DE HERBERT SPENCER[1]

Al último de los artículos del sereno pensador inglés, cuyas deducciones comienzan ya a dar de sí esa luz de espíritu que forzosamente ha de surgir del conocimiento profundo de la naturaleza,—pertenecen las líneas elocuentes que al pie transcribimos:

     “En uno de sus aspectos, el progreso científico es una transfiguración gradual de la naturaleza. Allí donde un ojo vulgar creía hallar una absoluta inercia, revélase actividad intensa: lo que parecía perfectamente simple, resulta grandemente complejo: y lo que se hubiera juzgado vacío, está lleno de un maravilloso juego de fuerzas.

     “Cada generación de observadores de la naturaleza descubre en lo que se llama ‘materia bruta’, poderes que a los más sabios científicos hubieran parecido pocos años hace increíbles,—como la capacidad de una mera plancha de hierro para recoger las complicadas vibraciones aéreas que produce la voz humana, las cuales, traducidas en múltiples y variadas vibraciones eléctricas, reprodúcense a mil millas de distancia por otra plancha igual en su primitivo estado de sonido articulado.

     “Cuando el explorador de la naturaleza ve que, aun cuando parecen fríos y duros los cuerpos sólidos de la naturaleza, son de tal modo sensibles a fuerzas en cantidades infinitesimales; cuando el espectroscopio le prueba que las moléculas de la tierra vibran en armonía con las moléculas de las estrellas; cuando de todo lo que existe se desprende a sus ojos la inferencia de que cada un punto en el espacio palpita con una infinidad de vibraciones que en todas direcciones lo atraviesan,—se siente inclinado, más que a concebir un universo de materia muerta, a imaginar un universo en todas partes vivo; vivo, si no en el sentido estricto y demasiado especial de la palabra, en su sentido general”.

     ¡Observación curiosa, que debiera hacer meditar a los que malgastan el tiempo breve en disputillas vanas, y alfilerazos de secta!: después de mirar mucho a la tierra, el filósofo inglés piensa del mundo lo que pensó otro que miró mucho al cielo, porque lo veía en sí y sobre sí, y en la tierra como en todas partes, compenetrándola y entrefibrándose en ella. —Herbert Spencer, cabeza de positivistas, viene a concebir el universo como lo concibe Emerson.

La América, Nueva York, enero de 1884.

Tomado de José Martí: Obras completas. Edición crítica, La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, t. 19, p. 17.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] En OCEC, t. 19, pp. 142-153, en el artículo “Notable número del Mensuario de Ciencia Popular…”, de abril de 1884, puede consultarse el texto dedicado a este pensador inglés “[Herbert Spencer: La futura esclavitud. Análisis del socialismo]”. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web).