PRIMER FRAGMENTO DEL NARCISO
Cur aliquid vidi?
Que al fin tú brilles, término puro de mi carrera!
Cual la fuga de un ciervo hacia la fuente acaba
Solo si entre los juncos se desploma, esta tarde
Mi sed me ha derribado al borde de las aguas.
Mas no he de saciar este amor indiscreto
Perturbando a la onda misteriosa: Oh Ninfas!
Si vosotras me amáis dormir siempre es preciso!
El más leve suspiro de un alma os estremece;
Aún en su desmayo, escapada a las sombras,
Si la hoja perdida roza oculta napea,
Basta para romper un durmiente universo…
Vuestro sueño interesa a mi hechizo, que teme
Hasta el escalofrío de una pluma que se hunde!
Largamente guardadme este rostro, ilusión
De una divina ausencia tan solo concebible!
Sueño de ninfas, cielo, no dejéis de mirarme!
Soñad, soñadme a mí!… Sin vosotras, oh fuentes,
Mi dolor, mi belleza, me serían inciertos.
En vano buscaría mi más precioso don,
Asombro de mi carne su confusa ternura,
Y mis tristes miradas, ignorando mis gracias,
A otros, no a mí mismo, enviarían sus lágrimas…
Esperábais, quizás, un rostro sin sollozos,
Vosotras, las tranquilas, siempre de hojas y flores
Y de la incorruptible altura visitadas,
Oh Ninfas!… Pero dócil a encantadas pendientes
Que urdieron invencibles caminos, consentid
Este hermoso reflejo del humano desorden!
Felices vuestros cuerpos fundidos,
Aguas planas, profundas! Solo estoy!..
Si los Dioses, los ecos y las ondas
Y si tantos suspiros nos permiten estarlo!
Solo!… mas siendo aún el que a sí se aproxima
Cuando se acerca al borde que esa fronda bendice…
De las copas el aire deja ya el robo puro;
Cambia la voz del agua y me habla de la tarde;
Una gran calma me oye, donde oigo a la esperanza.
Crecer siento la hierba nocturna en sombra santa,
Y la pérfida luna establece su espejo
Aún en los secretos de la apagada fuente…
Aún en los secretos que yo temo saber,
Aún en el refugio del amor de sí mismo,
Nada puede escapar del occiduo silencio…
A mi carne la noche sugiere que la amo.
Tiembla su fresca voz de ceder a mis súplicas;
Apenas, en la brisa, diríase que miente,
Tanto la vibración de su tácito templo
Conspira al espacioso silencio del paraje.
Oh dulzura, seguir cuando el vigor del día
Se retira por fin todo rosa de amor,
Un poco ardiente aún, y débil, mas cumplido,
Y de tantos tesoros tiernamente abrumado
Por tales remembranzas que su muerte empurpuran,
Y que feliz la obligan a arrodillarse en oro,
A extenderse, fundirse, y perder su vendimia,
Y apagarse en un sueño que ya la tarde asume.
Qué pérdida en sí misma tan calmo sitio ofrece!
El alma hasta morir se inclina aquí pidiendo
Solo un Dios a la onda, onda desierta, y digna
En su lustre, del liso deslizarse de un cisne…
En esta onda nunca bebieron los rebaños!
Otros, aquí perdidos, encontrarán reposo
Y en la sombría tierra, clara tumba que se abre…
Mas no es sosiego, ay!, lo que yo aquí descubro!
Si la opaca delicia en que duerme esta luz
Cede al cuerpo el horror del follaje apartado,
Vencedor de la sombra, oh cuerpo dominante,
Rechazando a los bosques su pánico espesor,
Muy pronto con pesar su eterna noche añoras!
Para Narciso inquieto no hay aquí sino hastío!
Todo me llama y liga a la lúcida carne
Que me opone del agua la paz vertiginosa!
Cuánto deploro tu brillo fatal y puro,
Con tan blanda molicie fuente por mí rodeada,
Donde en mortal azur han bebido mis ojos
Los mismos ojos negros de su alma sorprendida.
Profundidad, profundidad, ficciones que me veis
Como a un vida ajena,
Decid, ¿no soy yo aquel que imagináis vosotras,
Vuestro cuerpo os da envidia?
Suspended, oh sombríos espíritus, la ansiosa obra
Que se hace en el alma que vela;
No busquéis en vosotros, ni en celestes sorpresas,
La desdicha de ser un prodigio:
Encontrad en la fuente un cuerpo delicioso…
Cogiendo a las miradas esta perfecta víctima,
Del monstruo de adorarse haceos un cautivo;
En las errantes redes de sedosas pestañas
Su gracioso fulgor pensativo os retiene;
Mas no os envanezcáis de mudarlo de imperio.
Este cristal es su morada cierta;
Sacarlo de la onda sin que expire
No podrían los mismos esfuerzos del amor…
PEOR.[1]
Peor?…
Alguien Peor repite… Oh burlón!
Eco lejana es rápida en devolver su oráculo!
Su risa por las rocas quiebra mi corazón,
Y el silencio milagrosamente
Cesa!… habla, renace, sobre la faz del agua…
Peor?
Peor destino!… Vosotros lo decís,
Juncos que le robasteis mi queja errante al viento!
Antros, que devolvéis más profunda mi alma,
Con vuestra sombra hinchando una voz que desmaya…
Y me lo murmuráis, ramajes1… Oh murmullo
Desgarrador, y dócil al soplo sin figura.
Leve el oro se agita, con el augurio juega…
Todo conmigo mézclase, toscas divinidades!
Mi secreto en los aires resuena propalado,
La roca ríe; llora el árbol; y no puedo
Sin plañir por su voz encantadora al cielo
Pertenecer exangüe a eternales hechizos!
Ay! entre aquellos brazos que nacen de los bosques
Un tierno resplandor de ambigua hora existe…
Con un resto de luz fórmase allí un amante,
Desnudo, sobre el pálido sitio del agua triste,
Delicioso demonio deseable y helado!
He aquí mi dulce cuerpo de luna y de rocío,
Oh forma que obedece a contrarios deseos!
Qué hermosos, de mis brazos, los dones vastos, vanos!
Lentamente en el oro adorable se cansan
Mis manos de llamar al cautivo de hojas;
Mi corazón al eco lanza nombres divinos!…
Mas cuán bella es tu boca en la muda blasfemia!
Oh semejante!… Y más perfecto que yo mismo,
Efímero inmortal, tan claro ante mis ojos,
Miembros de perla, pálidos, y sedosos cabellos,
Es preciso que apenas amados se oscurezcan
Y que la noche ya nos divida, oh Narciso,
Y entre los dos deslice el hierro que corta un fruto!
Qué tienes?
Aún mi queja es aciaga?…
El rumor
Del hálito que enseño, doble mío, a tus labios,
Por la límpida lámina propagó una inquietud!…
Tiemblas!… Mas las palabras que expiro de rodillas
No son entre nosotros sino un alma perpleja,
Entre esa frente pura y mi torpe memoria…
Tan cerca estoy de ti que podría beberte,
Oh rostro!… Es mi sed un esclavo desnudo…
Hasta este encantador momento me ignoraba,
Y amarme no sabía ni a mí mismo reunirme!
Querido esclavo, verte acatar la más mínima
Sombra en mi corazón a su pesar fugándose,
Ver en mi frente la ira, los fuegos de un secreto,
Ver, oh prodigio, ver! mi boca matizada
Traicionar… y pintar, de pensamiento, en la onda
Una flor, y qué fastos centellear en el ojo!
Tal tesoro aquí encuentro de impotencia y orgullo,
Que no hay pequeña virgen al sátiro escapada,
En las huidas hábil, impasible si cae,
Ninguna! entre las ninfas o amigas, que me atraiga
Cual tú sobre la onda, inagotable Yo!…
Versión de Cintio Vitier.
Octubre de 1948.
Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, otoño de 1949, año VI, no. 23, pp. 11-16.
Traducciones de Cintio Vitier publicadas en la revista Orígenes.
Nota:
[1] Juego intraducible con la palabra francesa Pire y la última sílaba del verso anterior:
“Les efforts mémes de l’amour
Ne le sauraient de l’onde extraire qu’il n’expire…”
Para lograr un efecto simplemente aproximado hemos invertido la disposición de estas dos últimas líneas en español. (c. v.)