ESFINGE FUGAZ

                   TU COPA DE VIDRIO

TU copa de vidrio entre la yerba,
tus saltos de viejo terciopelo
te han de querer un día hermoso
influir, lira siniestra.

Pongo el tapete para oírte.
La oscura bocacalle del hastío
se anima para verte, atada:
noche amarilla en la huraña noche.

Vengo de lejos, estoy lejos
como el trigo vicioso de sus aspas,
empezándome a sollozar yo solo
con minucias de resaca y ojos.

Aguardo tu sol bajo tu luna,
los óleos de mi desgraciado talismán
perdido suavemente a dos canastas.
Es tan nocturno esto de andar vivo.

                        BAILE

OYE nuca gradual de rocío
junto a la flor de la amena cuchillada marina.
Tu cabeza escinde su dogma,
su encendido paje risas y terror.

“¡Bailada naranja herida, olfato
de la muerte del caballo en lo infinito
bebiendo fastuosas celosías,
gruesa retórica, tronos!”

Tu ajado candor dentro del agua
como una avispa sonreída.
Los candelabros de la verde ceremonia
sepultándonos en altamar.

“¡Baile, baile mínimo con nube y hombre,
a la fiel epifanía de alga y ojo
en secretos diamantes sedentarios,
fiesta ignota, su adiós, recamada de tu culpa!”

                PUEDO TOCARME

Y al pájaro de oír, al diminuto
jardín de las escobas blancas
reclinadas en tu corazón,
iluminando sedosa aldea.

Nada hablado, limosneros
en el hogar de la nostalgia
del cuaderno lustroso ante la lluvia.
Puedo tocarme por lo ido.

Puedo tocarme sin abrir apenas
el viento, el mar, la plaza
girando huesecillos, carnavales.
Me borran, salgo y reaparecen.

Y estar dentro de un barco define la tristeza,
tiene un barniz el mundo que se enluta
como amapola del idioma en otro mundo.
Con dulce rapidez ya no sabemos.

                                                           Cintio Vitier