Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

Poeta y escritor español, cuyo nombre completo era Gustavo Adolfo Domínguez Bécquer; hermano del pintor y dibujante español Valeriano Domínguez Bécquer. Nació en Sevilla. Quedó huérfano antes de cumplir diez años de edad, por lo que pasó a vivir con una tía suya. En 1854 se trasladó a Madrid y entró de escribiente en la Dirección de Bienes Nacionales, pero fue cesanteado al sorprendérsele escribiendo versos.

     Formó parte de la redacción de El Contemporáneo, donde alcanzó renombre, principalmente por sus Cartas desde mi celda, escritas en el monasterio de Veruela. Viajó con fines culturales por muchas ciudades españolas. Dirigió La Ilustración de Madrid. Su interés por las artes plásticas se manifestó en Historia de los templos de España, pero lo más célebre de su producción literaria está representado por las Rimas —en verso— y las Leyendas —en prosa—, obras que durante su vida fue publicando en la prensa de su país, y que no llegó a ver reunidas en libro.

     Figura mayor del romanticismo en España, sus Rimas, de tono emocionado e íntimo, constituyen una de las más conocidas realizaciones poéticas de la lengua,[1] y ejercieron en la juventud española igual influencia que los poemas de Heine en Alemania, y los de Musset en Francia. La primera edición de sus Obras completas, cuyo prólogo escribió en 1869, apareció en 1872.

     Aunque no abundan las referencias encomiásticas de José Martí —excepto una,[2] las pocas que hay corroboran todo lo contrario[3]— acerca del poeta andaluz,[4] Gastón Baquero lo considera “uno de los ángeles tutelares de la poesía americana” y afirma a contracorriente de la valoración martiana que, “Martí [es] el primer gran poeta en quien la influencia beneficiosa y bien asimilada de Bécquer toma cuerpo en Hispanoamérica”.[5]

     Como dato curioso, el general Antonio Maceo, “rayo de nuestras guerras”, lo tenía por su poeta favorito y “se sabía las Rimas de memoria”, según cuenta Fina García Marruz en su ensayo “Bécquer o la leve bruma: en el centenario de su muerte”.

[Tomado de OCEC, t. 4, p. 426. (Nota modificada por el E. del sitio web)].


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[1] “Fue […] un romántico, Bécquer, el español que tuvo más influjo en nuestra poesía en cuanto ella dejó de ser imitación retórica y comenzó a hacer oír sus sones propios. Siempre lo hemos visto con algo de fantasmal hispanoamericano imposible”, pues “logró, como ningún otro español entre nosotros, esa especie de sumergimiento en la vida familiar americana”. (Fina García Marruz: “Elogio de Ramón” (1958), El orden del homenaje, Madrid, Editorial Huso, 2018).

[2] “Cuando murió José Batres, un gran poeta, dijo Alcalá Galiano, un gran orador: ‘Harta enfermedad tenía él con vivir’. // José Batres nació en Guatemala. Supo francés e italiano, leyó a los enciclopedistas y a Casti; ciñó espada y tañó el laúd, vivió digno y murió joven, temía no gustar y gustará siempre. El orador español tuvo razón. Alma grandiosa, cantó con metro épico afectos concentrados y sobrios. Sufrió como Bécquer, amó como Heine, cantó poco porque tenía poco grande que cantar. Murió de vida, como el autor de las Rimas”. [JM: Guatemala, México, 1878, OCEC, t. 5, p. 267. Las cursivas son del E. del sitio web)].

[3] “So much for the three great lyric poets of Spain. There is another, a German, Gustave Becquer”. [“Basta ya de los tres principales líricos que hoy tiene España, puesto que el otro que podía figurar a la par de ellos, don Gustavo Bécquer, alemán de extracción, no existe ya”. JM: “Modern Spanish Poets” (“Poetas españoles contemporáneos”), The Sun, Nueva York, 26 de noviembre de 1880, OCEC, t. 7, pp. 339 y 349, respectivamente. Las cursivas son del E. del sitio web)].

“A los cuarenta años se empezará a reposar. Reposar antes, es un robo. Allá, trabajando juntos, aprenden los hombres el valor de la libertad y la ciencia del gobierno. Por eso rigen los hombres naturales, y se quedan de lacayos alquilones los hombres de libros. Se ha de tener el arado a la puerta, y la sociedad literaria en la covacha. // Así se nutre de savia la nación y le entra vida sana a la poesía, que es de lo más bello del mundo, pero está infeliz por nuestras tierras, como criada a biberón: con el suero alemán de Bécquer, y la leche multicolora de Campoamor. Se ha de beber la leche como en Dakota, al pie de la vaca de Holstein: criada con las yerbas del país. Cada cual es su Moisés, y lleva en el pecho la roca que da agua”. [JM: “En los Estados Unidos. El 4 de Julio”, La Nación, Buenos Aires, 16 de agosto de 1889, OC, t. 12, p. 263. Las cursivas son del E. del sitio web)].

“Ya lo de Bécquer pasó como se deja de lado un retrato cuando se conoce al original precioso; y lo de Núñez de Arce va a pasar, porque la fe nueva alborea, y no ha de regir la duda trasnochada, porque traiga, por único mérito, el manto con menos relumbrones que el del romanticismo”. [JM: “Un poeta. Poesías de Francisco Sellén”, El Partido Liberal, México, 28 de septiembre de 1890, OC, t. 5, p. 190. Las cursivas son del E. del sitio web)].

[4] Fina García Marruz escribía con pesar que “el único juicio literario injusto”, que ella conocía de Martí, “fue el que dedicó a Bécquer”. (“Bécquer o la leve bruma: en el centenario de su muerte”, Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, enero-abril de 1971, pp. 87-143).

 
[5] Gastón Baquero: “Gustavo Adolfo Bécquer, su influencia americana” (1970), Una señal menuda sobre el pecho del astro. Ensayos, selección y prólogo de Remigio Ricardo Pavón, Holguín, Ediciones La Luz, 2014, pp. 343 y 344, respectivamente. Véase Eugenio Florit: “Bécquer en Martí”, La Torre, Puerto Rico, 1955, año 3, no. 10, p. 131.