DE LA NOCHE EN EL CORAZÓN

UNA CARA, UN RUMOR, UN FIEL INSTANTE

UNA cara, un rumor, un fiel instante,
ensordecen de pronto lo que miro
y por primera vez entonces vivo
el tiempo que ha quedado ya distante.

Es como un lento y perezoso amante
que siempre llega tarde el tiempo mío,
y por lluvia o dorado y suave hastío
suma nocturnos lilas deslumbrantes.

Y me devuelve una mansión callada,
parejas de suavísimos danzantes,
los dedos artesanos del abismo.

Y me contemplo ciega y extasiada
a la mágica luz interrogante
de un sonido que es otro y que es el mismo.

NO SABES DE QUÉ LEJOS HE LLEGADO

NO sabes de qué lejos he llegado
a morirme y a estar entre vosotros,
ni hasta qué punto he sido desterrado
de la mágica tela de los otros.

No sabes cómo llevo ya calados
los huesos de la lluvia en que me arrojo,
hasta dónde tu voz he traicionado,
hoja que caes del árbol de mis ojos.

No sabes de qué lejos he venido
a la mesa y al pan de mis hermanos
de mí serenamente desprendidos.

Y cómo escucho su rumor lejano
que no sé si he ganado o si he perdido,
que no sé si he ganado o si he perdido.

PRIVILEGIO TRISTÍSIMO Y ARDIENTE

PRIVILEGIO tristísimo y ardiente
de estar vivo, de ser sin ilusiones
fríamente parciales de los dones
oscuros, de las tardes inclementes.

Qué me aferra a los últimos relentes
de mi día, oh amor sin ilusiones,
qué me arrastra a tus lúcidos rincones
con tal fría pasión indiferente.

Amor oscuro y fiero de mí misma,
inhumano y extraño que me hieres
con tu espada profunda y dividida.

Acaba dc una vez, que ya hace frío,
y sollózame al fin qué es lo que quieres,
y contesta por Dios, quién soy, qué he sido.

YO OS AMO, PALABRAS, MADRES TRISTES

YO os amo, palabras, madres tristes,
intemperie entrañable de la vida.
Me acompañáis con soledad dormida.
Yo os amo, palabras, madres tristes.

Con un amor sin grandes esperanzas
yo me amo, en mi imposible creo,
con un frío fervor, un desdén fiero,
con un amor sin grandes esperanzas.

Qué lluvia has de poner sobre mi nada,
con qué has de atar lo que me desamarra,
qué es, muerte mía, lo que rectificas,

si mi amor con tu divisora espada,
o esta enemistad de mi palabra con
tu música ajena y unitiva.

VENDRÁ LA MUERTE

VENDRÁ la muerte a transformar el lila
reminiscente de tus trajes idos,
sorpresa será el césped conocido
y la taza en tu mano ya dormida.

Barroco el reverbero que encendía
la seda antigua de tu bata oscura,
no dorará el sonido y la dulzura
de las madrugadoras cucharillas.

Perderé tu manera de llamarme
que me hizo desear aún otro rato
en la tarde más fiel poder quedarme.

Y en traje nauseabundo y desasido
perderé la honda sombra, que no el árbol,
perderé lo que había ya perdido.

COMO UN DANZANTE

COMO un danzante empieza continuando
penetro al dios o río que no empieza,
en su orilla increíble estoy temblando:
me arrecia como un ángel mi impureza.

No me agota mi espejo ni yo abarco
la noche que ha impulsado mi cabeza.
Mi confusión enciende un vago árbol:
Yo dibujo a mi padre en su corteza.

¿Cómo he entrado de pronto a la demencia
de estos signos, del tiempo, de lo ido,
de lo fugaz mi imperio rodeado?

La noche me penetra de mi esencia,
y cuando digo: he visto! yo he sentido
que algo dulce y remoto me ha mirado.

Fina García Marruz