Lechy Elbernon, declamando. —“Todo arde, y la llama del tiempo está adherida a nuestros huesos, y las compañías de seguro no pueden hacer nada.
“Y esa llama no perece después que hemos muerto, y no nos quedan más que algunos huesos como piedras, y ella se adhiere todavía.
—“Oh! que yo vea una vez más
“El fin del año y la hoja color mejilla,
“Cuando el día es desde la mañana como una tarde y el cielo es siempre puro,
“Y la estación de consumación, cuando el bosque igual que los árboles aislados
“Rinden testimonio al otoño y se inflaman los arces y los soumacs!
“Y unos están como revestidos de oro que apenas se mantiene, y otros como grandes hayas se agitan en sus mantos marrones.
“Y otros están todavía verdes y otros rosados y rojos!
“Que yo vuelva entonces por el camino cuando sopla el viento grueso y frío!
“Y el mar es como fuego azul y las riberas están pintadas de amarillo.
“Y desde el barco que atropella las aguas sombrías, miro por donde se extiende la tierra inmensa
“Los cielos escarlatas y verdes en que brilla una estrella gruesa como una nuez”.
Thomas Pollock Nageoire. —Me parece que llora.
Lechy Elbernon, a media voz. —“He salido en la mitad del día y, lo primero, he encontrado
“Una tortuga sobre el reborde del foso.
“Va a llover.
“Entre los campos de yerba y de flores blancas el mar es azul como la concha de la almeja.
“Y en el follaje sombrío del tulipán brillan flores amarillas como faroles de oro”.
—Pero eso me recuerda otra cosa.
Se ve sobre la yerba iluminada
por la luna la sombra larga
de un caballo que corre sin dirección.
Thomas Pollock Nageoire. —¿Qué es eso?
Lechy Elbernon. —¡Yo sé lo que es!
¡Corre! ¡anda! ¡detén ese caballo al que su jinete no puede dirigir!
Thomas Pollock Nageoire sale corriendo
y vuelve un instante después conduciendo
un caballo sobre el cual está atado el cuerpo de Luis Laine.
Lo desata, y Marta, renociéndolo, permanece
un momento como desfallecida.
Después lo toma sin decir nada en sus brazos,
manteniéndolo sobre sus rodillas.
Lechy Elbernon. —¡Tómalo y guárdalo ahora! Tómalo, te lo devuelvo.
Es tuyo ahora y no te escapará más. Tenlo.
Ponlo en tu vestido y mira qué grande y pesado es, pesado y no ligero.
¡No estés ya celosa! ahora es tuyo solo.
¡Sácale las tripas! Sácale el corazón, poniéndolo aparte en un frasco. Crúzale las manos sobre el pecho y átate la cabeza sobre las rodillas.
Y consérvalo en tu cuarto, metido en una jarra.
¿No te he vengado bien? Pues, en el sitio entre las piedras pardas
Donde el Sagadahoc espumoso se escapa de las montañas deformes,
Él marchaba por el torrente, cubriéndose con la sombra de la orilla y de los árboles.
Pero no engañaba al ojo del cazador y al fusil que sigue y apunta.
Y, como el pavo de plumaje de cobre que un tiro abate en su vuelo,
Así cayó y se acostó en el agua y en las piedras.
Y he ordenado
Que lo atasen al lomo de esta bestia que la inteligencia no conduce. Y he aquí que el caballo te lo ha devuelto.
¡Tenlo pues, y míralo! ¡Es tuyo, sáciate de él!
Pues la mujer es celosa y profunda y no quiere compartir.
Y su suerte es amar y no ser amada, pues el hombre no la ama.
Marta. —¿Por qué te has separado de mí?
¿No me juraste, cuando me conociste,
Que olvidabas el mundo y que habías perdido el camino para volver a él?
Y yo te amaba y sufría amargamente entre tus manos y te daba a comer mi corazón
Como un fruto donde los dientes quedan hundidos.
Y he aquí que me has abandonado como si te causara horror.
¡Déjame mirarte, oh esposo! ¿Qué dices? ¡Responded, fríos labios!
Estás muerto y tu sirvienta no puede ya servirte.
¡Oh qué dolor hay sobre tu pálida figura! ¿y por qué me miras con esa expresión de asombro y de reproche?
Hay un modo en que debí amarte, y no te amé de ese modo.
Y me miras con tus ojos atentos.
Lechy Elbernon. —¿Y yo acaso no lo amé y no tengo que lamentarme también?
La que permanece en la casa, espera
Que alguien abra la puerta y la empuje.
Nadie vino,
Y salí por los sitios salvajes y áridos, llevando
Un vaso lleno conmigo, por el desierto de sal.
Y se rompió y el agua de las lágrimas se derramó en mí,
Como una fuente perdida de la que el paseante dice: “Hay agua, pues la yerba está verde”, y no encuentra sino barro.
Y yo misma bebo esta agua y estoy de ella embriagada.
¡Reíd de mí, porque estoy ebria y no puedo marchar derecha! Estoy perdida y no sé dónde estoy.
Da algunos pasos vacilantes.
¿Reís porque no marcho derecha? ¿Y vosotros? Ensayad a hacerlo,
¡Mirad qué bien hago la mujer ebria!
Camina sin dirección, vacilante.
“¿Quién me tira del sombrero por detrás? I like some drink (cantando). Two little girls in blue…”.
Los niños le tiran agua sucia y barro, pero ella está contenta y camina con la boca abierta.
Y su idea es solamente ir a dormir en algún sitio.
Y yo también, quisiera dormir, dormir! Ponedme una losa en la espalda.
Se extiende por tierra y se pone a roncar.
Silencio prolongado.
Marta. —Thomas Pollock, ¿cree usted que la vida merezca ser malgastada así?
Thomas Pollock Nageoire. —¿Qué quiere que le diga? No sé ya nada.
Pienso que la vida de cada uno tiene su precio para los otros.
Marta. —¿Es esa su opinión? ¿Piensa que la vida de los otros tenga su precio?
Thomas Pollock Nageoire. —Sí.
Marta, sacando del bolsillo de Luis Laine el tajo de dólares. —¡Tome!
Por tener este dinero un momento en su bolsillo le entregó su mujer
Y su propia vida.
¡Recóbrelo! es suyo.
¡Oh Laine! ¡oh Laine! ¡de este modo me engañaste hasta el fin!
Vendiste a tu mujer y poseíste el papel.
Y preferiste el papel que la mano arruga y aja.
En cuanto a mí, te parecí tediosa y la vida
No te pareció de ningún precio junto a los sueños.
Recobre ese dinero, Thomas Pollock, que vuelve a usted. Mire si está bien la cuenta.
Recobre ese papel con el valor que está escrito encima, para que uno no se equivoque.
¡Sea feliz! Transfórmelo todo en papel para que pueda meterlo en sus bolsillos.
Thomas Pollock Nageoire. —Recuperaré ese papel, pues no hay que echarlo.
Y el dinero es una buena cosa para los que saben servirse de é1.
Se levanta.
La jornada ha terminado y otra ha comenzado. He aquí que me levanto. ¡Oh cuán pesadas me parecen las piernas!
Dulce-Amarga, cualquiera que sea el mal que le he hecho, perdóneme.
Marta inclina la cabeza.
¿Qué va a hacer ahora?
Marta. —Voy a hacer mi vestido de luto, pues soy viuda.
Thomas Pollock Nageoire. —¿Puedo ayudarla en algo?
Marta. —Thomas Pollock, soy más rica que usted.
Thomas Pollock Nageoire. —Eso es cierto, pues heme aquí sin nada.
¡Cuánto me parece que he envejecido!
Soy viejo y será preciso que me ponga bajo el amparo de otro.
Ya no tengo coraje y aquel fervor que tenía en el trabajo; ¡me pegaba a mi idea como una ostra se incrusta en la piedra!
¡Oh Dulce-Amarga, me acordaré siempre de usted!
¿Qué es preciso hacer ahora?
Marta. —Cuide de esa mujer.
Thomas Pollock Nageoire. —Lo haré.
Marta. —¡Thomas Pollock! ¡aprenda una cosa del pródigo! ¡aprenda una cosa del avaro!
Aprenda una cosa del hombre ebrio y del joven que ama con un amor desordenado.
Y aprenda una cosa de las mujeres.
Thomas Pollock Nageoire. —¿Qué va a hacer ahora?
Marta. —¿Qué sé yo? Heme aquí viuda. ¡Ay, Laine! ¡Oh
Mi marido! ¡oh lo único que tenía!
Pero está bien que así sea.
Sí, es bueno que estés muerto y que me encuentre así, sola y desolada,
Y es justo y bueno que no haya sido según mi voluntad.
No me toca a mí saber por qué, pues soy una simple mujer, y solo me cumple obedecer.
No vemos a Dios; pero vemos al hombre que es la imagen de Dios,
¿Y no alabaremos al sol que nos permite verlo y mirarlo?
No, no sé lo que haré.
Basta el día presente, basta vivir hoy, y hacer lo que se tiene que hacer con cuidado.
Coseré, trabajando en la labor que tengo sobre las rodillas.
Thomas Pollock Nageoire. —¿Quiere darme la mano?
Ella le tiende la mano,
que él estrecha en silencio.
Marta. —Ayúdeme a devolverlo a la casa.
Salen, llevando el cuerpo.
FIN
New York-Boston, 1893-1894.
Traducción de Traducción de Cintio Vitier.
Orígenes. Revista de Arte y Literatura, La Habana, 1955, año XII, no. 39, pp. 10-32.
Traducciones de Cintio Vitier publicadas en la revista Orígenes.
Traducciones de Cintio Vitier (Bibliografía general).