15 de abril de 1875), en OCEC, t. 2, pp. 13-18 y 19-21, respectivamente.
[3]El Imparcial.
[4]El artículo en cuestión, firmado por E. A. Lever y fechado en México el 9 de marzo de 1875, fue publicado con el título de “La evolución política en los Estados Unidos”, en el espacio editorial del número de la Revista Universal correspondiente al 13 de marzo de 1875.