DEL GENERAL MÁXIMO GÓMEZ
[Anotación]
De grandísimo interés personal para mí son estos escritos que al leerlos he sentido un dolor profundísimo en mi corazón.
Como se verá, este hombre me insulta de un modo inconsiderado, y si se pudiera saber el grado de simpatías que al conocer a Martí sentí por él, solo así se podrá una idea cabal de lo sensible que me ha sido leer los conceptos que sin ambages ni rodeos ha hecho de mí, y del mismo modo emite.
Después de larguísimas conferencias, desde el momento en que llegué a New York, con este señor, en que con la mayor buena fe dile a conocer nuestros planes revolucionarios, nuestros proyectos de medios hábiles y honrados de proporcionarnos recursos materiales, el sistema político que a nuestro juicio debíamos poner en juego para atraernos hasta nuestros enemigos si es posible, madurando y estudiando yo y el Gral. Maceo, lo hablamos repetidas con Martí, pero sin pretensiones de ningún género y en todo lo cual se manifestaba él muy en perfecto acuerdo. En consecuencia dispuse yo que acompañase al Gral. Maceo en comisión a México, cuyo jefe aceptó mi determinación, sin la más ligera observación de parte suya, y noté que aguardaba en silencio y sin impaciencias, así las instrucciones para su comisión como la orden de marcha. No tenía ya dinero que darles para sufragar los costos del viaje y forzoso nos fue esperar unos días hasta que me llegaran de Cayo Hueso, donde tuve que recurrir en demanda de fondos, por no poder conseguirlos en New York, por más que lo solicité de varios modos, hasta como particular empréstito. ¡Cuánto se sufre en estas cosas!
En estos días de fatigosa espera seguía Martí visitándome, y como era natural, hablando del mismo modo y con igual calor de nuestro plan revolucionario. Ya notaba yo, que él se permitía hacerme muchas indicaciones inusitadas que no tenían razón de ser, y que no correspondía hacerlas al que se confía la dirección de un asunto ―más yo con blandura lo contenía en los límites que he creído que él puede llegar, para no perjudicarnos dejando el mando de la nave a muchos capitanes hasta que haciendo caso omiso del Gral. A. Maceo, que era el jefe designado para la comisión, me dijo “que (sus palabras textuales) al llegar a México y según el resultado de la comisión” ―yo no lo dejé concluir, con tono áspero― (mis palabras textuales) “vea Martí, limítese Vd. a lo que digan las instrucciones, y lo demás el Gral. Maceo hará lo que deba hacerse”, nada más dije, y me contestó tratando de satisfacer mi indicación; apenas le oí, un criado me avisó de un baño que hacía días pensaba darme, ―no había podido ser así por no tener lugar,― y aprovechando el momento, dejé a Martí con el Gral. Maceo, presente siempre en nuestras conversaciones. Durante mi momentánea ausencia, no sé lo que dicho Gral. habló con Martí, pero se deduce por el sentido de la carta.
Cuando yo regresé, aún encontré al señor Martí en mi cuarto, a poco se despidió de mí de un modo afable y cortés. Solos yo y el Gral. Maceo, me dijo este, “este hombre, Gral., va disgustado con nosotros”. “Tal vez”, le contesté yo, y no hablamos más una palabra.
A los tres días recibo esta carta, que no contesté, pues no se da contestación a los insultos. Tampoco nadie más la ha visto ―que el Gral. Maceo y el Gral. Crombet.
Después supe que Martí, antes de enviarla a mi residencia, la dio a leer a Antonio Zambrana, Leandro Rodríguez y otros.
El Gral. Maceo salió por fin en su comisión para México, y en los apuros de sustituir a Martí, ―pues no le vimos más,― tan inteligente, honrado y conocedor de aquellas localidades, ―con otro cubano― utilizamos los servicios de José Rodríguez, para lo cual se prestó gustoso.
Este es el hecho, me reservo el comentario para su oportunidad.
New York, 22 de octubre de 1884.
[Papeles de Martí. (Archivo de Gonzalo de Quesada). Recopilación, introducción, notas y apéndice por Gonzalo de Quesada y Miranda, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1933-1935; t. I, pp. 9-10].
Tomado de Destinatario José Martí, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual. Preámbulo de Eusebio Leal Spengler, La Habana, Ediciones Abril, 2005, pp. 162-163.