EL APÓCRIFO

Los árboles callaban en sus sitios,
las nubes sigilosas combinaban
sus imágenes raudas y vacías,
el mar bañaba espejos y ciudades.
Yo le dije a mi alma: sueña!
Entonces un rumor
de grotescas, lejanas maquinarias,
me anunció que el deseo se acercaba.
Como siempre, empecé a sufrir y ansiar,
pero solo una extraña indiferencia
se encendía en el centro
de mis actos más amados.
Quise apoyarme en una frente
y me espantó su condición abstracta.
No había caridad, nada era cierto.
Entonces miré de nuevo al mundo:
fingido eternamente me esperaba
sin otra apelación. Estaba condenado
a sostener el simulacro de la vida:
pues también yo imitaba mi esperanza
como un actor que no se hace
demasiadas ilusiones, pero tiene que seguir
todas las noches en la escena.
Entonces comprendí que era el infierno.

                                                                    Cintio Vitier