MARTÍ Y MACEO: INDEPENDENCIA Y REPÚBLICA
...continuación 4
A fines del año 94, la situación de Maceo y sus hombres era crítica por el extendido acantonamiento, al tiempo que los complotados en Cuba piafaban impacientes; de ahí su presión constante por recibir la orden de invasión. Martí lo mantiene informado al detalle y le ofrece garantías del cuidado especial que tiene con su expedición: “Todo a la vez, y ni Vd. ni nadie sacrificado antes, o de vanguardia riesgosa. Esa es la única espera. Lo de Vd. lo tengo todo listo, como Vd. me lo encargó, y a punto todo. Continúe al rescoldo un poco más, y con Vd. todos los suyos. Está todo al romper y no le he de poner a Vd. de delantero, a correr la aventura que a la vez los demás no corramos”.[60]
En esa carta le comparte su consternación ante los peligros debidos a la prórroga del alzamiento impuesta por Gómez:
Él se ha estado entendiendo con Cuba, por mi conducto, y por el suyo, y las cosas han ido acercándose sobre esas fechas, y yo viéndolas crecer,—y en algún caso con más lentitud de lo que deseara, y acomodando mis actos y todos los que dependen de mí, a las prórrogas que sin mi voluntad han venido causándose, y que no podrían continuar sin riesgo demasiado grave de perder cuanto hemos obtenido. No me pregunte mi opinión. Es la de Vd. Y sé que es la hora del país.[61]
En diciembre, tras la aquiescencia de Gómez, Martí le escribe exaltado al Titán, como si fueran a embarcar la próxima madrugada:
Estamos, pues, al borde de la obra grande […] No me pida palabras, sino el corazón con que lo quiero y entrego a Vd. la obra ayudada, y con muy poco peligro de abandono ajeno, que por su parte coronará Vd. con gloria. […] Abráceme, que bien lo necesito en mi agonía. Yo salgo muy poco después del Amadís. Si nos volvemos a ver vivos, será para asegurar la libertad que hayamos conquistado a Cuba o para acabar de conquistarla, plena y conforme a toda la justicia.[62]—Si me acabo, Vd. me recordará con cariño.[63]
Cuando aún no se presentía la ruina de los planes, es maravilloso leer las confidencias que le hace Martí al amigo querido y el nivel de satisfacción por el deber cumplido que denotan sus palabras, que ni en ese instante de fervor dejan de ser proféticas:
O todo estalla a mi alrededor [como ocurrió], o cuando Vd. esté leyendo esta carta, ya yo me le habré adelantado en el camino. Y así le cumpliré lo que le dije: a nada lo expondré a que no me exponga yo, ni yo gozaré de más seguridades de las que Vd. goce. // […] Delante de mí, en instantes en que acaso no se creía Vd. tan observado, ni tan digno de observación, se me mostró Vd. un día lleno del gozo infantil, y del denuedo invencible, de la pura virtud: lo vi sereno, abnegado, magnífico: lo vi superior al mundo, injusto a veces, y capaz de triunfar de él con su juicio redondo y sagaz y su corazón disciplinado y desinteresado. Siempre estaremos de la misma parte en la pelea por levantar a los cubanos al decoro de la libertad. Adiós aún.—Ame a su amigo. // José Martí[64]
Mas, llega enero del 95 y con él el desastre. Ya lo que le prometiera sobre el envío del Amadís para recogerlo se torna letra muerta por el rumbo de los acontecimientos. El fracaso de Fernandina puso a ambos amigos en situaciones límite y cada uno respondió según su carácter y deberes. Para las figuras principales de la revolución, Martí y Gómez, no habría barco y llegarían a Cuba en un bote con cuatro compañeros. Para la salida de Maceo se podía asignar una suma de solo dos mil pesos, ridícula para el Titán, suficiente para Flor. La decisión de los jefes no se hizo esperar. Gómez se lo ordena y Martí se lo explica en su estilo diáfano, firme e inobjetable:
Sr. general Antonio Maceo // Al General escribo hoy, aún más que al amigo: la guerra, a que estamos obligados, ha estallado en Cuba. // […] Cuba está en guerra, General. Se dice esto, y ya la tierra es otra. Lo es ya para Vd. y lo sé yo. Que Flor, que lo tiene todo a mano, lo arregle todo como pueda. ¿Qué de Vd. pudiera venirle el menor entorpecimiento? ¿De Vd. y Cuba en guerra? No me entrará ese veneno en el corazón. Flor tendrá sus modos. Del Norte irán las armas. Ya solo se necesita encabezar. No vamos a preguntar, sino a responder. El ejército está allá. La dirección puede ir en una uña. Esta es la ocasión de la verdadera grandeza. De aquí vamos como le decimos a Vd. que vaya. Y yo no me tengo por más bravo que Vd., ni en el brío del corazón, ni en la magnanimidad y prudencia del carácter.—Allá arréglense, pues, y ¡hasta Oriente! Cree conocerlo bien su amigo, // José Martí[65]
Atrás han quedado las ternezas de otros momentos. La guerra ha estallado y los jefes principales asumen su posición de mando supremo y les toca empezar por lo más difícil: ordenar y hacer acatar una orden terrible al más importante jefe cubano, subordinándolo a un rival al que está comprometido en duelo para cuando Cuba sea libre.
En este contexto azaroso de inicios de la guerra, y tras la insistencia de Gómez y Martí, se llega al clímax del disenso en la reunión del ingenio La Mejorana. Ramírez apunta cuatro ideas interesantes en torno a las raíces políticas y psicológicas de lo ocurrido en La Mejorana:
—la no realización de la reunión tripartita entre los jefes y su actuación por separado, aunque acorde a un plan general;
—la mayor comunicación lograda entre Gómez y Martí tras sus estancias juntos en New York, 1894 y Santo Domingo, 1895;
—el hecho cierto de que la organización y ejecución de la expedición desde Costa Rica haya quedado en las manos inexpertas de Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, con los trastornos que esto trajo consigo para el envío del buque y las armas y
—el desembarco imprevisto de Gómez y Martí por Oriente, en lugar de Camagüey, lo que condicionó el necesario y prematuro encuentro entre los jefes en un ambiente de tensión que tenía, como telón de fondo, todo lo acontecido con la expedición del Honor.[66]
Realmente, lo primero no era imprescindible, en tanto Gómez era el jefe indiscutido del ala militar y Martí de la civil, mientras que Maceo era el responsable de una de las tres expediciones. La segunda es discutible, como ya se ha demostrado al analizar el nivel de intimidad que alcanzó la relación de Martí con la familia Maceo entre 1893 y 1894. El resto son razones inobjetables, signadas por el azar. No obstante, la causa fundamental de aquella triste confrontación fue anterior: la postergación del inicio de las hostilidades más allá de cualquier límite necesario y el desastre de Fernandina, con todas las consecuencias nefastas que trajo para la estrategia prevista. Tal error —atribuible en primer lugar al general en Jefe— fue la causa última que provocó, no solo la discusión de La Mejorana, sino el dar al traste con toda la guerra necesaria,[67] tan laboriosamente preparada por Martí y los hombres y mujeres del PRC, fuera y dentro de la isla, para que fuera corta, general e intensa.
Tras la reunión del ingenio La Mejorana —tensa y difícil, pero aclaratoria y fructífera— y su epílogo ceremonioso y vehemente del día 6, Martí solo tuvo elogios para Maceo en su correspondencia. A Carmen Miyares le dice:
Vamos a Masó, venimos de Maceo. ¡Qué entusiasta revista la de los 3 000 hombres de a pie y a caballo que tenía a las puertas de Santiago de Cuba! […] ¡Qué lleno de triunfos y de esperanza Antonio Maceo! // […] Les hubiera enternecido el arrebato del Campamento de Maceo y el rostro resplandeciente con que me seguían de cuerpo en cuerpo los hijos de Santiago de Cuba.[68]
Al propio Maceo, el 12 de mayo, le escribe la que sería su última carta donde se queja de que la Revolución en la jurisdicción de Jiguaní no tuviera los mismos bríos que donde él opera. Lleno de fe en la victoria final lo conmina a: —“que nos pongamos pronto en marcha para el revuelo final, que,—si no dejamos condensarse al enemigo—puede ser cercano. Vea eso en mí, y no más: un peleador: de mí, todo lo que ayude a fortalecer y ganar la pelea”.[69]
En cuanto a Maceo, le expresa a Gómez sus memorias positivas de aquel día: “Después del día 4 de mayo en que tuve la satisfacción de abrazar a Ud. y Martí y demás compatriotas que le acompañaban en la entrevista que sostuvimos en el ingenio La Mejorana cuya impresión gratísima no seré yo el que niegue por haber vislumbrado con la llegada de Uds. días venturosos en el horizonte de la Patria”.[70]
Optimismo y decisión por avanzar en pos de la victoria final era lo que quedaba en ellos tras la catarsis de La Mejorana. Siempre sus vínculos revolucionarios se caracterizaron por la honestidad, el respeto a las ideas del otro y un alto grado de intimidad y cohesión ideológica que superaba las contradictorias posturas que mantenían respecto a la conducción de la guerra por la independencia. Aunque en el devenir de sus relaciones atravesaron por momentos de ruptura temporal, que llegó a circunstanciales distanciamientos, el propio crisol de la revolución nacional liberadora, de la que fueron protagonistas de primer orden, los mantuvo unidos en las cuestiones esenciales y así quedaron en el imaginario social y las páginas de la historia patria.
Tomado del Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2020, no. 43, pp. 115-135
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[60] JM: “Carta al general Antonio Maceo”, Nueva York, 3 de noviembre de 1894, EJM, t. IV, p. 307.
[61] Ibídem, p. 305.
[62] Nótese la similitud temática con el artículo “Desde New York. Fermín Valdés-Domínguez”, La Lucha, La Habana, 9 de abril de 1887, OCEC, t. 25, p. 242; la carta a Juan Gualberto Gómez, [Nueva York, 29 de enero de 1895], EJM, t. 5, p. 39; y el apunte personal, OC, t. 22, p. 142. (N. del E. del sitio web).
[63] JM: “Carta al general Antonio Maceo”, Nueva York, [16 de diciembre de] 1894, EJM, t. IV, pp. 382-383.
[64] JM: “Carta al general Antonio Maceo”, [Nueva York, 4 de enero de 1895], EJM, t. V, p. 7.
[65] JM: “Carta al general Antonio Maceo”, Montecristi, 26 de febrero de 1895, EJM, t. V, pp. 78-79.
[66] Rafael Ramírez: “Reflexiones acerca de la reunión de La Mejorana”, ob. cit., pp. 251‑254. Acercamientos anteriores en: Manuel Isidro Méndez: “Acerca de La Mejorana y Dos Ríos”, Cuadernos de Historia de Cuba, La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 1954; Pedro Pablo Rodríguez: “Otro acercamiento a La Mejorana”, Universidad de La Habana, no. 246, 1996, p. 42; Luis Toledo Sande: “Sobre la presencia de Antonio Maceo en el Diario de campaña de José Martí”, Universidad de La Habana, no. 205, 1996, p. 77; Israel Escalona Chádez: José Martí y Antonio Maceo: la pelea por la libertad, Santiago de Cuba, Editorial Oriente, 2004, pp. 215‑228, e Ibrahim Hidalgo Paz: “Maceo‑Martí. Convergencias y divergencias”, Bohemia, La Habana, 6 de diciembre de 1996, a. 88, no. 25.
[67] JM: “Asuntos cubanos. Lectura en Steck Hall”, Nueva York, 24 de enero de 1880, OCEC, t. 6, p. 150. Véanse, además, la carta a José Alfonso Lucena (Nueva York, 9 de octubre de 1885, OCEC, t. 23, p. 167); el discurso en conmemoración del 10 de Octubre de 1868, (Nueva York, Masonic Temple, 10 de octubre de 1888, OC, t. 4, p. 229); y el artículo “El general Gómez”, publicado en Patria, Nueva York, el 26 de agosto de 1893, no. 76, p. 2 (OC, t. 4, p. 447).
[68] JM: “Carta a Carmen Miyares y sus hijos”, Altagracia, Holguín, 9 de mayo de 1895, EJM, t. V, pp. 233-234.
[69] JM: “Carta al general Antonio Maceo”, La Jatía, 12 de mayo de 1895, EJM, t. V, p. 239.
[70] Juan Andrés Cué: “Correspondencia inédita de Antonio Maceo”, Santiago, Santiago de Cuba, no. 22, junio de 1976, p. 203.
[71] Profesor y ensayista. Investigador del Centro de Estudios Martianos.