CARTAS DE MARTÍ
UN POETA
WALT WHITMAN
(continuación 3)
Imagínese qué nuevo y extraño efecto producirá ese lenguaje henchido de animalidad soberbia cuando celebra la pasión que ha de unir a los hombres. Reúne en una composición del Calamus los goces más vivos que debe a la naturaleza y a la patria; pero solo a las olas del océano halla dignas de corear, a la luz de la luna, su dicha al ver dormido junto a sí al amigo que ama. Él ama a los humildes, a los caídos, a los heridos, hasta a los malvados. No desdeña a los grandes, porque para él solo son grandes los útiles.
Echa el brazo por sobre el hombro a los carreros, a los marineros, a los labradores. Caza y pesca con ellos, y en la siega, sube con ellos al tope del carro cargado. Más bello que un emperador triunfante le parece el negro vigoroso que apoyado en la lanza detrás de sus percherones guía su carro sereno por el revuelto Broadway. Él entiende todas las virtudes, recibe todos los premios, trabaja en todos los oficios, sufre con todos los dolores. Siente un placer heroico cuando se detiene en el umbral de una herrería, y ve que los mancebos, con el torso desnudo, revuelan los martillos por sobre sus cabezas, y golpean cada uno a su turno.[41]
Él es el esclavo, el preso, el que pelea, el que cae, el mendigo. Cuando el esclavo llega a su puerta, perseguido y sudoroso, le llena la bañadera, lo sienta a su mesa: en el rincón tiene cargada la escopeta para defenderlo: si se lo vienen a atacar, matará al perseguidor, y volverá a sentarse a la mesa, como si hubiera matado una víbora![42]
Walt Whitman, pues, está satisfecho: ¿qué orgullo le ha de punzar, si él sabe que se para en tierra o flor? ¿qué orgullo tiene un clavel, una hoja de salvia, una madreselva? ¿cómo no ha de mirar él con serenidad los dolores humanos, si sabe que por sobre ellos está un ser inacabable a quien aguarda la inmersión venturosa en la naturaleza? ¿Qué prisa le ha de azuzar, si cree que todo está donde debe y que la voluntad de un hombre no ha de desviar el camino del mundo? Padece, sí, padece: pero mira como un ser menor y acabadizo al que en él sufre, y siente por sobre las fatigas y miserias a otro ser que no puede sufrir, porque conoce la universal grandeza. Ser como es le es bastante, y asiste impasible y alegre al curso, silencioso o loado, de su vida. De un solo bote echa a un lado como excrecencia inútil la lamentación romántica: “¡No he de pedirle al cielo que baje a la tierra para hacer mi voluntad!” Y ¿qué majestad no hay en aquella frase, en que dice que ama a los animales porque “no se quejan?”[43] La verdad es que ya sobran los acobardadores: urge ver cómo es el mundo, para no convertir en montes las hormigas: dése fuerza a los hombres en vez de quitarles con lamentos las pocas que el dolor les deja: pues los llagados, ¿van por la calle enseñando sus llagas?—Ni las dudas de la ciencia le mortifican. “Vosotros sois los primeros, dice a los científicos: pero la ciencia no es más que un departamento de mi morada: no es toda mi morada: ¡qué pobres parecen las argucias ante un hecho heroico! A la ciencia, salve: y salve al alma, que está por sobre toda ciencia”. Pero en aquello en que su filosofía ha domado enteramente el odio, como mandan los magos, es en la frase, no exenta de la melancolía de los vencidos, con que arranca de raíz toda razón de envidia: ¿por qué tendría yo celos, dice, de aquel de mis hermanos que haga lo que yo no puedo hacer?: “aquel que cerca de mí posee un pecho más ancho que el mío, demuestra la anchura del mío”.[44] Penetre el sol la tierra, hasta que toda ella sea luz clara y dulce, como mi sangre. Sea universal el goce: yo canto la eternidad de la existencia, la dicha y sentido de nuestra vida; y la hermosura implacable del universo: yo uso zapatos de becerro, un cuello espacioso y un bastón hecho de una rama de árbol![45]
Y todo eso lo dice en frase apocalíptica: ¿Rimas o acentos? ¡Oh, no! Su ritmo está en las estrofas, ligadas, en medio de aquel caos aparente de frases superpuestas y convulsas, por una sabia composición que maneja en grandes grupos musicales las ideas, como la natural forma poética de un pueblo que no fabrica piedra a piedra, sino a enormes boqueadas. El lenguaje de Walt Whitman, enteramente diverso del usado hasta hoy por los poetas, corresponde por la pujanza y extrañeza a su cíclica poesía, y a la humanidad nueva congregada sobre un continente fecundo con tales portentos, que en verdad no caben en liras ni serventesios remilgados.[46]
Ya no se trata de amores escondidos, ni de damas que mudan de galanes, ni de la queja estéril de los que no tienen la energía necesaria para domar la vida, o la discreción que conviene a los cobardes. No de rimillas se trata y dolores de alcoba, sino del nacimiento de una era, del alba de la religión definitiva, y de la renovación del hombre: trátase de una fe que ha de sustituir a la que ha muerto, y surge con un claror radioso de la arrogante paz del hombre redimido: trátase de escribir los libros sagrados de un pueblo que reúne, al caer del mundo antiguo, todas las fuerzas vírgenes de la libertad a las ubres y pompas ciclópeas de la salvaje naturaleza: trátase de reflejar en palabras el ruido de las muchedumbres que se asientan, de las ciudades que trabajan, y de los mares y los ríos esclavos. ¿Apareará consonantes Walt Whitman, y pondrá en mansos dísticos estas montañas de mercaderías, bosques de espinas, pueblos de barcos, combates donde se acuestan a abonar el derecho millones de hombres, y sol que en todo impera, y se derrama con límpido fuego por el vasto paisaje? Oh, no: Walt Whitman habla en versículos, sin música aparente, aunque a poco de oírla se percibe que aquello suena como el casco de la tierra, [cuando] vienen por él, descalzos y gloriosos, los ejércitos triunfantes.
En ocasiones parece el lenguaje de Whitman el frente colgado de reses de una carnicería: otras parece un canto de patriarcas, sentados en coro, con la suave tristeza del mundo, a la hora en que el humo se pierde en las nubes: suena otras veces como un beso brusco, como un forzamiento, como el chasquido del cuero reseco que revienta al sol: pero jamás pierde la frase su movimiento rítmico de ola. Él mismo dice cómo habla, en “alaridos proféticos”:[47] “estas son, dice, unas pocas palabras indicadoras de lo futuro”.[48] Eso es su poesía: índice. El sentido de lo universal pervade el libro entero, y le da, en la confusión superficial una regularidad grandiosa: pero sus frases desligadas, flagelantes, incompletas, sueltas, más que expresan, emiten: “lanzo mis imaginaciones sobre las canosas montañas”. “Di tierra, viejo nudo montuoso, ¿qué quieres de mí?” “Hago resonar mi bárbara fanfarria sobre los techos del mundo”.[49]
No es él, no, de los que echan a andar un pensamiento pordiosero, que va tropezando y arrastrando bajo la opulencia visible de sus vestiduras regias: él no infla tomeguines para que parezcan águilas: él riega águilas cada vez que abre el puño, como un sembrador riega granos. Un verso tiene cinco sílabas, el que le sigue cuarenta, y diez el que le sigue. Él no esfuerza la comparación, y en verdad no compara sino que dice lo que ve o recuerda con un complemento gráfico e incisivo, y dueño seguro de la impresión de conjunto que se dispone a crear, emplea su arte, que oculta por entero en reproducir los elementos de su cuadro con el mismo desorden con que los observó en la naturaleza. Si desvaría no disuena, porque así vaga la mente, sin orden ni esclavitud, de un asunto a sus análogos: mas luego, quien como si solo hubiese aflojado las riendas sin soltarlas, recógelas de súbito, y guía de cerca con puño de domador la cuadriga encabritada: sus versos van galopando, y como engullendo la tierra a cada movimiento: unas veces relinchan ganosos, como cargados sementales; otras, espumantes y blancos, ponen el casco sobre las nubes; otras se hunden, osados y negros, en lo interior de la tierra, y se oye por largo tiempo el ruido.
Esboza, pero dijérase que con fuego. En cinco líneas agrupa, como un haz de huesos recién roídos, todos los horrores de la guerra. Un adverbio le basta para dilatar o recoger la frase, y un adjetivo para sublimarla. Su método ha de ser grande, puesto que su efecto lo es; pero pudiera parecer que procede sin método alguno, sobre todo en el uso de las palabras, que mezcla con nunca visto atrevimiento, poniendo las augustas y casi divinas al lado de las que pasan por menos apropiadas y decentes. Ciertos cuadros no los pinta con epítetos, que en él son siempre vivaces y profundos, sino por sonidos, que compone y desvanece con destreza cabal, sosteniendo así con el turno de los procedimientos el interés que la monotonía de un modo exclusivo pondría en riesgo. Por reproducciones, atrae la melancolía, como los salvajes. Su cesura, inesperada y cabalgante, cambia sin cesar, y sin conformidad arregla alguna, aunque se percibe un orden sabio en sus evoluciones, paradas y quiebros. Acumular le parece el modo mejor de describir, y su raciocinio no toma jamás las formas pedestres del argumento, ni las altisonantes de la oratoria, sino el misterio de la insinuación, el fervor de la certidumbre y el giro ígneo de la profecía. A cada paso se hallan en su libro estas palabras nuestras: Viva, camarada, americanos, libertad. Pero ¿qué pinta mejor su carácter que las voces francesas que con arrobo perceptible y como para dilatar su significación incrusta en sus versos?: Ami, exalté, nonchalant, accoucher, en masse, ensemble, ensemble[50] sobre todas le seduce, porque él ve el cielo de la vida, de su pueblo y del mundo. Al italiano ha tomado una palabra: bravura!
Así, celebrando el músculo y el arrojo, invitando a los transeúntes a que pongan en él sin miedo su mano al pasar; oyendo, con las palmas abiertas al aire, el canto de las cosas; sorprendiendo y proclamando con deleite fecundidades gigantescas; recogiendo en versículos édicos las semillas, las batallas y los orbes; señalando a los tiempos pasmados las colmenas radiantes de hombres que por los valles y cumbres americanas se extienden, y rozan con sus alas de abeja la fimbria de la vigilante libertad; pastoreando los siglos amigos hacia el remanso de la calma eterna, aguarda Walt Whitman, mientras sus amigos le sirven en manteles campestres la primera pesca de la primavera rociada con champaña, la hora feliz en que lo material se aparte de él, después de haber revelado al mundo un hombre veraz, sonoro y amoroso, y abandonado a los aires purificadores, germine y arome, en sus ondas, “desembarazado, triunfante, muerto”.[51]
La Nación, Buenos Aires, 26 de mayo de 1887.
[Mf. en CEM]
Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2015, t. 25, pp. 290-305.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[41] José Martí parafrasea estos versos del cuaderno Song of Myself, 12, p. 37: “The butcher-boy puts off his killing-clothes, or sharpens his knife at the stall in the market, / I loiter enjoying his repartee and his shuffe and break-down. // Blacksmiths with grimed and hairy chests environ the anvil, / Each has his main-sledge, they are all out, there is a great heat in the fire. // From the cinder-strew’d threshold I follow their movements, / The lithe sheer of their waists plays even with their massive armas, / Overhand the hammers swing, overhand so slow, overhand so sure, / They do not hasten, each man hits in his place”.
[42] Song of Myself, 10, p. 36: “The runaway slave came to my huse and stop outside, / I heard his motions cracking the twigs of the woodpile, / Throuhg the swung half-door of the kitchen I saw him limpsy and weak, / And went where he sat on a log and led him in and assured him / And brought wáter and fill’d a tub for his sweated body and bruis’d feet, / And gave him a room that enter’d from my own and gave him some coarse clean clothes, / And remember perfectly well his revolving eyes and his awkwardness, / and remember putting plasters on the galls of his neck and ankles; / He staid with me a week before he was recuperated and pass’d north, / I had him sit next me at table, my fire-lock lean’d in the corner”.
[43] José Martí parafrasea estos versos del cuaderno Song of Myself, 32, p. 54: “I think I could turn and live with animals, they are so placid and delf-contain’d, / I stand and look at them long a long. // They do not seat and whine about their condition, / They do not lie awake in the dark and weep for their sins, / They do not make me sick discussing their duty to God, / Not one is dissatisfied, not one is demented with the mania of owning things, / No one kneels to another, nor to his kind that thousands of years ago, / Not one in respectable or unhappy over the whole earth”.
[44] Song of Myself, 47, p. 74: “He that by me spreads a wider breast than my own proves the width of my own”.
[45] Song of Myself, 46, p. 73: “My sings are a rain-proof coat, good shoes, and a staff cut from the woods”.
[46] En el poema “Estrofa nueva”, de Versos libres, José Martí dice: “Ni en remilgados serventesios caben”. Véase, en OCEC, t. 14, p. 167.
[47] Song of Myself, 25, p. 50: “The dirt receding before my prophetical screams”.
[48] Inscriptions, “Poets to come”, p. 18: “I myself but write one or two indicative words for the future”.
[49] Song of Myself, 52, p. 78: “I sound my barbaric yawp over the roofs of the world”.
[50] En francés; Amigo, exaltado, crear, indolente, junto: junto.
[51] Otros textos relacionados:
- Elena Jorge Viera: “Letra de Martí. Estética martiana de los Versos libres y ‘El poeta Walt Whitman’”, Revolución y Cultura, La Habana, julio de 1986.
- Mary Cruz: “Centenario de ‘El poeta Walt Whitman’ de Martí”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1987, no. 10, pp. 136-158. (N. del E. del sitio web).
- Luis E. Wong Reyna: “Más allá de las cumbres sublimes. Acercamiento a ‘El poeta Walt Whitman’”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1995, no. 18, pp. 147-170.