A los libros me vuelvo con la tímida mano cansarla, a abrirlos sin deseos ya de saber, a apacentarme en esos familiares, lanudos signos que me besaron tantas veces los ojos otro tiempo, a su paz, a su sombra me devuelvo, a ver si puedo recordar, si puedo comer, y me harte al fin su silencio. Libro del aprender iluso y sobrio, tu gran página abrí cual puerta antigua, cual puerta de jardín: me echó en el suelo único aroma, fe que no traiciono, y aquí estoy, de prestado, tu buen tiempo respirando, y oliendo, respirando.