GENEROSO DESEO
Llega a última hora a noticia de Patria que los beneméritos cubanos del club “Ignacio Agramonte” de Tampa, han decidido nombrar órgano del club a este periódico,[1] y convidan a las demás asociaciones a que hagan el mismo nombramiento.
Es lo primero, de parte de esta redacción, felicitarse, más que por el honor que se le hace, por la disposición del alma cubana, que en él se revela, a premiar aquellas obras públicas que en un período de injusticias tiendan a la justicia, que en un período de confusión tiendan al orden. Grato como es al bienintencionado el premio de su buena intención, le es más grata la prueba de que un pueblo tachado de desunión congénita e irremediable, peca solo, como en este generoso caso, por la premura en recompensar los esfuerzos hechos para mostrar su capacidad constante y presente de obras cuyo éxito actual y futuro depende de la unión.
Ni puede en realidad censurarse como pecado de virtud el del glorioso club tampeño, porque en el convite a las asociaciones hermanas se ha de ver solamente, como ve Patria, el deseo de robustecer con el aplauso visible la política que, a poco de enseñarse, ha dado ya tres resultados positivos:—la organización, en un solo espíritu y objeto, de todas las emigraciones antillanas;—la aprobación afectuosa del país, a los métodos oportunos y amplios por donde pueden unirse el sentimiento y pensamiento revolucionarios, solo impotentes hasta hoy por lo dispersos;—y la atracción franca,—sin intrigas oprobiosas, ni complicidades ocultas, ni adulación baja, ni reparto de poderes ajustado sobre la cabeza del país,—de los elementos confusos u hostiles cuya cooperación sincera ha de ser el fin principal de todo pensador cubano. ¡Porque esta nuestra es obra de amor y fundación, que debe echar raíces en todas las buenas entrañas!
La unidad de pensamiento, que de ningún modo quiere decir la servidumbre de la opinión, es sin duda condición indispensable del éxito de todo programa político, y de toda especie de empresas, principalmente de aquellas que por la fuerza, la novedad y la oportunidad del pensamiento se acercan más al éxito que cuando iban sin otro rumbo que el de la pasión o el deseo desordenado, que más perturban que serenan los ánimos y alejan que acercan, en un país harto probado y harto razonador para lanzarse a tentativas oscuras que no satisfagan su juicio. El deseo de independencia sobró siempre en nosotros, y el corazón para conquistarla: falta solo la confianza en los medios nuevos que se habían de emplear, puesto que del empleo de los antiguos nacieron miedos y peligros graves, siempre menores que la grandeza que habrá de sofocarlos: falta solo la confianza en el pensamiento de la guerra, en el plan esencial y final de la revolución. Abrir al desorden el pensamiento del Partido Revolucionario Cubano sería tan funesto como reducir su pensamiento a una unanimidad imposible en un pueblo compuesto de distintos factores, y en la misma naturaleza humana. Si por su pensamiento, y por su acción basada en él, ha de ser eficaz y gloriosísima la campaña del Partido Revolucionario Cubano, es indispensable que, sean cualesquiera las diferencias de fervor o aspiración social, no se vea contradicción alguna, ni reserva enconosa, ni parcialidades mezquinas, ni arrepentimiento de generosidad, en el pensamiento del Partido Revolucionario. El pensamiento se ha de ver en las obras. El hombre ha de escribir con las obras. El hombre solo cree en las obras. Si inspiramos hoy fe, es porque hacemos todo lo que decimos. Si nuestro poder nuevo y fuerte está en nuestra inesperada unión, nos quitaríamos voluntariamente el poder si le quitásemos a nuestro pensamiento su unidad.
Y como el asegurar esta unidad ha sido, en la notoria y alta pureza de sus miras, el único móvil del club “Ignacio Agramonte”, él no ha de tener a mal que Patria lo convide, público ya como es el mérito esencial de su invitación, a abandonar un proyecto de unidad que, por el desconocimiento natural entre los hombres que viven a largas distancias, o por la personalidad saludable en las épocas revolucionarias, que es tan dañino exagerar como mermar, pudiera acarrear precisamente, con el desorden natural en un número extenso de voluntades, una apariencia poco deseable de falta de unidad.
Patria ha nacido de lo más puro del alma patriótica, con un ansia vehemente de unir en la confianza y el afecto a los hombres que han de vivir en paz en una tierra afortunada y hermosa: trae al mundo este pobre periódico el corazón de un gigante y la limpieza de un niño; ¡el corazón es aquí lo único gigante! Patria vigilará por la conservación de todas las fuerzas vivas de la libertad en las dos islas, del decoro del hombre en ellas y en todas partes. Patria nació y se mantendrá para procurar, con métodos siempre irreprochables, con el argumento del ejemplo y con la ternura de la plegaria silenciosa, el fortalecimiento de la virtud en el alma patriótica de las Antillas, y la conversión al bien y al honor de los mismos que la denuncian y traicionan. Patria no turbará jamás su virtud con el interés que mancha y ofusca, ni con el más legítimo de los rencores. Patria es un pecho abierto, y convida a todos los hombres a que pongan en él las manos. Ella anhela solo el mayor bien del país, y la mayor fuerza de los medios porque se ha de conquistarlo.
El noble club de Tampa, que en fecha memorable dio su ocasión primera a esta campaña de ímpetu y ordenamiento,[2] solo se ha anticipado, con su convite generoso, a acelerar el logro de esta unidad de idea que con razón cree el club indispensable. Pero es seguro que el Partido Revolucionario Cubano—cuyos Estatutos no han de desdecir de sus Bases públicas, porque no está en lo racional y humano que desdigan—habrá puesto en manos precisas este deber de propaganda y publicación que en cuanto a ideas esenciales, no puede dejarse en confusión y abandono. Es seguro que el juicio que parece hasta ahora presidir en la ejecución de los propósitos del Partido Revolucionario hallará modo natural de dar dignidad constante y especial firmeza a toda la obra hablada del Partido, sin ceñir sus varias asociaciones a una obligación que, por roces de detalle, o por la independencia local, o por simpatías de personas, pudiera a alguna de ellas parecer excesiva o pesada. Son muy susceptibles los pueblos nuevos, y suele inquietarlos la misma virtud en que, por la larga vida sin ella, tienen cierto derecho a no creer. Los que han padecido bajo el dueño, aman con vehemencia, y aún recelosamente, el detalle menor de la libertad. Y se deba estimularlos a que lo amen. El hombre es ordenado y bueno, y acaba siempre por salvarse de sí mismo.
Con alma de hermano da gracias Patria al club de Tampa “Ignacio Agramonte”, inspirado en cuanto hace e intenta por la purísima virtud que mantuvo fuerte en la vida al héroe cuyo nombre tiene derecho a llevar. Y de cuantos premios recoja, acepta como el más honroso el de que corazones de aquella limpieza lo elijan como su órgano natural. Es premio grande el de ser órgano del patriotismo virtuoso y fundador. Acepta Patria con regocijo la representación que en ella pone el club de Tampa. Pero opina, en cuanto al noble convite, que la unidad de pensamiento del Partido ha de dejarse a la responsabilidad y cuidado de quien por deber especial haya de velar por ella, y sabrá de seguro, poniéndose en todos los detalles de la realidad, combinar la firmeza del pensamiento del Partido con las condiciones peculiares y delicadas de un pueblo naciente.
Patria, Nueva York, 30 de abril de 1892, no. 8, p. 1; OC, t. 1, pp. 423-426.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Véase, al respecto, la respuesta de José Martí a la afirmación de El Porvenir, de Nueva York, de que Patria venía a cumplir “la misión de órgano del Partido Revolucionario Cubano”. (“‘Patria’: no ‘órgano’”, Patria, Nueva York, 19 de marzo de 1892, no. 2, p. 2; OC, t. 1, pp. 337-338). (Después de la muerte de Martí, Tomás Estrada Palma fue elegido en el cargo de Delegado del PRC, el 10 de julio de 1895; dos semanas después, Patria comenzó a aparecer bajo la identificación de “Órgano de la Delegación del Partido Revolucionario Cubano”).
[2] José Martí parece referirse a la invitación que le hizo Néstor L. Carbonell, presidente de este club de emigrados revolucionarios cubanos, para participar en una gran fiesta de carácter artístico-literario a beneficio del club. Martí llegó por primera vez a Tampa en la medianoche del 25 de noviembre de 1891. El día 26 pronunció en el Liceo Cubano de esa ciudad el discurso que es conocido por Con todos, y para el bien de todos, y el 27, Los pinos nuevos, en la velada-homenaje de la Convención Cubana a los estudiantes de Medicina fusilados en 1871.