Wendell Phillips (1811-1884)
Orador, político y periodista estadounidense, nacido y fallecido en Boston, Massachusetts. De familia acomodada, se graduó de abogado en la Universidad de Harvard en 1831. Fue admitido a la profesión en 1834, pero demostró poco interés en su carrera. Se inició en la docencia de Historia y Arte, con creciente atención hacia los temas de las reformas sociales.
El 21 de octubre de 1835 presenció cómo una turba racista arrastraba por las calles de Boston al líder abolicionista William Lloyd Garrison, presidente de la Asociación Antiesclavista de Estados Unidos. A partir de ese momento abrazó la causa de la abolición de la esclavitud. En poco tiempo llegó a ser el más grande orador estadounidense. Creó un estilo de oratoria[1] que aún hoy se estudia y se trata de imitar en Estados Unidos. Se expresaba con naturalidad, reposadamente, sin frases rebuscadas ni altisonantes, pero su ingenio, su sarcasmo, epigramas e invectivas eran considerados devastadores. Sus victorias oratorias las alcanzó siempre en minoría y sus discursos, por lo general improvisados, ante audiencias hostiles, fueron invariablemente brillantes.[2] Entre sus piezas oratorias más notables se destacan Toussaint L’Ouverture y la despedida de duelo del destacado combatiente antiesclavista John Brown.
Escribió de manera regular en los periódicos Anti-Slavery Standard y el Liberator. Fue un seguidor no incondicional de Garrison, el “apóstol” de la escuela no violenta del abolicionismo. Combatió la anexión de Texas y la guerra contra México. Denunció y se negó a jurar la Constitución de los Estados Unidos de América por su tolerancia de la esclavitud, e incluso planteó la disolución de la Unión norteamericana. Llegó a atacar al presidente Abraham Lincoln por asumir, durante la Guerra de Secesión, una posición moderada sobre la esclavitud y la emancipación de los esclavos, y por ello se opuso a su reelección.
Después de la Guerra de Secesión, cuando Garrison entendió que la razón de ser de la Asociación Antiesclavista había dejado de existir y propuso su disolución, se opuso y fue elegido su presidente en sustitución de Garrison, al plantear que faltaba a los negros el derecho a la educación y al voto. Ocupó ese cargo hasta la disolución de la organización en 1870, cuando el Congreso de Estados Unidos aprobó la décimo quinta enmienda de la Constitución, que conjuntamente con la décimo tercera y la décimo cuarta teóricamente completaba la igualdad de los negros ante la ley. En ese propio año fue candidato a gobernador del estado de Massachusetts por el Partido Laboral Reformista. Al año siguiente presidió la Convención de dicho Partido, en la que se aprobó una plataforma política de carácter progresista en cuestiones laborales y económicas.
Defendió también los derechos de los aborígenes estadounidenses y de minorías de inmigrantes como la de los irlandeses, entonces altamente discriminadas en Estados Unidos y del sufragio femenino y las reformas penitenciarias. Pero, sobre todo, por conducto de la Sociedad Antiesclavista, apoyó la causa de la independencia de Cuba durante la Guerra de los Diez Años.
Fue asimismo un defensor a toda prueba de los pobres y de los trabajadores, cuya limpieza de proceder, combatividad y energía inagotables, José Martí siempre admiró y respetó. Su mejor epitafio es esta frase de uno de sus discursos pronunciados en 1863 cuando puso todas sus esperanzas en “esa mezcla sublime de las razas, que es el método de Dios de civilizar y elevar al mundo. No esa fusión libertina que surge de la esclavitud —la ruina de las dos razas— sino la unión armónica y gradual, en el matrimonio honorable, que ha amalgamado a todas las razas”.
Martí lo reconoció como “evangelista de la abolición”,[3] “vocero ilustre de los pobres, […] magnánimo y bello caballero de la justicia y la palabra”, “monte que anda” y “ardiente caballero de la dignidad humana”.[4] A su muerte le dedicó un artículo y una nota publicados en La América, de Nueva York, en febrero y mayo de 1884, respectivamente, y una crónica publicada en La Nación, de Buenos Aires, el 28 de marzo del mismo año.
[Tomado de OCEC, t. 17, pp. 419-420. (Nota modificada ligeramente por el E. del sitio web)].
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] “[…] fue Phillips de aquellos seres sumos que, venidos a la tierra con las condiciones todas que dan derecho natural a la grandeza humana, el mando y el goce, a la vida sedosa, muelle y llana, a la gloria pacífica, áurea y cómoda—hizo con todo un haz ardiente, y lo puso bajo los pies de los malvados. Se privó de sí, por darse.—Y soberano de naturaleza, como vio que las gentes de corte no eran buenas, cambió la púrpura por el sayal de paño pardo, y el látigo por el cayado, y caminó del lado de los humildes. // Y esa fue su oratoria: afilada, serena, flameante, profética, tundente, aristofánica”. (JM: “Wendell Phillips”, La América, Nueva York, febrero de 1884, OCEC, t. 19, pp. 69-70).
[2] “Si a una frase suya, como fiera que va a acometer, se revolvía y contestaba con un clamor de cólera la muchedumbre,—no bien expiraba a sus pies el rugido, les repetía con lentitud e intensidad más grandes la frase condenada. Y con más recia furia, como a un golpe del látigo del domador, reclamaba el concurso y se agitaba. Y con fuerza mayor y mayor calma, como quien hunde una espada hasta el pomo, o fríamente echa el guante a la cara a su enemigo, decíales otra vez, como si fuera acero ya de muchas hojas, la frase temida:—hasta que, respetuosa al fin la muchedumbre, les dejaba la frase bien clavada. // Esa fue su vida: ministerio sereno de justicia”. (Ibíd., pp. 68-69).
[3] JM: “La muerte del gran predicador, Henry Ward Beecher”, El Partido Liberal, México, 2 de abril de 1887, OCEC, t. 25, p. 202.
[4] JM: “Wendell Phillips”, La Nación, Buenos Aires, 28 de marzo de 1884, OCEC, t. 17, pp. 167, 170 y 173, respectivamente.