DE FERMÍN VALDÉS-DOMÍNGUEZ
[La Habana] 17 de marzo 1887.
Prado 71.
Mi hermano siempre, mi queridísimo Martí, mi única amistad siempre del alma:
Abre, abre tus brazos para apretar en ellos a este pobre médico sin enfermos, a este cubano q. ama a su patria como tú y que por ella hará lo que su deber le mande, a tu compañero en España que tiene en medio de todas sus tristezas, que no son pocas, la dicha de tener un consuelo y en ti un hermano.
Cuando dos hermanos han dejado de verse y se encuentran en la vida atraídos por la fuerza amorosa de sus almas, enmudecen los labios y se llora; yo al encontrarte de nuevo tan cariñoso, tan bueno como siempre has sido conmigo lloro, lloro de verdadera alegría y te juro que ningún aplauso ha sonado en mis oídos con más gusto para mí que tu carta cariñosísima qe. he leído y releído con toda mi alma.
Yo no sé qué es lo que te escribo, mi corazón no cabe en mí cuando pienso en ti: es que tú has sido siempre una necesidad para mi espíritu y los que me han dicho siempre que te quería demasiado no comprendían que te quería todo lo que tú me querías a mí y que por lo tanto nuestro cariño era algo más que el afecto mentiroso del mundo.
Pero quiero hablarte de cosas tuyas. ¡Tu padre! Yo supe que estaba malo y al día siguiente recibí la tarjeta donde me invitaban al entierro. Sentí a tu padre mucho, lo veía con gusto a menudo por la calle, siempre hablábamos de ti, y siempre tenía para mí palabras cariñosas. Tú me has perdonado que no fuera a su entierro y te agradezco tus palabras porque hoy comprendo que debí ir y con lealtad me acuso de esa falta.
¿Y tú? ¿Y tu hijo?
Yo perdí a mi hijita,[1] yo la vi muerta y aún no me conformo con aquella terrible realidad. Pero si quedé sin hija tengo a mi buenísima Consuelo, a la que cada día quiero más porque tiene un corazón purísimo y en él no hay más pensamiento, ni más ilusión que mi cariño; es un ángel al que cada día aprendo a querer más. Me alegraría que nos vieras. Dice ella que con mis triunfos me van a enamorar las muchachas y hasta en sus celos está toda su alma candorosa y buena como ha sido siempre, como fue para mí soltero como será siempre para mí hasta que deje esta vida, pues de paso te diré que no ando muy bien en mi cuerpo, y estoy bastante fané.[2]
Esta carta debería ser tan larga y escrita por capítulos para que así te llevaras una idea de cómo estoy, de cómo vivo, de lo que he sufrido, de lo que estoy sufriendo y de mis esperanzas; pero puesto qe. el método está reñido con el corazón dejo a mi pluma que te diga algo de mí que en otra vez andará la cabeza más cuerda en la forma y en los puntos de los qe. te hable este tu hermano no quisiera escribirte, sino abrazarte muchas veces.
Hoy no tengo casa, vivo con Fefa y su marido, no tengo destino, pues estoy cesante de médico municipal. No tengo más que lo gano y gano muy poco. Estoy pobre, Eusebio es catedrático, tiene buen sueldo, vive en su casa con Cheché[3] y después de haberme dejado sin causa alguna cuando estuve 6 meses ciego no ha venido saludarme y cuando todo el mundo me ha felicitado no ha tenido un abrazo para mí; y ha hecho más: hace meses necesité una recomendación para un destino, fui a verlo con lágrimas en los ojos y no me recibió. ¡Es un miserable!
¿Qué haré? No lo sé. Trabajo por conseguir un destino aquí; pero si no lo obtengo me iré a Cayo Hueso o a donde yo piense que podré trabajar. Sentiré dejar la Habana hoy que me parece que me quieren todos y que por todas partes tengo que agradecer aplausos y felicitaciones; pero tengo ya alguna experiencia y sé que todo pasará y que después nadie se acordará de mí más que para criticarme o para exigirme algo por lo que ninguno ha tenido el valor de hacer.
Yo estoy sin embargo tranquilo. Sigo mi misión o mejor dicho cumplo mi deber y ¡adelante!
Dos cartas tuyas he leído, una que recibí por el director de La Lucha, otra por Carrillo. Escríbeme todas las semanas que yo haré lo mismo, mándame lo que publiques, que yo te mandaré todo lo que escriba, aunque no publique.
Te mando mi retrato. Hacía nueve años que no me retrataba. Ya encontrarás en mis líneas más hombre y más años y más mostacho. Estoy alegre y lloro y me río y no sé qué me pasa. ¡Tengo a mi hermano Martí en mis brazos! Ah ¡que nunca dejes de estar en ellos! ¡que nunca haya frío en nuestros corazones!
No termino mi carta, continuaré por el primer vapor que salga; pero con esta va mi alma a estar contigo y a decirte que es preciso que estemos juntos.
Abraza, abraza a tu hermano,[4]
[Papeles de Martí. (Archivo de Gonzalo de Quesada). Recopilación, introducción, notas y apéndice por Gonzalo de Quesada y Miranda, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1933-1935; t. III (Miscelánea, 1935), pp. 184-186. Cotejada con el manuscrito original que se atesora en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado].
Tomado de Destinatario José Martí, compilación, ordenación cronológica y notas de Luis García Pascual; preámbulo de Eusebio Leal Spengler, La Habana, Ediciones Abril, 2005, pp. 184-186.
Notas:
Véase Abreviaturas y siglas
[1] Su hija se llamó Consuelo Amparo de las Mercedes. Nació el 9 de noviembre de 1878 y falleció a los diez meses de edad, el 26 de septiembre de 1879.
[2] Galicismo por marchito, ajado.
[3] Debe referirse a una tía de los Valdés-Domínguez.
[4] Véase la respuesta a esta carta, fechada en Nueva York, el 7 de abril de 1887. (OCEC, t. 25, pp. 369-372).