DEL GENERAL ANTONIO MACEO GRAJALES

Bajo Obispo (Istmo de Panamá), 4 de enero de 1888.

Señor José Martí.
Nueva York.

Distinguido compatriota:

A reserva de contestar por el próximo vapor la carta suscrita por Vd. y otros apreciabilísimos paisanos consultando mi parecer “sobre el modo más rápido y certero” de llevar nuevamente a Cuba una guerra de independencia, —lo que no hago ahora por hallarme en cama preso de fuerte calentura,— ¿qué decirle por la presente sino que esa carta escrita de mano maestra y con la elevación y sensatez del verdadero patriotismo, ha venido a demostrarme una vez más que no debemos desesperar de nuestros destinos, ni nunca desalentarnos ante los obstáculos que necesariamente hemos de encontrar en nuestro camino y vencer antes de llegar al anhelado fin?

     Hoy como ayer y siempre Sr. Martí, y así puede comunicarlo a los Sres. que con Vd. firman esta carta que tanto me honra y que ha venido a endulzar un tanto la amargura de mi obligado ostracismo, hoy como ayer pienso que debemos los cubanos todos, sin distinciones sociales de ningún género deponer ante el altar de la Patria esclava y cada día más infortunada, nuestras disensiones todas y cuantos gérmenes de discordias hayan podido malévolamente sembrar en nuestros corazones los enemigos de nuestra noble causa.

     Para lograr este fin, pienso, pues, con Ud. que debemos desde ahora, y en presencia de los acontecimientos que rápidamente se desenvuelven en Cuba, organizarnos para el día próximo ya, en que cansado el pueblo de sufrir la ignominia de la servidumbre, y sin fe en los vergonzosos ideales autonómicos que pregonan hoy muchos de sus hijos antiguos y siempre queridos amigos nuestros, busque la solución de sus desgracias y la salvación de su porvenir, en aquellos hermosos campos regados ya ¡ay! con la preciosa sangre de tantos mártires y héroes, enarbolando otra vez la gloriosa bandera que alzaron valientes en Yara, Céspedes y Aguilera.

     Estoy, pues, de acuerdo con vosotros en este punto esencial y, desde luego, os aseguro que cooperaré con vosotros al mayor éxito de propaganda tan fecunda y patriótica. Con respecto a mi parecer acerca de los detalles de cómo debemos efectuar esa organización tanto en el exterior como en el interior de la Isla, en mi próxima, y ya libre de la causa que hoy me lo impide, tendré el honor de exponérselo; así como también me será muy grato ocuparme con vosotros de otros muy importantes particulares relacionados con mi humilde personalidad y mis íntimas aspiraciones, para desvanecer para siempre en la conciencia de parte del pueblo cubano uncido al yugo español y que vive en Cuba, las odiosas y cobardes calumnias que de mí se complacen en propagar allí los enemigos de nuestra libertad, prestándome, miserable, no sé qué suerte de miras disolventes y criminales que mi corazón y mi pensamiento rechazan hoy, y rechazarán siempre indignados.

     La unión cordial, franca y sincera de todos los hijos de Cuba, fue en los campos de Cuba, tanto en los días prósperos como en los nefastos de nuestra guerra, el ideal de mi espíritu y el objetivo de mis esfuerzos; ¿podré hoy que andamos dispersos por todos los rincones de la tierra, huérfanos de patria y de hogar, pensar de distinto modo?

     La unión, amigos, se impone por fuerza a nuestro patriotismo; pues sin ella serán estériles todos nuestros sacrificios, y se ahogarán siempre en sangre nuestras más arriesgadas empresas. Contad, pues, con que a alcanzarla contribuiré con todas las fuerzas de mi espíritu, y toda la autoridad que me dan mi pasado y los servicios por mí prestados a la causa de nuestra libertad.

     Sirvan, pues, estas líneas de acuse de recibo, Sr. Martí y entretanto vuelvo a coger la pluma para seguir ocupándome de asuntos para mí tan gratos, reciba y trasmita mi más expresivas gracias a cuantos con Vd. se sirvieron honrarme dirigiéndome la carta de que he venido haciendo referencia; así las seguridades de mi más distinguida consideración y aprecio.

 A. Maceo

Tomado de Destinatario José Martí, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual; preámbulo de Eusebio Leal Spengler, La Habana, Ediciones Abril, 2005, pp. 207-209.