CARTA A UN AMIGO RESPONDIENDO
A ALGUNAS DUDAS IDEOLÓGICAS
Las dudas que usted me propone[1] sobre la conveniencia de las doctrinas ideológicas establecidas en la primera de mis Lecciones de filosofía, con la proposición la idea que no puede definirse es la más exacta, que se halla en mis Apuntes filosóficos, y cuyos fundamentos expuse en la Miscelánea, creo que pueden resolverse con una mera ampliación de las mismas doctrinas. Para eso convendrá recordar ligeramente las bases de otra proposición, y ver si concuerdan o no con lo que posteriormente he escrito.
Una idea no puede definirse, cuando su objeto es tan simple que no encontramos otros en qué resolverlo y por consiguiente no hay términos para definirlo; o cuando siendo implicado, conocemos tantas propiedades de él, que no podemos reducirlo al corto círculo de una definición. En el primer caso, la idea no puede ser más clara ni más exacta, puesto que representa cuanto tiene el objeto, o por lo menos cuanto percibimos en el segundo, tampoco puede aproximarse más a la exactitud, pues la dificultad de definir proviene de la abundancia de conocimiento, y mientras más se aumenta este, que es decir mientras más conforme es la idea con el objeto, más crece aquella. Resulta pues, que la imposibilidad de la definición supone o la totalidad o la mayor extensión de conocimientos, y por consiguiente, la idea, etc.
Mas esta misma doctrina cree usted que no está muy conforme con la expuesta en mi primera lección. Esto es, que no existen ideas sino términos generales. Porque en tal caso, dice usted, aquellas abstracciones en que se llega a una extrema sencillez, como por ejemplo el ser, no son ideas sino términos generales. De donde sacamos en claro que no se da el caso de un objeto muy simple, pues todos son unos grupos de propiedades, y las ideas que los representan han de ser compuestas. Luego, hablando con exactitud, debía decirse: yo no puedo definir el término general ser, y no la idea.
Efectivamente, dice usted muy bien. Todas las ideas que tenemos de los objetos de la naturaleza, son compuestas, pues no hay uno que no lo sea, y la idea no es más que su imagen. Esta es la doctrina expuesta en la primera de mis Lecciones, mas de ella no se infiere que no tengamos idea del ser y de todas las propiedades en abstracto perteneciendo a ellas un objeto real. Quiero decir: una parte real de un objeto existente. Jamás está el ser despojado de propiedades, y jamás se halla una propiedad aislada, pero sin embargo, su conocimiento, aunque no es la imagen completa de un individuo de la naturaleza, no puede decirse que no tiene objeto. Término sin objeto sería término sin significación, lo cual es un absurdo, pero de aquí no se infiere que siendo el término general, también debe serlo su objeto, como parece a primera vista, y como dedujeron muchos antiguos.
Para convencernos, basta reflexionar que cuando nuestra mente atiende al ser o a una propiedad sola, siempre se contrae a un individuo, y por más esfuerzos que haga, no puede figurarse un ser general idéntico, en la piedra, el árbol, el hombre, etc., ni un verde o una redondez general, sino siempre contraídas estas cosas a un individuo que se ve o se finge; y así el término que llamamos general no tiene en la naturaleza un objeto general. ¿Cómo, pues, le conviene la denominación? Porque se aplica a muchos donde no se encuentra un mismo ser, pero sí unos semejantes, y entonces la universalidad es una propiedad del término que solo expresa su aplicación universal, pero no su objeto universal, porque no hay ninguno de esta clase ni puede fingirse.
Se da, pues, el caso de un objeto simple, aunque este no exista aislado en la naturaleza, y sea preciso encontrarle siempre formando parte de un conjunto, en cuyo sentido puede decirse que no es un objeto de la naturaleza, así como una piedra no es una casa de una ciudad, ni el que tuviera conocimiento de las piedras separadamente lo tendría de las casas, mas no por eso dejan de estar en las casas, ni de ser unos verdaderos objetos. Yo supongo que usted no se figurará que yo pretendo que las propiedades sean cosas separables de los objetos, y que el símil que he puesto (como todos los símiles) no debe entenderse sino en cuanto puede aclarar la materia, conservando la idea de la naturaleza de cada cosa.
Luego que se convenga en la aplicación de la palabra idea creo que se resuelve toda la duda. Idea es imagen, y si lo es de un individuo de la naturaleza, todas nuestras ideas son compuestas; pero si esta palabra quiere aplicarse, como no puede menos de hacerse, a todo lo que tiene una realidad, aunque no forme por sí solo un objeto de la naturaleza, tendremos ideas simples. Para nosotros tiene realidad todo lo que nos produce una sensación real, prescindiendo de lo que verdaderamente fuere en la naturaleza; y la diversidad de sensaciones nos sugiere la idea de diversidad de operaciones reales, provenga o no de un mismo principio. Creo, pues, que convendremos en que se da el caso de un objeto simple cuya idea será igualmente simple, y no podrá definirse, siendo la más exacta por esta misma razón, y que nuestras abstracciones no suponen la nulidad de objeto sino la ficción del modo de existir.
Pero en la suposición de un objeto compuesto, dice usted que también ofrece alguna duda la proposición que nos ocupa. ¿Cuántas veces sucederá que el tener un objeto muchas propiedades, facilite su definición? Si el imán no tuviese la propiedad de dirigirse a los polos, que quiere decir, si fuera menos compuesto, yo no podría definirlo. Convengo, amigo mío, pero de ahí solo puedo inferir que para la definición de un objeto compuesto no basta conocer las propiedades en que conviene con todos si no se encuentra alguna en que se distinga, mas no que la multitud de propiedades conocidas que quiere decir la mayor exactitud de una idea, no sea un obstáculo para la definición, cuando se quiere que esta vaya como debe ir a la par de nuestros conocimientos. Si además de esa propiedad del imán conociésemos en él un centenar de ellas, que en todas se distinguiese absolutamente de los demás cuerpos, ¿cómo las reuniríamos todas en una definición sin que esta se convirtiese en un tratado? Si aún conociendo esta sola propiedad diferente, conociésemos tal número de las esenciales y comunes que su enumeración fuese dilatada, ¿cómo se definiría el objeto cuando ni aun la memoria pudiese conservar sus propiedades? No basta para definir bien un objeto decir en que se diferencia de los demás, sino qué es en sí mismo. Yo creo, pues, que en algunos casos la composición de un objeto nos facilita el definirlo, pero que en estos mismos casos y en todos los demás llegaría a ser imposible la definición, cuando llegase a ser muy exacto nuestro conocimiento. Cada objeto de la naturaleza es un mar inagotable de donde sacamos pequeñas porciones que al principio contenemos en estrechos recipientes, pero que al fin nos inundan y obligan a abandonar la empresa. Definimos mientras sabemos poco; se aumenta la ciencia, y desaparece la definición. Estas se repiten como un recurso para dar alguna seña del objeto, pero está algo atrasado el que crea que ha explicado su naturaleza.
Es cuanto puedo contestar a usted en orden a las dudas que se sirve proponerme. Es de Ud. etc.
Tomado de Félix Varela: “Carta a un amigo respondiendo a algunas dudas ideológicas” (El Habanero. Papel político, científico y literario, Filadelfia, 1824, t. I, no. 2), Obras, compilación y notas de Eduardo Torres-Cuevas, Jorge Ibarra Cuesta y Mercedes García Rodríguez, “Introducción” de Eduardo Torres-Cuevas, Biblioteca de Clásicos Cubanos, La Habana, Ediciones Imagen contemporánea, 2001, 3 vol., vol. II (“Introducción” de Eduardo Torres-Cuevas), pp. 192-194 y vol. I, pp. 412-414.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] José de la Luz y Caballero: “Carta a Félix Varela”, [Habana, entre septiembre y marzo de 1824], Obras, ensayo introductorio, compilación y notas de Alicia Conde Rodríguez, Biblioteca de Clásicos Cubanos, La Habana, Ediciones Imagen contemporánea, 2001, 5 vol., vol. V (Diarios y epistolario, presentación de Alicia Conde Rodríguez), pp. 3-5.