MARTÍ Y MACEO: INDEPENDENCIA Y REPÚBLICA
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El 4 de enero, Maceo responde rauda y afirmativamente a la convocatoria, al tiempo que hace votos por la unión de los cubanos,[36] y el día 15 se extiende en su respuesta haciendo detallada exposición de su pensamiento para que conste a los que lo atacaban y sembraban desconfianza sobre su actitud política. El texto de la misiva destaca su apego a la ley y la forma republicana y democrática de gobierno; al tiempo que muestra repudio a la “usurpación de los derechos de una raza sobre otra” y a los defensores de la anarquía.[37]
Tras el fracaso de las labores de la Comisión Ejecutiva de 1887, el Titán decidió probar suerte con un proyecto que quizás no había ejecutado antes por encontrarse a la sombra de Gómez como un subordinado leal. Ahora creyó llegado el momento de llevar adelante su propio plan de alzamiento a partir de la conmoción que su sola presencia provocaría en la isla. Con este fin desembarcó por Santiago de Cuba el 30 de enero de 1890, siendo recibido con júbilo por los patriotas, y el 5 de febrero arriba a La Habana, donde los combativos jóvenes de la Acera del Louvre le rinden honores y fidelidad. Mas, su alargada estancia y las redes de conspiradores que propagó, sobre todo en La Habana y Santiago, eran seguidas al dedillo por la policía y el espionaje español. Todo terminó abruptamente el 30 de agosto, cuando el nuevo Capitán General —su eterno enemigo, el general Camilo Polavieja— lo expulsó de la isla y, tras él, a decenas de infidentes, sofocándose el intento de manera incruenta pero eficaz con la llamada Paz del Manganeso.
En ese primer semestre de 1890, Martí estuvo inmerso en la Conferencia Monetaria Internacional Americana y otras tareas profesionales. No hay evidencias de que colaborara directamente con el Plan Maceo. No obstante, en cartas a Emilio Núñez[38] y en el discurso del 10 de octubre en Nueva York se pronuncia por apoyar los esfuerzos de los conspiradores de la isla si se alzaran en armas.[39] Lo que sí se aprecia en esas fuentes es su zozobra porque ocurriera en la isla otro levantamiento espontáneo y débil que terminara en una nueva y costosa derrota para la causa cubana.
Es a partir de 1893, año en que el Delegado potencia la creación de comités revolucionarios al interior de Cuba y la relación directa con el ala militar de la Revolución, en que sus relaciones con Maceo se tornan más sistemáticas, cercanas y profundas, sin que por ello dejen de mantenerse sus discrepancias en torno al tema de la conducción de la futura guerra.
Aunque las relaciones íntimas de Martí con los dos grandes jefes se solidifican desde la creación del PRC, no ocurre igual en ambos casos: convive primero, y más largamente, con Gómez (Santo Domingo, 1892, 1893 y 1895, Nueva York, 1894) y luego, y con mucho menos tiempo de interacción, con el Titán (Costa Rica, 1893 y 1894). Esta cuestión parece haber ejercido influencia en que lograra un mayor acercamiento ideológico y político con el primero que con el segundo, pero no fue el factor determinante.
Martí —y puede que también Maceo— era consciente de la necesidad de renovar la confraternidad entrambos en aquella hora de los hornos.[40] En vísperas de ponerse a esta tarea, el habanero publica un texto cuyo título es una declaración en sí mismo: “Persona, y Patria”, donde hace tabla rasa de la idea de la persona salvadora y del caudillo insustituible. Lo ilustra consigo mismo, por ser el líder principal del nuevo proyecto:
La grandeza es esa del Partido Revolucionario: que para fundar una república, ha empezado con la república. Su fuerza es esa: que en la obra de todos, da derecho a todos. Es una idea lo que hay que llevar a Cuba: no una persona. No es Martí el que va a desembarcar: es la unión magnífica de las emigraciones, juntas en la libertad local, para mantener el espíritu justo y los medios bastantes de la independencia del país consultado y querido: es el abrazo, grande como de las entrañas, de los revolucionarios de espada y de libro, de caballo y de bufete, de cárcel y de pelea, que el gobierno español y los errores de la guerra y el apartamiento del campo y el destierro mantenían como hostiles o desamorados.[41]
Antes de ir con los Maceo, plasma su pensamiento relativo a la polémica cuestión racial en un texto capital: “‘Mi raza’”, donde coincide plenamente con aquellos orgullosos mulatos al afirmar:
Esa de racista está siendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre: peca por redundante el blanco que dice: “mi raza”: peca por redundante el, negro que dice: “mi raza”. Todo lo que divide a los hombres, todo lo que los especifica, aparta o acorrala, es un pecado contra la humanidad.[42]
El racismo era promovido intensamente por los colonialistas a partir de las tesis biologicistas al uso que justificaban la incapacidad cubana para el autogobierno con el mito de la inferioridad racial de los pueblos supuestamente degenerados, mestizos de españoles, indios y negros.[43] A ello sumaban la amenaza exacerbada de una guerra racial en Cuba, agitando el viejo fantasma del miedo al negro.
No obstante, su desapego por el término raza, Martí renunció a emplear los subterfugios aún más discriminadores de gente de color y solía llamarlos negros y mulatos, pues para él la cuestión a resolver no era racial, sino social. De hecho, solía dar un tratamiento preferencial a los hombres y mujeres de raza negra en las tareas de organización de la nueva gesta y los mimaba sistemáticamente —como hizo con Cornelio Brito y los Pedroso en Tampa, y la larga serie de fotografías que se tomó rodeado de exiliados negros y mulatos durante su visita a Jamaica en 1894—. Asimismo, promovía en Patria a negros y mulatos destacados y a las organizaciones y medios de expresión que creaban para defender sus reclamos sociales y la causa independentista.[44]
La visión martiana del héroe oriental quedó esculpida en el artículo “Antonio Maceo”, donde resalta en extenso el valor de su pensamiento y carácter, sin mencionar apenas sus dotes guerreras. Hoy, cuando aún es común referirse a Maceo solo como el Aquiles cubano, es muy útil reiterar esta valoración martiana:
—Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo. No hallaría el entusiasmo pueril asidero en su sagaz experiencia. Firme es su pensamiento y armonioso, como las líneas de su cráneo. Su palabra es sedosa, como la de la energía constante, y de una elegancia artística que le viene de su esmerado ajuste con la idea cauta y sobria. […] Pero se pone un día el sol, y amanece al otro, y el primer fulgor da, por la ventana que mira al campo de Marte, sobre el guerrero que no durmió en toda la noche buscándole caminos a la patria. Su columna será él, jamás puñal suyo. Con el pensamiento la servirá, más aún que con el valor. Le son naturales el vigor y la grandeza.[45]
A nivel de epistolario, este período de intensificación de la relación se inicia con la misiva martiana del 25 de mayo de 1893. En ella le anuncia a Maceo su llegada a Costa Rica y le comenta con cariño:
Ardo en deseos de verlo. […] Ya sé que Vd. me conoce el alma bien, y que solo espera de ella lealtad y cariño. Con igual tesón vigilo por nuestra Patria, donde no hay problema que no se pueda resolver con honor y justicia,―y por la gloria de los que la han creado con sus servicios. Precisamente tengo ahora ante los ojos “La protesta de Baraguá”,[46] que es de lo más glorioso de nuestra historia, Vd. sabrá algún día para lo que vive este amigo de Vd.
Al final añade esta emotiva despedida para la esposa heroica: “A mi amiga María, la más prudente y celosa guardiana que pudo dar a Vd. su buena fortuna, dígamela otra vez todo mi respeto y cariño. Ahora volveré a ver a una de las mujeres que más han movido mi corazón: a la madre de Vd.”.[47]
El tono afectivo se percibe aún más en la del 15 de diciembre, consagrada a informar al Titán acerca de los fracasados alzamientos de Cruces y Lajas. En ella le comenta: “Mi silencio no le habrá extrañado. He vivido, desde que nos vimos, en una entrevista continua con Vd. De la visita que le hice me traje una de las más puras emociones de mi vida. ‘¡Por supuesto, me dije después de verlo, que Cuba puede ser libre,—y ser feliz después de ser libre!”’.
Y termina enviándole su pesar profundo por la pérdida de Mariana:
Y de su gran pena de ahora ¿no ve que no le quiero hablar? Su madre ha muerto.[48] En Patria digo lo que me sacó del corazón la noticia de su muerte:[49] lo escribí en el ferrocarril, viniendo de agenciar el modo de que le demos algún día libre sepultura, ya que no pudo morir en su tierra libre: ese, ese oficio continuo por la idea que ella amó, es el mejor homenaje a su memoria. Vi a la anciana dos veces,[50] y me acarició y miró como a hijo, y la recordaré con amor toda mi vida.[51]
La carta de agradecimiento de Maceo resuma afecto hacia el Delegado, al punto de confesarle cuales han sido sus más fuertes momentos de dolor: “Ah ¡qué tres cosas!: mi padre, el pacto del Zanjón y mi madre, que usted por suerte mía viene a calmar un tanto con su consoladora carta”.[52]
En 1894, las relaciones entre Martí y los titanes de bronce pasaban por un momento de gran acercamiento e intimidad. A raíz del atentado en San José, le escribe: “Cubanos indignados // saludamos amado herido // Cuídese mucho— // Martí”.[53] Y luego de su entrevista con Flor y José, le escribe largo haciéndole reporte de sus actividades, el cuidado que ha tenido en no usurparle un ápice de autoridad en todo lo relativo a su dirección de la expedición y cómo logró cumplir exitosamente su encargo de convencer al receloso José de volver a la manigua redentora.[54]
Las despedidas a Maceo en las cartas de junio son muy ilustrativas del grado de afinidad alcanzado: “Quiera mucho a su José Martí”;[55] “No olvide que tiene compañero y escudo en // su // José Martí”;[56] “Que María[57] no me olvide. ¡Cuánto hemos hablado Pancho y yo en Jamaica de Vds.! ¡Qué espontaneidad y ternura en el servicio práctico e inmediato de esta gente infatigable! He tenido a Marcos[58] cerca. Siento que he sembrado aquí mucho hoy. —Póngase con fe a todo: ya ve a lo que va y a lo que podemos ir sin estorbo, su amigo, hondo y cuidadoso // José Martí”.[59]
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[36] Antonio Maceo: “Carta a José Martí”, Bajo Obispo (Istmo de Panamá), 4 de enero de 1888, DJM, pp. 207-209.
[37] Antonio Maceo: “Carta a José Martí”, Bajo Obispo (Istmo de Panamá), 15 de enero de 1887 [1888], DJM, pp. 209-211.
[38] Coronel Emilio Núñez Rodríguez (1855-1922). (JM: “Cartas al coronel Emilio Núñez”, Nueva York, 15 y 28 de mayo de 1890, EJM, t. II, pp. 196-197 y 199-200, respectivamente).
[39] JM: “Discurso en conmemoración del 10 de octubre de 1868”, Hardman Hall, Nueva York, 10 de octubre de 1890, t. 4, pp. 247-255.
[40] “Es la hora de los hornos, en que no se ha de ver más que la luz”. (JM: “Carta a José Dolores Poyo”, Nueva York, 5 de diciembre de 1891, EJM, t. II, p. 330).
[41] JM: “Persona, y Patria”, Patria, Nueva York, 1º de abril de 1893, no. 55, p. 2; OC, t. 2, p. 278.
[42] JM: “‘Mi raza’”, Patria, Nueva York, 16 de abril de 1893, no. 57, p. 2; OC, t. 2, p. 298.
[43] A esta postura pseudocientífica Martí la reducía a “razas de librería”. Ver de Fernando Ortiz: “Martí y las razas de librería”, Cuadernos Americanos, publicación bimestral, a. IV, vol. XXI, no. 3, México, mayo-junio de 1945, pp. 185‑198; y de Ibrahim Hidalgo Paz: “Notas sobre la concepción martiana de la historia”, Honda, La Habana, Sociedad Cultural José Martí, no. 6, 2002, p. 17.
[44] Ver JM: “Los lunes de La Liga”, Patria, Nueva York, 26 de marzo de 1892, no. 3, p. 3 (OC, t. 5, pp. 252-255); “Noche hermosa de La Liga”, Patria, Nueva York, 4 de noviembre de 1893, no. 85, pp. 1-2 (OC, t. 5, pp. 267-270); “La Igualdad”, Patria, Nueva York, 16 de abril de 1892, no. 6, p. 3 (OC, t. 5, p. 49); “Mariana Maceo”, Patria, Nueva York, 12 de diciembre de 1893, no. 90, p. 1 (OC, t. 5, pp. 25-26); y “La madre de los Maceo”, Patria, Nueva York, 6 de enero de 1894, no. 93, p. 3 (OC, t. 5, pp. 26-27).
[45] JM: “Antonio Maceo”, Patria, Nueva York, 6 de octubre de 1893, no. 80, pp. 2-3; OC, t. 4, p. 454.
[46] Se refiere al artículo del coronel Fernando Figueredo “La Protesta de Baraguá”, que fue publicado en Patria de forma sucesiva en varios números (los días: junio 10, 17, 24; julio: 1, 8, 15, 22, 29; agosto 5, 12, 19, 26: septiembre 9, 23 y, octubre 6, 10 de 1893). Para la consulta de dicho artículo, véase Fernando Figueredo Socarrás: La Revolución de Yara. 1868-1878, Instituto del Libro, 1968, pp. 263-289. (N. del E. del sitio web).
[47] JM: “Carta al general Antonio Maceo”, Nueva York, 25 de mayo de 1893, EJM, t. III, pp. 360 y 361, respectivamente.
[48] Mariana Grajales Coello falleció en Jamaica, el 27 de noviembre de 1893.
[49] Véase el artículo “Mariana Maceo”, publicado en Patria, Nueva York, el 12 de diciembre de 1893, no. 90, p. 1 (OC, t. 5, pp. 25-26). Días después, el 6 de enero de 1894, escribió “La madre de los Maceo”. [Patria, Nueva York, no. 93, p. 3 (OC, t. 5, pp. 26-27)].
[50] Martí visitó a Mariana Grajales en dos ocasiones: la primera, durante el viaje que realizó a Jamaica en octubre de 1892 y, la otra en 1893, durante una gira por Centroamérica y el Caribe.
[51] JM: “Carta al general Antonio Maceo”, Key West, 15 de diciembre de 1893, EJM, t. III, pp. 481 y 482, respectivamente.
[52] Antonio Maceo: “Carta a José Martí”, San José de Costa Rica, 12 de enero de 1894, DJM, p. 392.
[53] JM: “Cablegrama al general Antonio Maceo”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1983, no. 6, p. 6; EJM, t. IV, p. 328.
[54] JM: “Carta al general Antonio Maceo”, Puntarenas, 18 de mayo [junio] de 1894, EJM, t. IV, pp. 188-190.
[55] Ibíd., p. 190.
[56] JM: “Carta al general Antonio Maceo”, Panamá, 22 de junio de 1894, EJM, t. IV, p. 195.
[57] María Cabrales Isaac.
[58] Marcos Maceo Grajales.
[59] JM: “Carta al general Antonio Maceo”, Kingston, Jamaica, 25 de junio de 1894, EJM, t. IV, p. 202.