LA REVISTA LITERARIA DOMINICENSE
Cada cual se ha de poner, en la obra del mundo, a lo que tiene más cerca, no porque lo suyo sea, por ser suyo, superior a lo ajeno, y más fino o virtuoso, sino porque el influjo del hombre se ejerce mejor, y más naturalmente, en aquello que conoce, y de donde le viene inmediata pena o gusto: y ese repartimiento de la labor humana, y no más, es el verdadero e inexpugnable concepto de la patria. Levantando a la vez las partes todas, mejor, y al fin, quedará en alto todo: y no es manera de alzar el conjunto el negarse a ir alzando una de las partes. Patria es humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer;—y ni se ha de permitir que con el engaño del santo nombre se defienda a monarquías inútiles, religiones ventrudas o políticas descaradas y hambronas, ni porque a estos pecados se de a menudo el nombre de patria, ha de negarse el hombre a cumplir su deber de humanidad, en la porción de ella que tiene más cerca. Esto es luz, y del sol no se sale. Patria es eso. Quien lo olvida, vive flojo, y muere mal, sin apoyo ni estima de sí, y sin que los demás lo estimen: quien cumple, goza, y en sus años viejos siente y trasmite la fuerza de la juventud: no hay más viejos que los egoístas: el egoísta es dañino, enfermizo, envidioso, desdichado y cobarde.—En Santiago de Cuba vive ahora, en inseguro refugio, el dominicano Manuel de Jesús Peña, a quien llama un diario santiaguero, con razón, “maestro celosísimo, abnegado periodista, fundador afortunado, diputado integérrimo y ministro sin tacha”, lo cual quiere decir que es hombre de veras, porque ha amado, y sacó la honra salva de la tentación del mundo. Pudiera el anciano Peña, allá en la “medianeza comedida” en que vive, descansar en infructuoso silencio de su vida de idea y de batalla; pero él sabe que es ladrón, y no menos, quien siente en sí fuerzas con que servir al hombre, y no le sirve. Estos cómodos, son ladrones: son desertores: son míseros, que en el corazón del combate huyen, y dejan por tierra las armas. El anciano Peña quiere que le conozcan mejor el país en que nació, y en que los cubanos se ven como en casa propia, porque ambas sangres han corrido juntas contra el mismo tirano; y a ese fin publicará en Santiago La revista literaria dominicense, que ya todos encomian y saludan.—A esa literatura se ha de ir: a la que ensancha y revela, a la que saca de la corteza ensangrentada el almendro sano y jugoso, a la que robustece y levanta el corazón de América.—Lo demás, es podre hervida, y dedadas de veneno.
Patria, “En casa”, Nueva York, 26 de enero de 1895, no. 146, p. 3; OC, t. 5, pp. 468-469.