TEXTOS ANTIMPERIALISTAS DE

JOSÉ MARTÍ

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Selección, presentación y comentarios
Fina García Marruz

     Pero en la octava (también de diciembre de 1889) es donde expone sus principales temores y previsiones. Analiza una Comi­sión del Bien General, en que habían puesto a Quintana solo “para alardear de imparcialidad”, pero que encabezaba Henderson, “el caudillo de la agresión”, y en la que estaban, por Venezuela, Bolet Peraza, “el blainista confeso”, y los delegados de Guatemala, Colombia, Bolivia y Brasil, que ¿iba a rebelarse —pregunta Martí— “contra su único mer­cado?”, y menos “después de los agasajos de Henderson”. Solo estaba allí, en su “envidiable puesto”, Quintana: —“El guardián de la América Latina”.[214]

     Pero lo más importante de todas estas cartas, es lo que ya afirma a Quesada, acerca de lo que en realidad se está tramando entre basti­dores contra Cuba:

Sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso que lo que hasta ahora conocemos y es el inicuo de forzar a la Isla, de precipitarla, a la guerra,—para tener pretexto de intervenir en ella, y con el crédito de mediador y de garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres:—ni maldad más fría. ¿Morir, para dar pie en qué levantarse a estas gentes que nos empujan a la muerte para su beneficio? Valen más nuestras vidas, y es necesario que la Isla sepa a tiempo esto. ¡Y hay cubanos, cubanos, que sirven, con alardes disimulados de patriotismo, estos intereses![215]

     Las dos breves cartas restantes no tienen año: una es de abril, por lo que se la supone, como a la siguiente, de 1890. Desde Nueva York, sigue ansioso todo lo de la Conferencia:

¿Sabe que apenas puedo contener el deseo de volver a Washington? El peligro en Cuba arrecia. La organización tiene que comenzar. ¿Cómo, siendo tan pobre como soy, y habiendo, en lo de anexión, sobre todo, tantos vacilantes? Es la hora de empezar a obrar […][216]

     En la última,[217] una breve alusión a Bolet Peraza, al que muy bien puede haber convencido, ya que dice que Bolet ya ha visto “que los vientos han cambiado” y que “por el ultrayanquismo se iba mal”, una oculta pena (“déjeme solo que me pase del alma una tristeza que me la tiene oscura ahora”); la noticia de que ya está trabajando en lo del periódico, y la decisión inquebrantable: “Con todo lo que debo cumpliré”.[218]

JM: Conferencia Internacional Americana. Cartas a Gonzalo de Quesada, Nueva York, 17 y 29 de octubre, 12 y 16 de noviembre, [diciembre], 13 y 14 de diciembre de 1889, [enero], 27 de marzo y 10 de abril de 1890, EJM, t. II, pp. 132-133, 141-146, 153-155, 156-157, 166, 167-169, 169-170, 183-184, 190-191 y 194.

PRÓLOGO A LOS VERSOS SENCILLOS

     Se refiere a “aquel invierno de angustia, en que por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos”, es decir, al invierno de la Conferencia Internacional de 1889:

¿Cuál de nosotros ha olvidado aquel escudo, el escudo en que el águila de Monterrey y de Chapultepec,[219] el águila de López y de Walker, apretaba en sus garras los pabellones todos de la América? Y la agonía en que viví, hasta que pude confirmar la cautela y el brío de nuestros pueblos; y el horror y vergüenza en que me tuvo el temor legítimo de que pudiéramos los cubanos, con manos parricidas, ayudar el plan insensato de apartar a Cuba, para bien único de un nuevo amo disimulado, de la patria que la reclama y en ella se completa, de la patria hispanoamericana,—me quitaron las fuerzas mermadas por dolores injustos. Me echó el médico al monte: corrían arroyos, y se cerraban las nubes: escribí versos.[220]

JM: “[Mis amigos saben]”, prólogo a los Versos sencillos, Nueva York, 1891, OCEC, t. 14, pp. 297-298.

NUESTRA AMÉRICA

     Artículo donde denuncia los peligros internos y externos que rodeaban a nuestra América (aldeanismo, espíritu de localidad y división, desdén por lo propio, entrega al extranjero, rezagos colo­nialistas, racistas y clasistas, que pervivían en las repúblicas ya liberadas), pero, sobre todo, donde considera “el peligro mayor de nuestra América”, “el desdén del vecino formidable que no la conoce”[221] —al que antes ha llamado “el gigante de las siete leguas”—.[222] Propone como solución a estos peligros internos y externos, la unión con los oprimidos (“con los oprimidos había que hacer causa común […]”),[223] punto por donde fallaron nuestras repúblicas, y “la unión tácita y urgente del alma continental”.[224] Es un artículo de importancia capital en la toma de conciencia americana frente al peligro imperialista. Entre sus pasajes más significativos se encuentran los siguien­tes:

Ya no pode­mos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zum­bando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades: ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apre­tado, como la plata en las raíces de los Andes.[225]

A los sietemesinos[226] solo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra, son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difí­cil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que car­gar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de fa­roles,[227] o vayan a Tortoni, de sorbetes.[228] ¡Estos hi­jos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en Améri­ca, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, bri­bones, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre? ¿el que se queda con la madre, a curar­le la enfermedad, o el que la pone a trabajar don­de no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldicien­do del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Es­tos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios,[229] y va de menos a más, estos de­sertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres, y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en los años en que los veía venir contra su tierra propia?[230]

El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.[231]

Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie,[232] sino entre la falsa erudición y la naturaleza.[233]

Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías.[234] La universidad europea ha de ceder a la universidad ame­ricana. La historia de América, de los Incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se en­señe la de los arcontes[235] de Grecia. Nuestra Gre­cia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas.[236] Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas[237].[238]


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[214] JM: “Carta a Gonzalo de Quesada”, [Nueva York] sábado 14 [de diciembre de 1889], EJM, t. II, p. 170.

[215]Ídem.

[216]JM: “Carta a Gonzalo de Quesada”, [Nueva York] jueves 10 [de abril de 1890], EJM, t. II, p. 194.

[217] De acuerdo con la datación de Luis García Pascual fue escrita en enero de 1890, por lo que correspondería a la antepenúltima carta. (N. del E. del sitio web).

[218] JM: “Carta a Gonzalo de Quesada”, [Nueva York, enero de 1890], EJM, t. II, pp. 183-184.

[219] Castillo de Chapultepec. Alude a la Guerra de Estados Unidos contra México, entre 1836 y 1847, por la que este país perdió todos sus territorios al norte del Río Grande.

[220] “[Mis amigos saben]”, ob. cit., p. 297.

[221] El desdén del vecino formidable que no la conoce es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre, y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele, y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad”. [Nuestra América. Edición crítica, ob. cit., p. 49. (Las cursivas son del E. del sitio web)].

[222] “Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifiquen al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas, y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. […] / Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades: ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”. [Ibíd., pp. 35-36. (Las cursivas son del E. del sitio web)].

[223] “El continente, descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón:—la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de unos sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu. Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores”. [Ibíd., p. 43. (Las cursivas son del E. del sitio web)].

[224] Ibíd., p. 50.

[225] Ibíd., p. 36.

[226] En La Opinión Nacional, Martí constataba: “París, fatigado ya de llamar gomosos a sus elegantes ha inventado un nuevo nombre para designarlos: ahora los llama gratin. […] el elegante desocupado y pulido, que obedece con femenil mansedumbre todas las exigencias de la moda, y se estrecha el talle, se riza el cabello, se acarmina orejas y labios, y posee un título, abono en los teatros y caballeriza. […] Nuestros hermanos de España son los que han dado a estos lindos galanes su nombre verdadero: los llaman sietemesinos”. (“[Sietemesinos]”, “Sección constante”, La Opinión Nacional, Caracas, 15 de noviembre de 1881, OCEC, t. 12, p. 40). En El Economista Americano (Nueva York, octubre de 1888), volvía a referirse a este asunto: “Los muchachos de la calle silban por estos Estados Unidos a esa especie infeliz de la humanidad que llaman en España sietemesino, y en Francia gomoso, y dude en inglés, y en todas partes es causa justísima de risa […] Pero donde los llaman como deben es en Uruguay: les llaman fetos”. (“Los ‘dudes’”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1979, no. 2, p. 30).

[227] Se refiere al Paseo del Prado, en Madrid. En cuanto a “ir de faroles” “farolear”, según el Diccionario de la lengua española, significa “fachendear” (“Hacer ostentación vanidosa o jactanciosa”) o “papelonear (“Ostentar vanamente autoridad o valimiento”). De acuerdo con el Diccionario general de americanismos de Francisco J. Santamaría (México, Edit. Pedro Robredo, 1942), en México se llama “farol” a un “sujeto de poca miga que presume de personaje y se da mucha importancia”. En el Léxico mayor de Cuba (La Habana, Lex, 1958), de Esteban Rodríguez Herrera, se registran “farol” como “embuste o mentira exagerada, con todas las características de un engaño”; “farolear”: “tirar o echar faroles o mentiras”, “fanfarronear”; y “farolero”: “persona amiga de tirar o echar faroles”.

[228] Por el sentido contextual, no parece referirse a “sorbetes” como refrescos congelados en forma cónica, sino a su acepción mexicana: “sombrero de seda, de copa alta”, o “sombrero de pelo, chistera” (Diccionario general de americanismos, ed. cit.). Tortoni era un famoso restaurante parisién.

[229] En “Arte aborigen” (La América, Nueva York, enero de 1884), escribió Martí: “O se hace andar al indio, o su peso impedirá la marcha”. (OCEC, t. 19, p. 47). En “Autores americanos aborígenes” (La América, abril de 1884): “¿No se ve cómo del mismo golpe que paralizó al indio, se paralizó a América? Y hasta que no se haga andar al indio,—no comenzará a andar bien la América”. (OCEC, t. 19, p. 121). Y en “Libros nuevos” (El Economista Americano, Nueva York, agosto de 1887): “[…] los pueblos de indios, como casi todos los de América, con ellos han de andar, o andarán poco contra ellos”. (OCEC, t. 26, p. 148).

[230] Nuestra América. Edición crítica, ob. cit., pp. 36-37.

[231] En su “Discurso de Angostura” (15 de febrero de 1819), síntesis de su ideario, Bolívar había dicho: ¿No sería muy difícil aplicar a España el código de libertad política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aún es más difícil adaptar en Venezuela las leyes del Norte de América. ¿No dice el Espíritu de las Leyes que estas deben ser propias para el pueblo que se hacen: que es una gran casualidad que las de una nación puedan convenir a otra; que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos; referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡He aquí el Código que debíamos consultar, y no el de Washington!”. (Doctrina del Libertador, Biblioteca Ayacucho 1, 1976, p. 108; Cuadernos de Cultura Latinoamericana, no. 30, México, UNAM, 1978, p. 13).

Por otra parte, Julio Antonio Mella comentó la sentencia final de este párrafo: “El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país”, con las siguientes palabras: “Puede ser. Pero donde no hay equilibrio, donde no hay ‘elementos naturales’ —no lo es nunca el rico capitalista aburguesado y opresor, o su amo, el imperialismo— donde no hay gobierno, donde no hay nada, es necesario eliminar los elementos no ‘naturales’”. (Véase “Glosas al pensamiento de José Martí”, Siete enfoques marxistas sobre José Martí, La Habana, Centro de Estudios Martianos y Editora Política, 1985, p. 9).

[232] Refutación, aquí explícita, pero implícita en todo el texto, de la tesis mantenida por Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) en su obra más famosa: Facundo o Civilización contra Barbarie (1845), historia del caudillo riojano y alegato contra el tirano Rosas. No obstante, su discrepancia, en su crónica “Un libro del Norte sobre instituciones españolas en los Estados que fueron de México”, publicada también por El Partido Liberal, el 25 de noviembre de 1891, y abundando en criterios expuestos en Nuestra América, escribió Martí: “Saberse de memoria a Taine no vale tanto, para gobernar el territorio de Tepic, como conocer hombre a hombre y costumbre a costumbre el territorio. Ni con galos ni con celtas tenemos que hacer en nuestra América, sino con criollos y con indios. Lo que Sarmiento, el primero, hizo en la Argentina con su libro fundador, su famoso ‘Civilización y Barbarie’, lo hacía Justo Sierra hace un año en México. Es necesario conocernos para gobernarnos” (OC, t. 7, p. 59).  Por su parte Sarmiento —no sin disentir, como era previsible, de la actitud cada vez más crítica de Martí ante el “modelo norteamericano”—, pidiéndole a Paul Groussac la traducción de la crónica martiana sobre la inauguración de la Estatua de la Libertad en Nueva York, había escrito en La Nación, de Buenos Aires, el 4 de enero de 1887: “En español nada hay que se parezca a la salida de bramidos de Martí, y después de Víctor Hugo nada presenta la Francia de esta resonancia de metal”, y añadió: “Deseo que le llegue a Martí este homenaje de mi admiración por su talento descriptivo y su estilo de Goya”. [D. F. Sarmiento: “La libertad iluminando al mundo” (La Nación, Buenos Aires, 4 de enero de 1887), Obras, Buenos Aires, Imprenta y Litografía Mariano Moreno, 1900, t. XLVI, pp. 173-176]. Llegó el homenaje a Martí, quien el 7 de abril de 1887 escribió a Fermín Valdés-Domínguez: “Olvidaba decirte que te mando lo que un hombre famoso de la América del Sur, Sarmiento, el verdadero fundador de la República Argentina, y hombre de reputación europea, sobre ser innovador pujante, acaba de escribir de mí. No me conoce, y aun sospechaba por mis opiniones sobre los Estados Unidos, no tan favorables como las suyas, que no era muy mi amigo. Y ve las cosas que se ha puesto a escribir”. (OCEC, t. 25, p. 372). No obstante, el mutuo respeto y admiración que se profesaron, las concepciones que tuvieron Sarmiento y Martí acerca de la “civilización”, la “barbarie”, las razas indígenas y el papel de los Estados Unidos en el desarrollo futuro de “nuestra América”, resultan inconciliables.

[233] Nuestra América. Edición crítica, ob. cit., p. 39.

[234] En La Nación, de Buenos Aires, el 24 de julio de 1885, Martí escribe: “Nuestro problema es nuestro, y no podemos conformar sus soluciones a las de los problemas de nadie. Somos pueblo original: un pueblo, desde los yaquis hasta los patagones. // […] Somos el producto de todas las civilizaciones humanas, puesto a vivir, con malestar y náuseas consiguientes, en una civilización rudimentaria, el choque es enorme; y nuestra tarea es equilibrar los elementos. La literatura debe afinarnos y entretenernos, no ser nuestra ocupación favorita y exclusiva: nuestra ocupación favorita ha de ser el estudio, ¡hondo y de prisa! de nuestras condiciones peculiares de vida”. (“Cartas de Martí. Decoration Day”, ob. cit., pp. 128-129).

[235] Magistrados a los que se confirió el gobierno de Atenas y otras ciudades en la antigua Grecia.

[236] Jean Lamore observa: “Es interesante notar el punto de vista similar de José Carlos Mariátegui, que escribía en “Aniversario y balance” (Ideología y política, Lima, 1969): “No deseamos ciertamente que el socialismo en América sea una copia o un calco. Debe ser una creación heroica. Debemos dar vida, con nuestra propia realidad, con nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano”. (Véase José Martí: La guerre de Cuba entre le destin de l’Amerique Latine, Aubier Montaigne, París, 1973, nota 18, trad. por CV, p. 273).

[237] Nótese, en esta recapitulación, la musicalidad del tema que vuelve como un ritornello.

[238] Nuestra América. Edición crítica, ob. cit., p. 41.