MAÑANA DE ENERO

COLOR de Roma eterna, tus columnas
miro invisibles en el aire puro,
tu espacio abierto como de mil compuertas
levantadas, como al salir del lecho
el esquinado resplandor del gallo
entre la yerba blanca e irisada.
Color de Roma eterna, te detienes
como pájaro heráldico del tiempo
sin que el pesado corazón del hombre
incline la más frágil de tus yerbas.
Y el corazón cansado de las fiestas,
de ese calor, casi animal, de lágrimas
pegado como el heno a la madera
del mundo o reposando extraño
en ese asiento último en que apenas
tenemos rostro ya y salvaje aguarda
como una virgen entre ancianas rocas,
se vuelve hacia tus nubes sin fatiga
de tristeza o humanos aderezos,
en la intemperie de mi Cristo vivas
como ejército en triunfo, estandartes, banderas.
Roca de resistir, tú sí que puedes
orearle la camisa picoteada
al pescador, los prístinos anzuelos
alzar al aire eterno, redes santas.
Color de Iglesia universal nombrando
en medio de las guerras y el vacío
idéntico de la pena y la alegría,
sus vírgenes, sus mártires grabados
en el corazón transparente de la piedra,
contra los vencedores terca dices
Juan, Esteban, Ignacio el de Antioquía,
viva harina de Dios, Bernabé, Inés, Cecilia,
a cada golpe de luz, a cada mañana que tiembla.

Fina García Marruz