El fusilamiento de los ocho estudiantes de Medicina y la condena de otros treinta y uno a penas de seis y cuatro años de prisión, levantó un clamor unánime en la prensa madrileña, a la que unieron su voz unos 60 diputados y senadores que solicitaron al gobierno de la metrópoli el indulto de los condenados, firmado el 9 de mayo de 1872,[13] por el rey de España Amadeo I.[14]

     Al conmemorarse el primer aniversario de aquella “hecatombe tristísima y conmovedora”,[15] “que fatalmente figura entre los crímenes históricos”[16] y que, al propio tiempo, se convirtió “en uno de los sucesos más tristes y fecundos de nuestra historia”,[17] José Martí publicó en Madrid la proclama “El día 27 de noviembre de 1871” y el poema “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre”. En el vigésimo aniversario del “día doloroso de la revolución cubana”,[18] Martí pronunció un discurso en el Liceo Cubano de Tampa conocido como “Los pinos nuevos”.

     Fermín Valdés-Domínguez, “el sublime vengador sin ira”,[19] demostró con pruebas irrefutables la inocencia de los estudiantes mártires, “astros proféticos” y “símbolos del alma cubana”,[20] en su libro Los Voluntarios de La Habana en el acontecimiento de los estudiantes de medicina, por uno de ellos condenado a seis años de presidio (Madrid, Imp. de S. Martínez, 1873)[21] y a través del testimonio escrito de los señores Fernando Castañón y José Triay, durante la exhumación de los restos de Gonzalo Castañón, en enero de 1887, de que la tumba del periodista español y coronel del Cuerpo de Voluntarios no había sido profanada.

     En la fosa común en que se enterró a los ocho estudiantes de Medicina, permanecieron casi 16 años ignorados, hasta el 9 de marzo de 1887, en que los exhumó su condiscípulo y noble vindicador, Fermín Valdés-Domínguez. Los restos de sus compañeros fueron colocados todos juntos en una caja de plomo. Se depositaron provisionalmente en el panteón de la familia Álvarez de la Campa. El 27 de noviembre de 1889, ya levantados los cimientos del Mausoleo de los Estudiantes, en el Cementerio de Colón, se depositaron en el centro, teniendo por debajo un metro de cantería y dos por la parte superior, elevándose por encima la escultura hecha en Italia con mármol de Carrara.

     El monumento es una obra de marcado estilo neoclásico, concebida por el escultor cubano José Vilalta de Saavedra. Fue erigido por colecta popular a un costo de 30 000 pesos. Se realizó en tiempo récord gracias a las gestiones del comité organizador, constituido por familiares, condiscípulos y amigos de las víctimas. El monumento quedó concluido en marzo de 1890 y fue bendecido el 27 de noviembre del mismo año. Nunca se inauguró de manera “oficial”, pues el gobierno español de la Isla veía con recelo la pasional reacción popular que el hecho comenzaba a cobrar.[22]

     Fermín Valdés-Domínguez, quien, desde finales de 1888, residía en la región de Baracoa, en la provincia oriental y trabajaba allí como médico, eludió participar en la ceremonia de traslado de los restos exhumados desde la cripta funeraria de la familia Álvarez de la Campa hasta la base del Mausoleo de los Estudiantes, donde recorrieron el trayecto más de mil personas. Tampoco estuvo presente en el acto litúrgico en que se bendijo el mausoleo, porque consideraba —en ambos casos— que ya había visto cumplido sus deseos: “ya en el Monumento que yo había soñado escribía la Historia el epitafio que arranqué de la tumba de Castañón en aquella inolvidable mañana”.[23]

     En 1904 se depositaron en el Mausoleo los restos del teniente coronel retirado Federico Capdevila Miñano; en 1908, los del profesor Domingo Fernández Cubas;[24] y en 1910, los del Dr. Fermín Valdés-Domínguez. El 27 de noviembre de 1924 tuvo lugar el develamiento de ocho medallones de bronce con las efigies de los estudiantes, que como una gala más ostenta el mausoleo. Fueron costeados por las escuelas públicas, obra de Ugo Linigi, por mediación de J. Pennino.[25]

     Mientras rigió la dominación española en Cuba, como es obvio, los actos conmemorativos por el 27 de noviembre estaban estrictamente prohibidos. En cambio, los estudiantes de la Universidad de La Habana tenían por costumbre no asistir a clases ese día, y reunidos, especialmente los Medicina, acudían a visitar el Monumento de los Estudiantes en el cementerio de Colón.

     A partir de 1899, de manera ininterrumpida, comenzaron a realizarse diversos actos conmemorativos de la luctuosa efemérides, con una importante participación de los estudiantes universitarios. En la tarde del 27 de noviembre de ese año, una nutrida manifestación se dirigió a la explanada de la Punta,[26] donde se develó una lápida de mármol del periódico nacionalista La Discusión, en uno de los lienzos de la pared del depósito del Cuerpo Ingenieros, donde fueron fusilados los estudiantes en 1871. Ese propio año la Secretaría de Instrucción Pública determinó que el día 27 de noviembre no habría clases en la Universidad de La Habana. En los años siguientes se mantuvo en el calendario oficial el 27 de noviembre como día de duelo universitario y, por lo tanto, sin actividades docentes. [27]

     En 1904, por iniciativa de Fermín Valdés-Domínguez en calidad de presidente de la Comisión que levantó el Mausoleo en el cementerio de Colón, todos los derechos sobre el mismo y el Mausoleo en los campos de la Punta, se traspasaron al Ayuntamiento de La Habana.

     El 28 de enero de 1909, Fermín Valdés-Domínguez izó por primera vez la bandera cubana en el asta, erigida en la explanada de la Punta. Desde ese momento, todos los años se repite la ceremonia como inicio de los actos conmemorativos consagrados a venerar la memoria de los estudiantes mártires. La conmemoración de ese año, la última en que participó Valdés-Domínguez, pues falleció el 13 de junio de 1910, estuvo señalada, además, por la develación de otra lápida de mármol del Ayuntamiento de La Habana, en el fragmento de pared que se conserva, esta vez por su lado norte.[28]

     En la mañana del 27 de noviembre de 1921, año del cincuentenario del horrible crimen, se inauguró el llamado Templete de la Punta[29] construido por el Ayuntamiento de La Habana,[30] con una lápida que refrendaba el acontecimiento.

     En 1923 por ley del Congreso de 28 de diciembre (Gaceta oficial del día 31), se declaró la fecha del 27 de Noviembre, “Día de recogimiento público”, recesando los centros docentes de la nación, tanto públicos como privados, de todos los niveles de enseñanza, y la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes. Esta disposición se hizo tradicional.

     En 1937, la conmemoración anual del 27 de noviembre de 1871, tuvo como novedad el develamiento de una tarja escultórica de bronce[31] en la llamada Acera del Louvre, en Prado 418, esquina a San Rafael, en los portales del hotel Inglaterra, en memoria de Nicolás Estévanez Murphy,[32] capitán del ejército español, quien se encontraba en el lugar cuando escuchó, en la explanada de la Punta, las descargas de fusilería. En un acto de franca insubordinación y de rebeldía ante el crimen perpetrado, quebró su espada y se arrancó los galones de la charretera. Desde entonces, en dicho lugar, todos los años, sin interrupción hasta hoy, en horas de la mañana, se realiza un sencillo acto, organizado por la Oficina del Historiador de La Habana.

     En la mañana del 27 de noviembre de 1956, en los jardines de la Escuela de Medicina, en 25 entre I y J en el Vedado capitalino, se inauguró un memorial con los nombres de los ocho estudiantes fusilados y un busto del heroico capitán español Federico Capdevila Miñano.

     El 28 de julio de 1958 tuvo efecto la cesión a la Universidad de La Habana del terreno y Mausoleo de los Estudiantes en el cementerio de Colón, que hicieron sus legítimos poseedores, los descendientes de la familia Franca Mazorra y Álvarez de la Campa y Gamba.[33]

     El triunfo de la Revolución, el 1º de enero de 1959, cambiaba de manera radical el escenario político y económico de la nación cubana y con ello, por supuesto, las sucesivas conmemoraciones del 27 de Noviembre hasta hoy día. Por ejemplo, en el acto que tuvo lugar ese año en la escalinata de la Universidad estuvieron presentes Osvaldo Dorticós, Fidel,[34] Raúl, Almeida, el presidente y el secretario de la FEU. Ese mismo día se develó un sencillo monumento, construido en el lugar donde originalmente fueron enterrados los mártires de la Punta. Fue idea del  contador-colector general de la necrópolis de Colón, Carlos de la Torre y Díaz, quien costeó su ejecución y generosamente lo donó a la Universidad de La Habana. En la ceremonia, el capellán del Ejército Rebelde, comandante Guillermo Sardiñas bendijo el memorial[35] y rezó un breve responso.[36]

     En el conjunto escultórico denominado Parque de los Mártires Universitarios inaugurado en 1967, situado en la confluencia de las calles San Lázaro e Infanta, cerca del campus central de la Universidad de La Habana hay también un espacio memorial dedicado a los estudiantes de Medicina fusilados en 1871. [37]

     Decía Martí en Patria, el 28 de noviembre de 1893, que “del terrible suceso” basta con sacar “continuamente […] las dos lecciones que de él saltan: […] la una, la persistencia en América del alma inmutable de la conquista española […]: la otra, la que levanta el ánimo y se recuerda con más gozo, […] la capacidad del alma cubana, […] para alzarse, sublime, a la hora del sacrificio, y morir sin temblar en holocausto de la patria. Del crimen ¡ojalá que no hubiera que hablar! Háblese siempre—en estos días en que la observación superficial pudiera dudar del corazón de Cuba—del oro rebelde que en el fondo de todo pecho cubano solo espera la hora de la necesidad para brillar y guiar, como una llama. ¡Así, luces serenas, son en la inmensidad del recuerdo aquellas ocho almas!”[38]

[Tomado de Luis F. LeRoy y Gálvez: A cien años del 71: El fusilamiento de los estudiantes, La Habana, Instituto Cubano del Libro, Editorial de Ciencias Sociales, 1971; y OCEC, t. 25, pp. 397-398. (Nota modificada por el E. del sitio web)].

Otros textos relacionados con el 27 de noviembre de 1871.


Notas:

Véase Abreviaturas y siglas

[13] El historiador español Antonio Pirala, que desempeñó, entre otros cargos, el de Secretario civil del cuarto de Amadeo de Saboya, asevera que en el indulto de los estudiantes de Medicina tuvo mucho peso la carta súplica de Álvarez de la Campa (padre) al rey, “demostrando las nulidades del proceso y fallo”. (Anales de la guerra en Cuba, Madrid, 1896, t. 2, p. 304).

[14] Véase la valoración que hace LeRoy y Gálvez acerca de la responsabilidad que le cabe a España en el fusilamiento de los estudiantes. (A cien años del 71: El fusilamiento de los estudiantes, ob. cit., pp. 216-217).

[15] JM: “En casa”, Patria, Nueva York, 11 de junio de 1892, no. 14, p. 3; OC, t. 5, p. 374.

[16] “Discurso en honor de Fermín Valdés-Domínguez”, ob. cit., p. 322.

[17] JM: “Carta a de Fermín Valdés-Domínguez”, Nueva York, 28 de febrero de 1887, OCEC, t. 25, p. 365.

[18] JM: “El 27 de noviembre”, Patria, Nueva York, 24 de noviembre de 1894, no. 138, p. 3; OC, t. 3, p. 403.

[19] JM: “Los pinos nuevos”, discurso en el Liceo Cubano en conmemoración del 27 de noviembre de 1871, Tampa, 27 de noviembre de 1891, OC, t. 4, p. 286.

[20] “Discurso en honor de Fermín Valdés-Domínguez”, ob. cit., pp. 326 y 321, respectivamente.

[21] Fermín Valdés-Domínguez escribió dos libros fundamentales sobre los sucesos del 27 de….

[22] Luis Fidel Acosta Machado: “La historiografía en torno al 27 de noviembre”, en José A. Baujin y Mercy Ruiz: “Con un himno en la garganta”. El 27 de noviembre de 1871: investigación histórica, tradición universitaria e Inocencia, de Alejandro Gil, La Habana, Editorial UH y Ediciones ICAIC, 2019, p. 26.

Al respecto, Le Roy señala en su documentado libro: “El monumento de los estudiantes en el cementerio de Colón perpetuaba en mármol el recuerdo del crimen cometido el 27 de noviembre de 1871. Era muda, pero perenne acusación contra aquella parte del elemento español residente en La Habana, que de un modo u otro cohonestó el fusilamiento de aquellos ocho inocentes. Para muchos sería el padrón de vergüenza que traía a la memoria los días sombríos en que la capital se hallaba literalmente a merced de los voluntarios”. (A cien años del 71: El fusilamiento de los estudiantes, ob. cit., pp. 167-168).

Por su parte, Leonardo M. Fernández Otaño asevera: “Durante el contexto de su erección se utilizó el monumento con un fin divulgativo; pues no solo la obra El 27 de noviembre de 1871 de Fermín Valdés-Domínguez sobre los sucesos actuaba como medio de esclarecimiento, sino que este complejo artístico, emplazado en una de las principales arterias del cementerio, operó como un memorial de divulgación de la verdad, con el acento de fastuosidad que caracterizó la intención de consumo artístico y la ideología de la élite colonial, de modo especial en el occidente de la Isla”.

(“Entre la sacralidad y la ideología: los monumentos conmemorativos dedicados a los ocho estudiantes de Medicina”, “Con un himno en la garganta”. El 27 de noviembre de 1871…, ob. cit., p. 28).

[23] Fermín Valdés-Domínguez: El 27 de Noviembre de 1871, 6ta ed., La Habana, 1909, p. 194.

[24] “En el blanco monumento que la piedad del pueblo cubano levantó —durante la dominación española— en el Cementerio de Colón, a la memoria de los mártires del 71; en ese altar erigido a la Justicia, que fue y será para la Historia la protesta más elocuente y noble, allí, al lado de Capdevila, entre los hermanos nuestros que al ser sepultados por sus verdugos, entraron —coronadas de luz sus frentes— en el templo de la gloria; allí reposarán también las cenizas del Dr. Cubas, y, entre sus discípulos, entre sus hijos mártires, las cubrirá orgullosa la bandera de la patria cubana —de su segunda patria— a la que tanto amó y a la que generoso y bueno, nunca hizo responsable del desdén criminal y ruin de algunos de sus hijos.
Esto escribí cuando el 11 de junio de 1906 llegó hasta mi triste cuarto de enfermo la noticia de la muerte del amoroso maestro a quien yo quería con toda la ternura de un hijo. Era un deber de los supervivientes guardar al lado de las cenizas de sus discípulos queridos las del maestro ejemplar que, con peligro de su vida, defendió valerosamente, ante las turbas y ante el consejo de guerra, cruel e inhumano, las vidas de los que él amaba con todas las noblezas de su alma.

No me apena recordar a aquel viejo maestro, erguido y sereno, paseándose con los brazos atrás por el patio de la cárcel, y respondiendo con frase enérgica y violenta, a los insultantes apóstrofes de nuestros apasionados acusadores, ávidos de sangre y de muerte. Y cuando volvía al salón el consejo militar que lo presidía, después de ofrecer a los voluntarios la última cabeza, con el rostro demudado por la pena, encorvado el cuerpo por el peso de la infamia, y sin fuerzas apenas para andar, el Dr. Cubas le dijo: —Ya están contentos. Son ocho los fusilados, y será eterna la vergüenza para mi España.

Por defender a sus hijos —como él nos llamaba como el mejor de los padres—, perdió el Dr. Cubas la influencia política que hacía de él un hombre estimadísimo y un médico con clientela importante entre la banca y el comercio rico y español. Todo lo perdió por su civismo. Y a su vejez, cuando de Cuba libre debía esperar consuelos y amor, un decreto injusto le quitó su cátedra y lo puso a la puerta de nuestra Escuela de Medicina, que era su templo, en donde debía caer, al fin de su vida, entre los brazos de sus compañeros, de sus discípulos, de sus hijos!

En la conmemoración de 1908 debían ser trasladados los restos del Dr. Cubas al monumento. Quise ver el estado en que se encontraba su cadáver y el 25 de noviembre se abrió la bóveda en donde había sido depositado. El cadáver estaba momificado y no podía extraerse del sarcófago en donde estaba. Decidido a dejarlo para siempre en el monumento, busqué al artista e hice abrir en él un hueco capaz para el sarcófago y el 26, por la noche, dejé en la tumba de mis hermanos, al lado de los de Capdevila, los del noble y digno Dr. Cubas”. (Fermín Valdés-Domínguez: El 27 de noviembre de 1871, La Habana, Imprenta Rambla y Bouza, 1909, “Con un himno en la garganta” …, ob. cit., pp. 149-150).

El profesor Domingo Fernández Cubas, oriundo de Canarias, catedrático de disección en el primer año, asumió la postura extremadamente valerosa, de afirmar la inocencia de sus alumnos al tomársele declaración. Ello le valió quedar detenido en la cárcel, al mismo tiempo que los estudiantes. “Sobre sus hombros —como dijo Fermín Valdés-Domínguez— estuvo siempre honrada la toga del maestro”. (A cien años del 71: El fusilamiento de los estudiantes, ob. cit., p. 208).

[25] A cien años del 71: El fusilamiento de los estudiantes, ob. cit., p. 188.

[26] Desde 1902 se le denominó Parque de los Estudiantes.

[27] “El 27 de Noviembre en el imaginario universitario”, ob. cit., p. 37.

[28] La inscripción de la lápida reza así:

Por acuerdo del Ayuntamiento de La Habana de 10 de noviembre de 1909 como ofrenda a la memoria de los ocho estudiantes fusilados en este lugar la tarde del 27 de noviembre de 1871 y para consagrar un recuerdo a la nobleza de sus defensores Federico Capdevila, capitán del Ejército Español; Domingo Fernández Cubas, catedrático de la Universidad; y doctor Fermín Valdés Domínguez, compañero que proclamó y obtuvo el reconocimiento de la inocencia de aquéllos, se coloca esta lápida en el 38 aniversario de su fusilamiento —1909.

[29] “Esta obra permite entender el proceso de preservación de la memoria por parte de las fuerzas provenientes del independentismo, en un momento en que la hegemonía estadounidense sobre la Isla ponía en peligro el proyecto nacional cubano y la exaltación de todo elemento simbólico asociado al ser cubano era una manifestación de defensa del proyecto de república”. (“Entre la sacralidad y la ideología: los monumentos conmemorativos dedicados a los ocho estudiantes de Medicina”, ob. cit., p. 30).

[30] En realidad, podemos decir que esta obra se inició veinte años atrás. A mediados de 1901, se dispuso por la superioridad, con el objeto de embellecer esa parte del litoral habanero, la demolición del antiguo depósito del Cuerpo de Ingenieros. Gracias a la iniciativa y previsión de Fermín Valdés-Domínguez, se conservó para la memoria futura, uno de los cuatro lienzos centrales de pared ante los cuales fueron fusilados —dos en cada uno— los estudiantes de Medicina, inculpables de los cargos que se le imputaban, sacrificados a la cobardía e impotencia de los Voluntarios españoles. El fragmento del muro conservado se rodeó con una sencilla reja de hierro. (A cien años del 71: El fusilamiento de los estudiantes, ob. cit., pp. 182 y 186-187).

[31] La tarja es obra del escultor J. J. Sicre. El texto del historiador Emilio Roig de Leuchsenring, dice así:

Nicolás Estévanez, 1838-1914

En esta Acera del Louvre, el 27 de septiembre de 1871, siendo capitán del Ejército Español, dio ejemplo excepcional de dignidad, valor y civismo, al protestar públicamente contra el fusilamiento de los ocho inocentes estudiantes cubanos inmolados aquel día por los voluntarios españoles de La Habana. Abandonó la Isla, renunció a su carrera; se negó a reingresar en la milicia, fue en tiempos de la primera república española, diputado, y ministro de la guerra; y jamás se arrepintió de aquella su nobilísima actitud, pues para él “antes que la Patria están la Humanidad y la Justicia”. Cubanos y españoles ofrendan a la memoria del esclarecido repúblico, hijo de las islas Canarias, este homenaje, en testimonio de respeto y admiración, a 27 de noviembre de 1937.

[32] Véase Emilio Roig de Leuchsenring: “Nicolás Estévanez, repúblico español” (conferencia en la Casa de la Cultura de La Habana, 26 de noviembre de 1939”, Nosotros, La Habana, enero de 1940) y “Homenaje anual al preclaro republicano español Nicolás Estévanez” (Veinte años de actividades del Historiador de la Ciudad, La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 1955); y Celia María González: “El homenaje a don Nicolás Estévanez”, Opus Habana, La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, junio-diciembre de 2014, no. 1, pp. 63-65.

[33] Véase Luis F. Leroy y Gálvez: “Quedó propiedad de la Universidad el terreno sobre el que se levanta el Panteón de los Estudiantes de Medicina fusilados en 1871.—Donado por los herederos del Dr. Miguel Franca Mazorra”, Vida Universitaria, nos. 96-97, La Habana, julio-agosto de 1958, pp. 3-6, 30. (Diario de la Marina, 29 de julio de 1958, p. 1, cols. 5 y 6; El Mundo, ibíd., pp. 6-8; El Crisol, ibíd., p. 1, col. 8).

[34] Véase el discurso de Fidel, en http://www.cubadiscursos.cu/Discursos/1959.

[35] “El núcleo simbólico de este monumento se basa en la invitación a la reflexión sobre los valores de la cultura nacional y sobre sujetos particulares, que, celadores de una amalgama de actitudes y gestos que incomodan a los círculos de poder, se convierten en mártires del pensar distinto. Y es que se aprecia la memoria colectiva popular incidiendo en la construcción del proyecto de nación cubana, que lee la historia desde expresiones sencillas y, a la vez, la carga de símbolos: así, la alegoría al número 8 o la asimilación al martirio cristiano, el cual siempre, según las leyendas hagiográficas, se encontró lejos de expresiones violentas”. (“Entre la sacralidad y la ideología: los monumentos conmemorativos dedicados a los ocho estudiantes de Medicina”, ob. cit., pp. 32-33).

[36] Véase Luis F. Leroy y Gálvez: “Nuevo monumento a los estudiantes mártires de 1871, en el cementerio de Colón”, Vida Universitaria, nos. 111-112, La Habana, noviembre-diciembre de 1959, pp. 9-11 y 34-35. (Diario de la Marina, La Habana, 28 de noviembre de 1959, pp. 1-A y 3-B).

[37] Josefina de Diego recomienda incluir también las jardineras del Parque Central, las ruinas del cementerio de Espada, la calle 27 de Noviembre, el memorial de recordación a los abakuá, en la confluencia de las calles Morro y Colón, en la Habana Vieja, y el busto a Fermín Valdés Domínguez en la Avenida del Puerto. (“Ensueños de la patria. (Sobre el libro de Valdés-Domínguez y la película Inocencia)”, Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2020, no. 43, p. 386). Véase, al respecto, Leonardo M. Fernández Otaño: “Entre la sacralidad y la ideología: los monumentos conmemorativos dedicados a los ocho estudiantes de Medicina”, “Con un himno en la garganta” …, ob. cit., pp. 27-34.

[38] “El 27 de noviembre”, Patria, Nueva York, 28 de noviembre de 1893, ob. cit., p. 450.