Walt Whitman

En su país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
algo que impera y vence con noble encanto.

    Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble añejo
como un profeta nuevo canta su canto.

    Sacerdote, que alienta soplo divino,
anuncia en el futuro, tiempo mejor.
Dice al águila: “¡Vuela!”; “¡Boga!”, al marino

y “¡Trabaja!”, al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino
con su soberbio rostro de emperador!

Tomado de Rubén Darío: “Walt Whitman” [1890], Azul… (1888), en Poesía, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1989, p. 244.