VALLEJO EN SU V CENTENARIO
El hecho de que en 1992 se cumplen quinientos años de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo y de que también se cumplan cien años del nacimiento en Perú del poeta César Vallejo, se presta para reflexionar de nuevo sobre los frutos reales producidos como consecuencia de aquel encuentro.
En Cesar Vallejo se dan los caracteres del hispanoamericano absoluto, arquetípico. Es el poeta de cuerpo entero, la caja de resonancia perfecta del hombre que siglo ha siglo se formó allí para la fusión de las razas. En la intensidad de su poesía algo suena a Adán, el Adán engendrado esta vez por la historia, en la historia, no en la Naturaleza. Porque las razas aisladas, endogámicas, sin mezcla, son lo habitual, lo dado, hecho por la tierra nativa, la continuación de un mismo gen, de unos mismos genes. Pero el tipo formado en la fusión de razas distintas es todo y por todo un nuevo ente, un hombre distinto y específico, un nuevo Adán.
A consecuencia del Descubrimiento brotó el encuentro de razas distintas, diferentes. Cada una de ellas, la del indio, la del europeo, la del africano que fue llevado después, aportaría algo igualmente necesario e igualmente importante para la Gran Mezcla, la hervidura o cochura de donde saldría un hecho inédito en la historia y en la naturaleza: un hombre mestizo, mezclado quiere decir, por los cuerpos y por las almas. El indio quedó mezclado con lo español, aun en los casos de no haberse producido reunión carnal, pero con lo espiritual, con las dos culturas permeándose recíprocamente, el mestizaje se daba. A su vez, el blanco que pasó a vivir en el Nuevo Mundo no volvería a ser jamás el “puro” blanco de Europa. Ni el negro, el “puro” negro de África. Si el indio perdió —o ganó— su autoctonía precolombina, también el blanco perdió —o ganó— su reino europeo, y el negro perdió —ganó— su reino africano.
Para el nuevo hombre, el hispanoamericano, se imponía la creación de una palabra nueva, suya propia, no pura, por supuesto, sino mestiza. La elaboración de esa Palabra ha llevado siglos, cinco gastó ya, y solo de tarde se la oye con sonidos que le sean propios, no imitados de otra Palabra. Para el Paraíso Nuevo, el Adán recién nacido necesitó, como diría Heidegger, hacerse dueño de su mundo dándole nombre, palabra, porque por la palabra el hombre se adueña de la porción del Universo que le corresponde y la funda.
Una de las voces más definidas, más ella misma, dadas por América, es la de César Vallejo. Este poeta es América. Su modo de estar en su tierra aun hallándose corpóreamente lejos, su cosmovisión del Universo, su manera tan profunda de sentir el peso de lo humano bajo el cascarón y mascarón del hombre de carne, sangre y huesos, son íntegramente hispanoamericanos. En casi todos los otros poetas se suboye la huella de otra Palabra, de otra cultura. Es inevitable que sea así, porque el proceso de mestización, el borbotear de ingredientes en la redoma, va despacio.
Vallejo da el gran salto antes que nadie. Piénsese en las diferencias abismales entre su poesía y la de Santos Chocano, por ejemplo, tomado del Perú mismo, y se verá que mientras uno es la palabra del nuevo lenguaje, la palabra plenamente americana, el otro es todavía una palabra ancilar, una subordinada visión española del mundo americano aun cuando trate de temas americanos.
Mil novecientos noventa y dos es una buena ocasión para confrontar el origen con lo alcanzado, el germen con el fruto. Es como el matrimonio entre la muchacha de quinientos años y el jovencito de cien. Para llegar a tener un Vallejo se necesitaron siglos. Y no digo que él sea el único, sino el más completo de los poetas americanos de Hispanoamérica. Porque si siempre el don de la poesía aparece por azar, en muchos otros poetas ocurrió que se dé algún relámpago, un rápido fogonazo o un guiño en ocasiones, pero el Habla, la Palabra, no el lenguaje común a los humanos, está en él, se posó sobre sus hombros de hombre doloroso, de indio estupefacto y herido, de blanco turbado e inseguro de sus pasos.
Simbólicamente, él era nieto de dos mujeres indígenas, y de dos españoles que no podían presentarse como abuelos. En la remota aldea de más de tres mil metros de altura donde nació, la fusión de las razas se vivía como vergüenza y duelo. Pero aquel niño reuniría, transformaría en Palabra de todas las razas de América la vieja guerra a vida y a muerte, la iniciada en 1492, la que libraron y libran todavía las gentes de los mundos viejos con el insólito mestizaje de donde verdaderamente nacería, nació, el Nuevo Mundo.
César Vallejo es por sí solo el vindicador del Descubrimiento.
Gastón Baquero: “Vallejo en su V Centenario”, Una señal menuda sobre el pecho del astro. Ensayos, selección y prólogo de Remigio Ricardo Pavón, Holguín, Ediciones La Luz, 2014, pp. 284-286.
Otros textos relacionados:
- Fina García Marruz: “Carta a César Vallejo”, Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, octubre de 1944, año I, no. 3, pp. 31-33.
- Cintio Vitier: “Dañado eco”, Sedienta cita (1943), Obras 8. Poesía 1, prólogo, compilación y notas de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2007, pp. 99-100.
- Cintio Vitier: “La religiosidad. César Vallejo”, Experiencia de la poesía. Notas (1944), Obras 1. Poética, prólogo de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1997, pp. 40-44.
- Cintio Vitier: “Martí futuro” (1964), Temas martianos. Primera serie (1969), La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2011, pp. 163-169.
- Cintio Vitier: “Patria, poesía y antimperialismo”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2007, no. 29, pp. 9-14.
- Cintio Vitier: “Vallejo y Martí”, Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Lima, Perú, enero-junio de 1981, pp. 95-98.
- Cintio Vitier: “Vallejo mismo”, Poemas de mayo y junio (1988), Obras 10. Poesía 3, prólogo, compilación y notas de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2011, pp. 88-89.
- Cintio Vitier: “Notas en el centenario de Vallejo” (1992), Obras 1. Poética, prólogo de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1997, pp. 273-281.
- Cintio Vitier: “El rostro de Vallejo” (1994), Cuaderno así (2000), Obras 10. Poesía 3, prólogo, compilación y notas de Enrique Saínz, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2011, pp. 244-246.
- Gastón Baquero: “Dos notas sobre César Vallejo” [“El poeta puro” (1959) y “A los cincuenta años de Los heraldos negros” (1967)], Una señal menuda sobre el pecho del astro. Ensayos, selección y prólogo de Remigio Ricardo Pavón, Holguín, Ediciones La Luz, 2014, pp. 277-279 y pp. 280-283, respectivamente.
- Alejo Carpentier: “La década del vanguardismo en América Latina y la obra poética de César Vallejo” (1966), La cultura en Cuba y en el mundo, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2003, pp. 239-246.
- José Olivio Jiménez: “De José Martí a César Vallejo: anticipos y afinidades”, Poetas contemporáneos de España y América, Madrid, Editorial Verbum, 1998.