DE LAS MIRADAS PERDIDAS

LOS PASEOS

MI tía me llevaba a ver el tren pasar
con aire progresista, mas con lazo finisecular.

Ah su extraño sombrero, su floreada sombrilla
con japonés paisaje de dulzura sencilla,

al cruzar la arboleda profunda y soleada
de las diez los domingos! Ah su mano empolvada,

prestigiosa y severa· llamando al hombrecillo
que cuidaba los kioskos de dulces amarillos!

Y en el césped de oro, maternalmente rojas,
las robustas y castas criadas españolas

regalando la patria y el verdor legendario
de su regaño terco, dulce y autoritario,

en el mantel abierto bajo el árbol soleado
de su idioma lejano por el moño callado!

Paseo por los árboles de la Fraternidad,
paseo del teatro, paseo por el mar,

en familiares grupos de recatado paso
que desdibuja el niño de impertinente raso,

azules indolentes del agua contemplada
sin el adulto paño vivaz de las palabras,

velámenes directos sobre el ojo castísimo,
austero, inexorable, lineal, delicadísimo!

Ah el desfile esperado, castamente ruidoso,
los sables y los cascos de metal venturoso,

el ruido de cartuchos de criadas meriendas
y las damas vestidas con sus mejores prendas.

Ah los lazos rosados de los niños de oro,
quietos junto a los bancos, bajo el suave decoro

de la luz a la sombra de las claras sombrillas!
Ah cándida retreta desde las verdes sillas!

Los músicos esplenden con bigotes negrísimos.
Son pocos, pero admiran. Son un fondo justísimo.

Florea la trompeta del suave negro fino,
municipal su orgullo, inmemorial su tino.

Con el bastón asienten los claros veteranos
en las blancas glorietas de azul republicano,

y es dulce no entender bien las conversaciones
como una suave flor de quién sabe qué nombre

del que solo nos llega un olor persistente
que vigila lejano los juegos indolentes.

Quién podrá atravesarte, distancia en que conversan
las personas mayores prestigiosas y lentas

solo a unos pasos nuestros, quién oirá la velada
nostalgia de su “vamos, jueguen”, adulta y parda.

Paseo de Campo Marte, no puedo recordar
cómo eras, mas siento tu sombra familiar,

la tranquila dulzura de los preparativos,
el tocado en el cuarto semi-oscuro y dormido,

frente al óvalo puro de espejo colonial,
la ropa echada y suave en la silla irreal,

y el olor que dejaban en su espalda desnuda
los polvos derramados de la cómoda oscura!

Quién te recoge, polvo fugaz, tarde perdida,
que dejas en mi alma la sensación del lila,

por qué me bastas, dicha profundísima y rara
de la abierta sombrilla de crepé por su cara

y los mudos rumores lentos y soleados
de los trajes y voces en oros trastocados!

EL BELLO NIÑO

TU solo, bello niño, puedes entrar a un parque.
Yo entro a ciertos verdes, ciertas hojas o aves.

Tú solo, bello niño, puedes llevar la ropa
ausente del difunto, distraída y remota.

La ropa dibujada, el sombrero del ave.
Tú solo en ese reino indisoluble y grave

has tocado la magia de lo exterior, las cosas
indecibles. Yo llevo la ropa maliciosa

del que de muerte sabe y de amarga inocencia.
Tú no sabes que tienes toda posible ciencia.

Mas ay, cuando lo sepas, el parque se habrá ido,
conocerás la extraña lucidez del dormido,

y por qué el sol que alumbra tus álamos de oro
los dora hoy con palabras y días melancólicos.