DEL GENERAL ANTONIO MACEO GRAJALES
Bajo Obispo (Istmo de Panamá), a 15 de enero de 1887 [1888].[1]
Señor José Martí.
Nueva York.
En cumplimiento de lo que le ofrecí en mi anterior de 9 de enero,[2] en la que no pude extenderme como hubiera deseado, por causas ajenas a mi voluntad, paso a ocuparme en la presente de otros puntos esencialísimos relacionados con mi personalidad política; para que tanto Vd. como los dignísimos paisanos firmantes de la honrosa comunicación que tuvo Vd. a bien enviarme, sepan a qué atenerse con respecto a mis ideas generales en política, y a la conducta que observaré el día en que nuevamente disputemos a España su menguado derecho sobre Cuba, o que rotas ya sus cadenas, tome su puesto en el concierto de los pueblos libres y soberanos.
Si en el pasado fue siempre mi política sujetarme a los mandatos de la Ley, de los Poderes legalmente constituidos, estimando que, buenos o malos es deber del ciudadano darle respetuoso acatamiento, a reserva de procurar por las vías legales su mejoramiento o enmienda si resultaren nocivos a los intereses generales de la Patria; hoy y mañana si la fortuna me dispensa el favor de contribuir en algo a la formación de nuestra nacionalidad, sigo y seguiré fiel a ella; creyendo, como creo, que bajo ningún concepto, ni bajo ningún motivo, se debe nunca apartar al pueblo de la obediencia a las leyes, y lanzarlo por los escabrosos caminos de la anarquía.
No obedeceré pues, jamás, con perjuicio de la Patria, a los caprichos y deseos de determinados círculos; protestaré con todas mis fuerzas y rechazaré indignado, todo acto ilegal que pudiere intentarse vulnerando los sagrados fueros y derechos del pueblo cubano; y condenaré, por último, todo paso que se pretenda dar fuera de la órbita de las leyes, que estamos todos en el deber de respetar y hacer cumplir. Protestaré asimismo, y me opondré hasta donde me sea posible, a toda usurpación de los derechos de una raza sobre otra; viniendo a ser, como esta mi resuelta y firme actitud, una garantía para todas.
Con respecto al profundo y sincero amor que guardo a las emanaciones de la soberanía nacional, libremente consultada y expresada, obedece esto a la íntima repulsión que me inspira la anarquía, ese monstruoso engendro de las malas pasiones, que donde quiera que se enseñorea, sirve solo para matar a los gérmenes vitales de toda la sociedad, y llevarla al abismo de la bancarrota y el descrédito. Y es, amigo Martí, que en los pueblos trabajados por ese terrible azote que todo lo destruye y nada crea, solo he visto siempre surgir, aprovechándose de las circunstancias, a su escoria política y social; y desaparecer de la escena a aquellos que, por el brillo de su inteligencia, o la respetabilidad de su carácter no debieran nunca dejar de figurar al frente de los negocios públicos. El respeto, pues, a la Ley, sin menoscabo de que por las vías legales, si imperfecta o nociva al bien general, se procure cambiar; esa sería mañana en la guerra, y luego en la paz, la norma a que ajustaría todos mis actos; que a las zozobras e inquietudes, y angustias de toda disolución social, he de preferir siempre la venturosa vida del trabajo, y la dulce esperanza de dar educación a mis hijos, para con ambas cosas contribuir al engrandecimiento moral y material de la patria.
Trazadas a breves rasgos las ideas transcriptas, creo asimismo que ninguna forma de gobierno es más adecuada, ni más conforme con el espíritu de la época, que la forma republicana y democrática.
Una república organizada bajo bases sólidas de moralidad y de justicia, es el único gobierno que, garantizando todos los derechos del ciudadano, es a la vez su mejor salvaguardia con relación a sus justas y legítimas aspiraciones, porque el espíritu que lo alimenta y amamanta es todo de libertad, igualdad y fraternidad, esa sublime aspiración del mártir del Gólgota,[3] que acaso utópica aún a pesar de 18 siglos de expresada, llegará a ser mañana, a no dudarlo, una hermosa realidad.
Inquebrantable respeto a la Ley, pues, y decidida preferencia por la forma republicana, he aquí concretado mi pensamiento político; esos son, han sido y serán siempre los ideales por los que ayer luché, y mañana me verán cobijarme a su sombra, si la Providencia y la Patria me llaman nuevamente al cumplimiento de mi deber.
En cuanto al mejor medio de organizar centros revolucionarios que preparen, tanto en Cuba como en el exterior, nuestro anhelado objeto, pienso primero que debemos darle hoy la misma forma que ayer tuvieron; es decir, la electiva mayoría de votos, procurando todos entre sí hallarse en comunión de ideas y propósitos; segundo no tener estos otras miras que mantener vivo en el corazón cubano el odio a la dominación española; y para en lo porvenir hacer la guerra, facilitárseles fondos, sin los cuales, aún surgiendo mañana circunstancias favorables para una nueva lucha, se verían malogradas nuestras aspiraciones, y ahogados en el vacío nuestros más nobles propósitos; y tercero y último, por fin, aconsejarles que, una vez establecidos, se pongan en comunicación con los jefes de la pasada lucha para lograr establecer entre estos formal acuerdo con respecto de quién ha de ser el director de la guerra, cosa de que todos obedezcamos a un plan combinado, y mostremos al enemigo, desde nuestra entrada en campaña, que obramos con verdadero concierto.
Fe, pues, en vuestra noble propaganda, dad al olvido todos los rencores y disidencias del pasado, y con la idea de Cuba en la mente, procurad apresurar el día en que vuelva a ondear en sus campos la bandera de la Estrella Solitaria. Os ofrezco, por mi parte, cooperar con vosotros a tan sagrado fin, y no dudando que volveréis a favorecerme con vuestras cartas, os transmito nuevamente por tan señalada honra mis gracias, dándonos a todos las seguridades de mi franca y cordial amistad.
P.D. Accediendo a los ruegos de varios paisanos del Istmo que, al mismo tiempo que daban Vds. su pensamiento a Cuba, pensaban también el mejor medio de propender a su próxima redención, le incluyo, Sr. Martí, para que a su vez lo someta Vd. al ilustrado juicio de sus compañeros, el Reglamento de la Sociedad Cooperativa Cubana, establecida en Panamá con tan laudable y patriótico fin. Casi todos sus fundadores y miembros fueron mis compañeros y colaboradores en la última tentativa que desgraciadamente fracasó por el cúmulo de circunstancias imprevistas y fatales.
Tomado de Destinatario José Martí, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual; preámbulo de Eusebio Leal Spengler, La Habana, Ediciones Abril, 2005, pp. 209-211.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Esta carta, por un lapsus del general Maceo, muy frecuente al comienzo de un nuevo año, fue fechada en 1887, en lugar de 1888.
[2] La carta a que se refiere el general Maceo está fechada el 4 de enero de 1888. (N. del E. del sitio web).
[3] Se refiere a Jesucristo, quien fue crucificado en Gólgota, montaña cercana a Jerusalén.