Cristino Martos Balbí (1830-1893)

Político, orador y jurisconsulto español. Nació en Granada y murió en Madrid. Siendo estudiante organizó una sublevación entre sus condiscípulos en protesta contra le reforma de la enseñanza de Bravo Murillo (1851), que alcanzó resonancia en varias capitales de España. Como abogado, obtuvo desde temprano brillantes éxitos forenses.

     Inició su periodismo político en El Tribuno, y desde 1854 colaboró con los principales periódicos progresistas de Madrid. Formó parte de la Junta Central que organizó la revolución de julio de 1854 contra Isabel ii, y de la insurrección de 1866, a lo que debió ser condenado a muerte, con Castelar, Ruiz Zorrilla y otros, pero el propio gobierno para no aumentar su impopularidad, le facilitó su salida al extranjero, donde se relacionó con el general Prim. Formó parte de la Junta Revolucionaria, y al triunfar la revolución (1868), fue presidente de la diputación provincial y vicepresidente de las Cortes Constituyentes, donde abogó por la monarquía. Ministro de Estado en 1869, apoyó la candidatura del duque de Génova, y ante el fracaso de la misma tuvo que dimitir.

     Con el advenimiento al trono de Amadeo i de Saboya, fue ministro de estado de su primer gabinete. Se negó a tomar parte en el de Ruiz Zorrilla, y a la caída del mismo, dirigió desde El Imparcial, con Echegaray y otros, rudos golpes a la dinastía. Posteriormente, se encargó del gobierno de manera interina, y al volver de nuevo Ruiz Zorrilla ocupó el Ministerio de Estado, posición que conservó hasta la renuncia del rey, la cual se encargó de llevar a la Cámara, junto con su dimisión y la del gabinete. En las Cortes, después de un violento debate, sustituyó a Rivero como presidente del Congreso.

     Proclamada la República en febrero de 1873, empezó a dar muestras de debilidad, y los mismos que lo llevaron a la presidencia de la Cámara, lo derribaron de ella, por lo que tuvo que marchar al extranjero. A su regreso, disuelta la Corte por el general Pavía, se le dio la cartera de Gracia y Justicia, pero debido a las discrepancias con Sagasta, tuvo que salir del ministerio y alejarse temporalmente de la política. No volvió a ser diputado hasta 1879, y desde entonces lo siguió siendo hasta su muerte.

     En 1880 firmó el manifiesto donde se anunciaba la fundación del Partido Republicano Progresista, del cual se separó al año siguiente. En 1883 apoyó al Partido Izquierdista Monárquico. Con posterioridad ingresó en el Parido Fusionista. En 1886 fue elegido por segunda vez presidente del Congreso. Votó por la ley del sufragio universal y otras reformas liberales. Sus mismos partidarios lo obligaron a dimitir, después de una sesión tumultuosa, a partir de la cual su influencia se fue debilitando.

     Temible polemista, se le consideró uno de los más notables oradores parlamentarios de su tiempo.[1] Tanto sus discursos forenses como parlamentarios le abrieron las puertas de la Academia de la Lengua. Aparte de su colaboración juvenil en los periódicos políticos La Discusión, La Democracia, Gil Blas, los que defendió en varias ocasiones, colaboró en revistas jurídicas como la Revista de los Tribunales, y escribió La revolución de julio de 1854 y otros trabajos.

     José Martí se entrevistó con Martos en su segunda deportación a España, y a la importante entrevista se refirió en su artículo “Cristino Martos”. En sus crónicas españolas abundan referencias a este político al que calificó como “hijo del talento, del esfuerzo propio y de la fuerza de voluntad […] orador poderoso […] el gran oportunista [… que] sabe cómo dividir a sus enemigos y cómo seducir a sus más astutos adversarios […] pero no tiene ni la tenacidad, ni la grandeza, ni el poder de resistencia que en estos tiempos se necesitan para organizar a un pueblo”.[2]

[Tomado de OCEC, t. 1, pp. 301-302. (Texto modificado ligeramente por el E. del sitio web)].

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Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] Manuel de la Cruz lo llamó “un acróbata japonés de la sintaxis”. (Citado por Cintio Vitier en “España en Martí”, Obras 7. Temas Martianos 2, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2005, pp. 166-186).

[2] JM: “El volcán español” (traducción), The Sun, Nueva York, 19 de septiembre de 1880, OCEC, t. 7, p. 306.